Un éxito de cartón
En el currículo de Javier Solís aparecerá que el día que debutó en Valencia cortó dos orejas y salió a hombros. Mas no se engañe el animoso novillero pacense, pues tales orejas fueron producto de un despiste generoso del presidente, mientras que su salida por la puerta grande sucedió con los tendidos vacíos. Es decir, nadie se quedó para reconocerle un éxito que, al fin y al cabo, fue más de cartón que de piedra.
Solís dio todo lo que pudo, lo cual tampoco significa que diera todo lo que tiene. Pero a su primer novillo, noble, con cierta calidad y con las fuerzas medidas para bien de novillero principiante, multiplicó las series de muletazos con rudimentaria concepción. Puso entrega, ánimo, pero novillo con tanta bondad exigía también algo más de gusto y torería.
Ruiz / Tejela, Solís, Miñarro
Novillos de Daniel Ruiz, el 4º fue sobrero, desiguales de presentación, pobres de cara, blandos y con escasa raza. El 2º, noble y excelente, fue el único que destacó.
Matías Tejela: entera caída (silencio); dos pinchazos y dos descabellos (silencio). Javier Solís: pinchazo y entera (oreja); estocada baja (oreja). José Luis Miñarro: entera (saludos); entera tendida (vuelta).
Plaza de Valencia, 11 de marzo. 3ª de Fallas. Media entrada.
En el quinto, y con la tarde dando bandazos, volvió a poner empeño. Este novillo, berreón en banderillas, manso y protestón, no merecía labor distinguida por fortuna para Solís. La faena, en este caso justificada, fue tan tesonera como opaca.
Matías Tejela, a cuatro días de su alternativa, pasó como de puntillas. Lejos de aparecer deslumbrante, como la ocasión pintaba, se dejó ver como un torero triste y desmotivado. En su primero, de tan buen fondo como manifiesta invalidez, anduvo por el ruedo desangelado. Cuatro bellos naturales no justificaron una faena que no tuvo repercusión. El cuarto bis se apagó muy pronto y el torero también. La faena fue un pulso a cuál de los dos ponía más por desesperar a la gente.
Novillada con tan poca raza y fuerza perjudicó a José Luis Miñarro, el más bisoño de la terna. El tercero, protestón y molesto, no le dejó asentarse y Miñarro anduvo irregular, sin acabar de llegar. El sexto, otro de los que mansearon en varas, se definió cuesta abajo. Empezó con aire y acabó desaseado. Miñarro se inició bien, dando distancia, para acabar ahogando al ya ahogado novillo.
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