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Columna
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Pequeño comercio

La mayoría de ciudades catalanas se caracterizan por el grano pequeño de una multitud de comercios que se alinean en las plantas bajas dando vida a las calles -la calle de Sants en Barcelona, la avenida y la rambla de Barberà en Sabadell, etcétera-, auténticos universos del comercio minorista. Este pequeño comercio, así como los mercados ambulantes y las ferias, no sólo mantiene el modo de vida de unos sectores sociales comerciales basados en economías familiares, sino que sirve de sistema de integración para que colonias de inmigrantes puedan iniciar sus redes de tiendas.

Pero mientras esta red de grano tan fino se va reproduciendo y transformando poco a poco, lo que realmente aumenta mucho más rápidamente son los grandes almacenes y las tiendas de franquicia. Paradójicamente, nuestras metrópolis han apostado por lo opuesto a su propia esencia: los centros comerciales, que se van construyendo continuamente, como el más reciente de Gran Via 2 en L'Hospitalet de Llobregat, de nuevo con una pésima arquitectura.

Ya lo manifestó la promotora del centro comercial de Diagonal Mar, la empresa Hines, con base en Atlanta, a través de su director ejecutivo, Jay Wiper, en una entrevista de Jon Springer: "Los centros comerciales no existían en Barcelona hace 10 años. El concepto de centros concentrados de tiendas dentro de la ciudad es relativamente nuevo porque la ciudad, al ser tan densa, presenta tremendas barreras para entrar. Esto es lo que más nos atraía. Encontrar un lugar donde poder construir un gran centro comercial urbano en Barcelona es casi imposible en la actualidad. Muchas de las ideas y formas de venta en los centros comerciales provienen de Estados Unidos. Hoy, la población de Barcelona está interesada en lo que se ve en todas partes. Las familias no quieren gastar tiempo en ir de compras cuando pueden estar realizando actividades de recreación con sus familiares. Poder llevar a los niños a un centro comercial concentrado, donde comprar, ver una película, estar entretenidos y divertirse se convierte en algo que combina los requerimientos básicos de la vida y de la compra con el entretenimiento familiar".

Ahora ya es público que el edificio del antiguo Sepu en La Rambla se ha estado reservando durante meses para que, por fin, pueda ser antes del verano una tienda de la multinacional Nike. No podemos negar que los Niketowns son espacios divertidos, con sus montajes de elementos deportivos como si estuvieran en un museo o un parque temático. Pero su capacidad de seducción no nos puede hacer olvidar la multitud de denuncias que recibe dicha empresa por no cumplir en los lugares de producción las normas internacionales. Lástima que un edificio tan emblemático y de situación privilegiada no haya pasado a ser público o a tener un uso que no sea el mero consumo, en este caso, de una marca internacional que cae fuera del comercio limpio y justo.

De esta manera va desapareciendo una parte de pequeños comercios y una serie de oficios relacionados con una economía modesta de la reparación y el reciclaje: zapatero remendón, tintorería, quiosco, encuadernador, carpinteros, traperos, anticuarios, afiladores, etcétera. En nuestra sociedad tan poco sostenible, todo es descartable, reemplazable y desechable; sólo priva lo nuevo y todo lo obsoleto -como el ordenador que tiene tres o cuatro años- se debe tirar.

En este contexto, por cierto, ¡qué poco ha hecho el Fòrum 2004, dedicado teóricamente a la sostenibilidad, para promover todo tipo de productos y elementos domésticos y urbanos que sean ecológicos y favorezcan el ahorro energético, tal como existen en otros lugares como Alemania o los países nórdicos! En esta dirección, el Plan 22@ se planteaba inicialmente con la intención de mantener y potenciar el grano pequeño de las viviendas, los comercios y talleres, pero la realidad es que las que se han iniciado son predominantemente grandes operaciones de firmas potentes.

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En esta situación, qué emblemáticas son las imágenes de losrecolectores de avellanas de la Unió de Pagesos enfrentándose a los guardias de seguridad de un centro comercial de Tarragona, que no les dejaba manifestarse y que sería uno de los causantes de la caída del precio de la avellana. En nuestra economía, el pequeño agricultor, la pequeña tienda, el grano pequeño de la sociedad, es arrasado por los intereses dominantes de las grandes empresas, cadenas comerciales y franquicias. De la posibilidad de ser artesano, agricultor o pequeño empresario se ha pasado sólo a la salida de ser un empleado con un contrato basura en una empresa comercial o parque temático.

Por tanto, aunque puedan aparecer nuevas tiendas, es mucho más relevante el proceso de sustitución de los comercios en ciudades como Barcelona, que cuando crean nuevos tejidos se basan mucho más en los edificios aislados que en la relación urbana entre la morfología de la edificación y la calle corredor. ¿Qué pequeñas tiendas se podrán instalar en la nueva Barcelona de la plaza de les Glòries, Diagonal Mar y el Fòrum 2004?

Con acierto, el proyecto de Centro de Historia Urbana en el Born propone instalar en su perímetro una especie de museo de las pequeñas tiendas que en su momento existieron y que han sido clave en las ciudades medievales y modernas, adosadas a iglesias, edificios públicos y mercados. Pero al mismo tiempo, esta propuesta puede interpretarse como el aviso de que el pequeño comercio urbano empieza a ser ya una pieza de museo. El proceso de sustitución de tiendas empezó con la instalación de las sedes de los bancos en las esquinas del Eixample. Ahora, cada vez que desaparece un viejo colmado o un pequeño café para que se instale una franquicia o una tienda de entretenimiento con productos multinacionales, la ciudad pierde y se empobrece su diversidad.

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