TV-3 recupera la figura de Joan Peiró, anarquista y ministro republicano
Joan Peiró fue fusilado el 24 de julio de 1942 en Valencia. Hacía tres años que se había acabado la Guerra Civil y seis desde que, en esa misma ciudad, el dirigente de la CNT había jurado, estallada ya la contienda, el cargo de ministro de Industria del Gobierno presidido por el socialista Francisco Largo Caballero, en el que también participaron sus correligionarios Federica Montseny y Joan García Oliver. Peiró, que tenía a la sazón 55 años, murió profiriendo a sus ejecutores: "¡Soldados, ésta es la justicia de Franco!". El caso de este olvidado personaje de la historia reciente de España encaja a la perfección en la noche temática que hoy dedica TV-3 a La justícia i el franquisme. El eje de la programación especial es un documental, Joan Peiró i la justícia de Franco, dirigido por Xavier Montanyà (Granados y Delgado, Winnipeg), que recupera la figura de este líder obrero, trabajador del ramo del vidrio, analfabeto hasta los 22 años, condenado a muerte por no renunciar a su ideario, aunque en la sentencia del tribunal militar que lo juzgó se escribiera que su delito había sido el de "adhesión a la rebelión".
El documental mezcla imágenes de archivo -de Joan Peiró hay muy pocas y ningún testimonio de voz, lo que Montanyà atribuye al talante discreto del dirigente, poco dado a la notoriedad- con declaraciones de personas de su entorno, como sus hijos Guillermina y Josep, su nieto Germinal Belis, su amigo Zacarías Esteban, que tiene 105 años y la memoria intacta; de gente que lo conoció en distintas circunstancias, como Isidre Guàrdia, miembro de la CNT que coincidió con él en la cárcel de Valencia, y de Rosa Coromines, perteneciente a una acomodada familia de derechas que testificó a favor de Peiró durante su irregular proceso judicial, al igual que hicieron una treintena de testigos de descargo, todos ellos bien relacionados con el régimen. El documental incluye una impagable entrevista a Adolfo Rincón de Arellano, jefe provincial de Falange en Valencia en 1942, que proporciona uno de los momentos más ilustrativos para entender el dramático final de Peiró. Montanyà explica que el caso de Peiró debería "servir para recordar que existieron miles de personas que fueron asesinadas en sus mismas circunstancias".
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