Cuestión de días
La decisión sobre la guerra contra Irak ya está tomada, a juzgar por las palabras de Bush. EE UU, el Reino Unido y, desgraciadamente, España, no están dispuestos a admitir el margen que planteó el jefe de los inspectores de la ONU, Hans Blix, ante el Consejo de Seguridad. Dijo que Irak no coopera activa y plenamente, pero también que las inspecciones finalmente están dando resultado y que necesitan más tiempo para cumplir su misión. No años, pero tampoco semanas. Blix pidió "meses", pues incluso si Irak colabora las verificaciones no pueden ser instantáneas. Y, sin embargo, es lo que pretende el campo de la guerra formado por Bush, Blair y Aznar. Tal como propuso el británico Straw, están dispuestos a una prórroga simbólica de 10 días a contar desde ayer: hasta el 17 de marzo. Este plazo se incorporará en términos de ultimátum a la nueva resolución que proponen. Pocas horas antes de la reunión del Consejo de Seguridad, el presidente norteamericano había hecho de fiscal, juez y ejecutor, independientemente de lo que decida la ONU. EE UU, afirmó, "no necesita permiso de nadie para defenderse"; es decir, en este caso para atacar.
Nadie negó ayer que Sadam Husein y su régimen han empezado a ceder por la presión de un posible ataque. Y tampoco que no ha cumplido completa, incondicional y activamente. Si realmente el plazo que se le da a Irak es hasta el 17 de marzo, no habrá tiempo para verificar el desarme y sólo quedará para demostrar una muy improbable "cooperación directa". EE UU pretende que la resolución se vote el próximo martes; Francia ya anticipó ayer que si es preciso ejercerá su derecho de veto para impedir que se imponga lo que su ministro de Exteriores define como "la lógica de la guerra". Alemania, por boca de Joschka Fischer, aseguró que "hay avances importantes que demuestran que el desarme pacífico es posible y que existe una alternativa real a la guerra". Resulta lamentable que la agenda militar de EE UU dicte el calendario diplomático de la comunidad internacional. El uso preventivo de la fuerza resulta inmoral, y sin aval del Consejo de Seguridad, ilegal. Puede desestabilizar toda la región y frustrar una experiencia de desarme pacífico en el preciso momento en que ha empezado a dar algunos frutos.
El informe de Blix -no así el de El Baradei, que fue totalmente positivo sobre la cuestión nuclear- se presta a diversas lecturas. Irak no ha cumplido la resolución 1.441, pero ésta tampoco fijaba plazos. La 1.284 (de 1999) a la que se refirió el jefe de los inspectores, sí: 120 días, el calendario que proponía Francia y que De Villepin está dispuesto a revisar a la baja. Pero no para el 17 de marzo, un auténtico ultimátum al Consejo de Seguridad para obligar, como dijo Bush, a que sus miembros "enseñen sus cartas y dejen claro de qué lado están". Es ésta una coacción insufrible contra la que, justamente, se rebelaron ayer países como México y Chile al pedir a los miembros permanentes que se pongan de acuerdo entre ellos y recompongan la unidad del Consejo de Seguridad. Su desunión no beneficia siquiera a Sadam Husein, pues la decisión de ataque está tomada. Perjudica al conjunto del mundo, incluso a EE UU, aunque Bush y sus halcones estén convencidos de lo contrario.
Bush salpicó toda su intervención de referencias a la lucha contra el terrorismo, la mejor forma de justificar la guerra contra Irak, aunque nada vincule a Sadam con Al Qaeda. Powell fue más comedido en el Consejo de Seguridad, se ciñó a los incumplimientos de Irak. Ana Palacio fue prácticamente la única que, en su exceso de celo, vinculó de nuevo a Irak con el terrorismo. La ministra española consiguió una vez más hilvanar un discurso más duro que el de Powell. Escuchar en boca de una ministra española en Naciones Unidas que "no admitimos más juegos de Sadam Husein", no dejaría de sonar a farsa si no fuera porque están en juego miles de vidas humanas. El Gobierno de Aznar ha decidido acompañar a Washington en el camino de la guerra preventiva en vez de aprovechar su posición internacional para tratar de moderar el contenido de las resoluciones de Naciones Unidas.
La sombría intervención de Bush en la noche del jueves estaba destinada a prevenir lo que pudiera pasar en el Consejo de Seguridad y a preparar al pueblo de EE UU y al mundo entero ante la inminencia de la guerra, con o sin resolución de la ONU. Ayer, en un Consejo de Seguridad dividido, el representante sirio pudo expresar las preocupaciones del mundo árabe y musulmán. La Unión Europea no pudo hacerlo, pese a la presencia de cuatro países miembros. Francia y Alemania pedían más tiempo para los inspectores mientras que la singular alianza entre España y el Reino Unido militaba en el lado del ultimátum y, por tanto, de la guerra.
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