Un escándalo en Europa
"No has escrito sobre el caso de Ahold", me dice el lector. "Y valdría la pena decir algo sobre el último escándalo, porque esta vez tiene lugar en Europa".
Es verdad. Después de una temporada de escándalos en Norteamérica, ahora parecen explotar aquí. De todos modos, no es el primero: antes tuvimos los de Vivendi, ABB, Elan, EM.TV, Comroad... Ya se ve que Estados Unidos no tiene el monopolio de la falta de ética contable.
Porque el caso es, al menos aparentemente, de falta de corrección en la contabilidad. Royal Ahold es un potente grupo holandés, el tercero del mundo en cadenas de supermercados, con ventas de 77.000 millones de euros en 2002. Fundado en 1887, conoció un importante crecimiento en los últimos años gracias a una agresiva política de compras de otras empresas (50 desde 1993). En España ocupa el número dos del ranking, con cadenas de supermercados (Supersol), hipermercados (Hiperdino), tiendas turísticas (Netto) y distribución a mayoristas (Cash Diplo).
Después de una temporada de escándalos financieros en EE UU, el caso de los descuentos de la cadena de supermercados holandesa Royal Ahold ha saltado a los medios
El asunto empezó hace unos días, cuando la empresa anunció "irregularidad contables significativas" en US Foodservice, una gran empresa norteamericana propiedad del grupo Ahold, que ocupa el segundo lugar entre las suministradoras de alimentos a hoteles, restaurantes, hospitales, etcétera. Esas prácticas contables irregulares dieron lugar a 500 millones de dólares de beneficios ficticios, procedentes, según parece, de los descuentos que los proveedores conceden a las cadenas cuando superan determinadas cifras de compras.
No hay nada irregular en esos descuentos. Lo irregular es contabilizarlos como ya ganados y cobrados meses antes de que acabe el periodo señalado para calcularlos. Es decir: como estoy seguro de que voy a vender más de lo previsto y, por tanto, tendré derecho a un futuro descuento, contabilizo ya ahora ese descuento como menor coste y, por tanto, como mayor beneficio. Y eso está prohibido tanto en la legislación norteamericana como en la europea. Además, las ventas han sido flojas en los últimos meses, y no es seguro, ni mucho menos, que los descuentos por volumen de compras lleguen a ganarse.
Esto nos puede poner sobre la pista de las causas más profundas de los problemas de Ahold. La empresa estaba consiguiendo unos resultados espectaculares, incluidos 23 trimestres consecutivos de crecimiento de sus beneficios con cifras de dos díg
itos. Se había endeudado para hacer frente a las adquisiciones de empresas y necesitaba mantener una buena imagen. En un momento en que el mercado flojeaba, parecía lógico que la dirección presionase para que se cumpliesen los objetivos de ventas y se mantuviese el crecimiento de los beneficios. Y también parecía lógico que los directivos intentasen cumplir esos objetivos, incluso haciendo trampas contables; primero, para ganar las generosas compensaciones que se les habían prometido (y que habían recibido en los años anteriores), y segundo, también para conservar su puesto de trabajo. Porque cuando las ventas caen, ruedan cabezas.
Al llegar a este punto, el caso se parece mucho a otros escándalos recientes: un cambio en las circunstancias del negocio que exige adaptar la estrategia y la natural resistencia -o incapacidad- de la dirección para asumir el cambio necesario. O quizá la disposición para asumirlo, pero la necesidad de tiempo para adaptarse al cambio. Ahold estaba negociando una línea de crédito de 3.100 millones de euros, imprescindible para hacer frente a la devolución de préstamos prevista para este año y el que viene. De hecho, el anuncio de la revisión de los beneficios a la baja se produjo el mismo día en que se dio a conocer el acuerdo para ese nuevo crédito. Esto sugiere que Ahold era consciente de que había algunos muertos en su nevera, que lo contó a los bancos y que éstos pusieron como condición para conceder el crédito sacar aquellos muertos y limpiar la contabilidad.
Pero el problema de fondo no es la contabilidad. Ese es un error muy extendido entre los diagnósticos que se han venido haciendo a las crisis empresariales de los últimos años. La contabilidad es sólo el reflejo de una situación económica, y ésta había empeorado, para US Foodservice, para todo el grupo Ahold y para el resto de las empresas del sector. Y lo peor que puede hacer un buen directivo es, primero, no prever ese cambio en el entorno, y segundo, no coger el toro por los cuernos y hacer frente a las nuevas circunstancias sin demora.
Pero aún hay otra dimensión más importante. En muchas de las empresas implicadas en los recientes escándalos se había desarrollado una cultura de beneficios crecientes a corto plazo y del éxito como razón de ser de un directivo -éxito medido por la cotización en Bolsa como único criterio-. De ahí al todo vale va sólo un paso. Los directivos de US Foodservice lo dieron, probablemente, hace unos cuantos meses. Y la alta dirección de Ahold no supo preverlo ni evitarlo.
Antonio Argandoña es profesor de Economía de IESE.
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