El jolgorio de la guerra
LA DERECHA GENERA desconfianza. El PP nunca ha caído simpático a los españoles. Por esta razón perdió en el 93 y ganó por los pelos en el 96. Sólo la espiral negativa en que había entrado el PSOE le permitió llegar al poder. La primera legislatura, con el viento económico a favor, el PP la aprovechó para construir la imagen de un partido que aunque pudiera resultar antipático -a imagen y semejanza de su jefe- era eficiente. La eficacia le dio la mayoría absoluta. Pero se equivocó el que pensara que este éxito era una demostración de afecto de los ciudadanos. El PP seguía cayendo mal. Y el Prestige ha sido letal porque le ha quitado su principal activo. Desde entonces la eficacia del PP es un mito caído. Y sólo faltaba el AVE para redoblar el daño.
Este análisis del desencuentro que el PP y la sociedad española viven en este momento procede de las propias filas de la derecha. Es bastante certero. Pero, a mi entender, se queda corto. Porque deja de lado un tema central: la deshumanización del PP que la gestión del conflicto de Irak ha puesto en evidencia. Felipe González, el más rápido del lugar a la hora de desenfundar, lo dijo al instante. "¿Por qué aplauden una declaración de guerra?".
La imagen de los diputados del PP celebrando la votación de las resoluciones del Congreso a favor y en contra de la guerra es de las que quedan marcadas en el imaginario colectivo. Es probable que muchos de los señores diputados no fueran conscientes de lo que estaban haciendo. De haberlo pensado no lo habrían hecho. Acababan de votar una resolución hecha, como todo el mundo sabe, para que el Gobierno se sienta autorizado a acompañar a Estados Unidos en la guerra, con o sin aprobación de las Naciones Unidas, y festejaban la unidad del partido. Como si mantenerse unidos fuera más importante que ir a una guerra. La trampa que la oposición quiso tenderles imponiendo el voto secreto era ingenua, pero el PP cayó de pleno en ella. Y probablemente por el lado que la oposición menos esperaba: regalándoles una foto que hace daño. Se podría titular: el jolgorio de la guerra.
No es un hecho casual. Concuerda perfectamente con el modo con que Aznar ha liderado a la derecha en este proceso. Aznar ha justificado su estrategia contraria a la opinión mayoritaria de la población diciendo que España no podía quedarse "en un rincón de la historia", al lado de "los países que no sirven". La guerra como medio instrumental para ser alguien en el mundo. La guerra como pieza de una estrategia para conseguir el reconocimiento supremo de la primera potencia. Dejemos de lado la debilidad de los argumentos de Aznar, porque se desmienten por sí solos: ¿Por qué tanta gesticulación al servicio de Bush si Francia, Alemania y Rusia no sirven para nada? Vayamos a lo esencial: hay que tener una visión del mundo muy descarnada, en la que las personas de carne y hueso, la experiencia humana, el dolor y la vida, han desaparecido totalmente, para apuntarse a una guerra para mover a España del eje central europeo a la dependencia americana.
La argumentación de Aznar ha contaminado a los suyos. Puesto que la unidad era lo único importante, se olvidaron de la guerra. Y la festejaron como si fuera la final de la Copa del Mundo de fútbol. No, no todo son marcianitos y lucecitas en las guerras. Hay víctimas y muchas víctimas inocentes. No se puede jugar a estratega de salón a la hora de evaluar la proporción entre el mal que se va a evitar y el mal que se va a provocar. Puede que el gobernante, ante una situación de guerra, tenga tendencia a deshumanizarla, porque si tuviera la realidad a la vista no soportaría su propia decisión. Pero se empieza así, se sigue contaminando de deshumanidad a todo el entorno y se acaba reduciendo la guerra a un siniestro cálculo estratégico. Aznar se está abrasando en su propia guerra. Y va camino de arrastrar a un partido en el que sobran estadistas de mesa camilla que adulan en público al jefe, del que reniegan en privado, porque su promoción personal es más importante que la guerra.
Si estuviera en el lugar de la oposición, yo propondría una resolución parlamentaria que pidiera a Aznar que se vuelva a presentar en cumplimiento de su voluntad de asumir la plena responsabilidad de su política bélica. Igual los del PP pican y la votan. Últimamente caen en todas las celadas.
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