Pena de muerte con un juicio injusto
Tejas ejecutará mañana a un reo condenado en un proceso lleno de irregularidades
El juicio por el que mañana será ejecutado Delma Banks es un modelo de lo que no debe ser la justicia: un negro condenado por un jurado de blancos en un solo día, sin testigos directos, ni huellas dactilares o material genético que lo vincularan al asesinato de su amigo, y en el que los dos testigos de cargo eran delincuentes que admiten haber mentido, a los que la fiscalía pagó con dinero y exoneración de delitos de narcotráfico. A menos que en el último minuto intervenga el gobernador de Tejas, Rick Perry, acérrimo partidario de la pena de muerte, Banks morirá por inyección letal.
Incluso el ex director del FBI, William Sessions, ha intercedido por Banks ante el Tribunal Supremo. "La eficacia del sistema de justicia criminal será socavada si un acusado tiene que pagar con su vida por los errores de su abogado", señala Sessions en la apelación realizada conjuntamente con otros tres prestigiosos juristas de Estados Unidos.
El fiscal escribió el guión de los dos testigos, antiguos delincuentes que recibieron dinero por declarar
El abogado que defendió a Banks hace 23 años, Lynn Cooksey, confesó el día del juicio que no lo había preparado y además no hizo objeciones a la acusación, que potencialmente hubieran cambiado el proceso. Por ejemplo, cuando los fiscales eliminaron del caso a cuatro jurados negros Cooksey permaneció silente. "Actuó de acuerdo con el plan de la fiscalía. Si yo hubiera podido tener otro abogado, hoy sería un hombre libre", dijo Banks hace dos años.
A diferencia de los testigos de cargo que le delataron, Banks nunca había cometido un delito. Era un joven de 21 años de una familia modesta que había abandonado sus estudios para mantener a sus dos hijos. En uno de sus trabajos eventuales como camarero conoció a Wayne Whitehead y se hicieron amigos. El día de autos, el 12 de abril de 1980, fueron a una bolera en la ciudad de Texarcana y luego llevaron a casa a la novia de Whitehead en el Ford Mustang de éste. A la mañana siguiente, la policía encontró el cuerpo de Whitehead en un parque con dos tiros en la cabeza, e inmediatamente sospecharon de Banks. Pero no encontraban pruebas para formular cargos contra él. Nunca apareció el Ford Mustang, ni había testigos del crimen, ni huellas dactilares. El sheriff del condado de Bowie decidió entonces ponerle una trampa a Banks, y le mandó un informante, Robert Farr, que se hizo pasar por alguien que quería comprar un arma. Banks le llevó a comprarla a la casa de Charles Cook, el hombre con el que Banks había pasado casualmente el fin de semana posterior al homicidio. La policía irrumpió durante la venta y amenazó a Cook con meterle en la cárcel por delitos de droga a menos que cooperara, según confesó él mismo años después.
Cook se prestó a declarar que Banks había llegado a su casa con el Ford Mustang, sangre en la ropa y que además le confesó haber matado a "un joven blanco". Dijo además que le había pedido que se deshiciera del coche y de la pistola, y luego condujo a la policía hasta la supuesta arma homicida. Con la pistola, su testimonio y el del informante Farr, que dijo que Banks tenía previsto cometer otros asesinatos, a la fiscalía le resultó fácil lograr que el jurado de blancos le condenara a muerte.
En 1999, el caso dio un giro, gracias a la labor de un nuevo defensor y de varias organizaciones en contra de la pena de muerte. Cook confesó que la fiscalía había escrito el guión de su testimonio y el informante también reconoció que le habían pagado. A la vista de las nuevas pruebas, un juez federal anuló su juicio, pero una instancia superior restituyó la sentencia.
Tejas es el Estado que más ejecuciones ha llevado a cabo desde que se restableció la pena de muerte en EE UU en 1976. La de Banks será la número 300, y la novena en lo que va de año. Y hay otros 11 en lista de espera para los próximos dos meses.
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