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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La memoria y su duelo

Cuando Frank McCourt se puso a escribir sobre la memoria que tenía de sus años de infancia y de su tiempo adolescente, el resultado fue un libro notable que tituló Las cenizas de Ángela. En aquel texto, McCourt recobró la desesperada mirada de su madre, de soltera Ángela Sheehan, rehizo escenas de muerte con niños que se acunan, ya quietos, inánimes; dijo sobre una niñez sombría y desdichada, y no tuvo remilgos al mostrarla. Así que, de un modo u otro, cuando Trezza Azzopardi publicó El escondite, el recuerdo de McCourt y su novela era inevitable, pues el libro, que figuraba en una lista corta de candidatos para el Booker Prize -galardón que obtuvo la escritora Margaret Atwood con El asesino ciego-, hurgaba en la escasa esperanza que procura la nula luz de la miseria. Estaba también la familia como universo y era una mirada infantil la que iba escamando recuerdos. Hubo además coincidencia en la importancia de los lugares y los orígenes. Si en Las cenizas de Ángela estuvieron los irlandeses y Limerick, en El escondite era el clan de los malteses y los muelles de Cardiff. Un dato más: en el caso de Trezza Azzopardi (Cardiff, 1960), la novela no es un asunto de memoria propia sino recogida, oída.

EL ESCONDITE

Trezza Azzopardi

Traducción de María Jesús Asensio

Seix Barral. Barcelona, 2002

353 páginas. 17 euros

L'AMAGATALL

Trezza Azzopardi

Traducción de Jordi Cussà y Anna Camps

Columna. Barcelona, 2002

343 páginas. 18 euros

Éstas son las similitudes. Ahora hay que hablar de El escondite, pues no es cualquier cosa esa letra áspera con la que se desarrolla la narración, ni esa constante voz que habla y nos procura vibrante inquietud cuando con tono calmo remata un pasaje de desesperación. "Miro. La llama azul avanza y retrocede, avanza y retrocede, arrastrándose lentamente por los bordes de la alfombra, encendiendo cada hebra como si fueran mechas. Una brillante espiral de color naranja gira, se ensancha y presiona contra la pulida madera del baúl. Es tan bonito". Quien cuenta es una niña llamada Dol, y ese fuego que se le acerca, "tan bonito", la ofrendará, a partir de ese día, con un muñón que coronará su brazo izquierdo como "un cirio con lágrimas resbalando por el bulbo de la muñeca". Un muñón que irá transmitiendo, página tras página, no sólo la singularidad de la narradora manca, sino la profundidad de otros desvalimientos.

Sorprende que sea Dol quien cuenta -otro riesgo-, pues ella es protagonista y narradora que todo lo sabe. Y tiene días, meses o pocos años. No importa. Dol evoca acontecimientos sin haberlos presenciado y de los que tiene su particular visión. Dol intuye, incluso ve, los travesaños de una vía de tren como el último lecho del suicida. Dol es una de las seis hijas de Mary y Franky Gauci. Celesta, Marina, Fran, Rose y Luca son sus hermanas.

Azzopardi, a través de la voz infantil, nos hará llegar el olor y el sonido de un paisaje de calles que parecen oscuras. Hablo de Cardiff, a comienzos de los años cincuenta, en el siglo XX. Un lugar en el que la amistad ni se corteja, domina una mafia de vecindad y ruge una convivencia de envilecimiento a la que no se llega por unos hechos desgraciados, sino por una rutina desdichada que se muestra como un árbol de hoja perenne, pues la ansiedad no acaba, el sufrimiento no finaliza y es imposible soñar porque uno está en constante duelo consigo mismo. Así es el barrio, y en él está la casa de la infancia, en el número dos de Hodge's Row, como una burbuja maloliente. En el Cardiff de Azzopardi hasta los juegos fraternales de la niñez pueden recordarse con angustia. "Lisiada", le llama a Dol una de sus hermanas. Terrible tener cinco años y ya saberse a merced de otro. Siempre.

El escondite es una novela ambiciosa y arriesgada. Azzopardi tiene un buen pulso narrativo, y el lector devora el texto, aunque éste contenga un pecado en su resolución. Hay como un vértigo, una necesidad al final por juntar piezas, que relaja al lector, pues encierra porqués injustamente decididos en medio de personajes que han crecido bien literariamente. Aunque para la vida estén rotos por el rencor y con el corazón atiborrado de mugre. Está ese pecado, pero me ha gustado leerla. La recomiendo.

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