¿Un Stalingrado en el Tigris?
Nos dicen que el plan de guerra de Sadam Husein consiste en hacer fracasar una invasión dejando que las fuerzas estadounidenses y británicas avancen hasta Bagdad para, una vez ahí, atraparlas en una lucha en las calles lenta y sangrienta hasta que se den por vencidas y emprendan la retirada. El sistema de seguridad cotidiano de Sadam para Bagdad ya incluye el núcleo de una fuerza defensiva urbana, la Guardia Republicana Especial, cuyos 13.000 hombres son las tropas más disciplinadas y mejor equipadas de Irak. No está claro cuántos luchadores en las calles podría obtener Sadam de sus cinco cuerpos de seguridad separados y enfrentados, cuyos 25.000 a 30.000 hombres están distribuidos por todo Irak: Al Amn al-Khas (Servicio de Seguridad Especial), con 5.000 hombres; Al-Mukhabarat al-Amma (Dirección General de Información), con 4.000 hombres; Al Istikhbarat al-Askariya (Servicios de Inteligencia Militar), con 5.000 hombres; Al Amn al-Askariya (Servicio de Seguridad Militar), con 5.000 hombres, y el Mudiriyat al-Amn al-Amma (Servicio de Seguridad General), con 8.000 hombres. Pero si es un gran número lo que busca, puede también obtenerlos de los Fedayin Sadam, organizados por sus hijos, con más de 15.000 hombres reclutados entre las tribus de confianza. Por supuesto, para números realmente grandes, existe el Jaish al-Shaabi (Ejército Popular), una milicia del partido que cuenta por lo menos con 150.000 hombres y mujeres alistados sólo en Bagdad.
Las cifras son impresionantes, pero cada una de estas unidades tiene tremendas deficiencias. La enorme milicia del partido está compuesta básicamente por civiles sin entrenar con armas cortas que apenas saben usar; la mayoría no dudará en huir a la desbandada tan pronto como se vea bajo el fuego, o más probablemente antes. La lucha en las calles requiere un entrenamiento, una cohesión y un liderazgo aún mayores que el combate en campo abierto; incluso en la heroica Stalingrado, la milicia de los obreros se hundió en los primeros instantes de la batalla. Las cinco diferentes ramas de la policía secreta contienen muchos oficinistas, verdugos y torturadores, pero no demasiados soldados entrenados que de verdad puedan luchar con la suficiente habilidad para producir bajas. En cuanto a los Fedayin Sadam, son rufianes de pueblo con escasa formación de combate y por tanto inútiles contra tropas de primera clase, y ni siquiera tienen la ventaja de estar familiarizados con Bagdad. Ninguna de estas deficiencias es válida en la Guardia Republicana Especial. Se supone que sus hombres son especialmente leales, ya que en su mayoría han sido reclutados de la propia tribu Al-Bu Nasir de Sadam y de su región natal cerca de Tikrit. Pero también son una verdadera guardia pretoriana, igual que sus predecesores romanos, con mejores uniformes, una paga mucho mejor que la de los soldados corrientes y, al mismo tiempo, oficiales demasiado próximos a las intrigas de la política palaciega de Irak como para mantener una devoción irreflexiva e inflexible por Sadam. Bastantes han sido ejecutados en el pasado por conspirar contra Sadam, y no todos eran inocentes.
Pero, naturalmente, Sadam puede atrincherar en Bagdad a las fuerzas mucho mayores de su guardia republicana. Sus 10 divisiones de militares de carrera, con al menos 100.000 hombres, están mejor entrenadas y mejor armadas que el Ejército profesional, cuyas fuerzas de reclutamiento son ahora más débiles todavía que en la primera guerra del Golfo de 1991, cuando trataron a duras penas de resistir antes de rendirse. En cambio, las divisiones 1ª Hammurabi, 2ª Al Medina, 3ª Tawakalna y 6ª Nebuchadnezzar de la Guardia lucharon todas contra las fuerzas del Ejército estadounidense que avanzaban. Pero a pesar de toda su categoría de élite, los efectivos que manejaban los carros de combate y las piezas de artillería de la guardia carecían de capacidad suficiente para mantener su posición o causar bajas. Por supuesto, las fuerzas estadounidenses tenían mejor equipamiento, pero unas fuerzas bien entrenadas pueden compensar las desventajas técnicas al menos en parte, si no para ganar la batalla, al menos para aumentar las bajas del enemigo. La mitad de las divisiones de la guardia son fuerzas ligeras con más soldados de a pie para la lucha en las calles (8ª Especial, 4ª Al Faw, 5ª Bagdad, 6ª Nebuchadnezzar y Al Abed), pero el resto son acorazadas (Al Medina, Al Nida) o mecanizadas (Hammurabi, Tawakalna, Adnan) y, por tanto, dependen para sus tácticas de los carros y los vehículos de transporte de tropas, que constituyen un blanco demasiado fácil para las armas de precisión actuales como para sobrevivir demasiado tiempo.
Es difícil creer que la población de Bagdad, que ha sufrido durante tanto tiempo, con su mayoría de shiíes marginados y con al menos un millón de kurdos desafectos, permanezca indiferente ante la llegada inminente de las tropas estadounidenses y británicas. Un levantamiento espontáneo que les entregara la ciudad sin lucha es demasiado suponer mientras los ciudadanos sigan temiendo la posibilidad de que Sadam se las apañe para sobrevivir y les castigue con su legendaria brutalidad, y mientras sus policías sigan estando visibles, al frente de sus funciones, en lugar de ponerse a salvo huyendo. Pero la persecución en los barrios de torturadores e informantes podría empezar pronto; un clima palpablemente hostil podría desalentar a la guarnición defensiva, induciendo a las deserciones mientras que, por el contrario, es totalmente improbable que los miles de rifles distribuidos por el partido Baaz se usaran para luchar activamente por el bien de Sadam.
En cuanto a los temores de algunos analistas militares occidentales de que se produzcan bajas elevadas, está la poderosa prueba que vemos tristemente casi todos los días en las luchas que tienen lugar en Gaza entre las tropas israelíes y un número mucho mayor de palestinos armados. Éstos tienen mucha más experiencia de combate en las calles que los soldados iraquíes y sin duda son valientes; evidentemente, están dispuestos a luchar y a morir. Sin embargo, los israelíes, verdaderamente bien entrenados, sufren muy pocas bajas, a pesar de tener que moverse en calles estrechas y callejones angostos, con un uso de su potencia de fuego no tan libre como el que tendrían las tropas estadounidenses y británicas en Bagdad.
Edward N. Luttwak es miembro directivo del Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos de Washington.
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