La UPV acoge en Vitoria una selección de grabados con París como referencia
La muestra reúne 65 piezas de autores como Picasso, Matisse, Julio González o Tàpies
París ha ejercido una irresistible atracción en generaciones de artistas españoles desde hace al menos dos siglos. Buena prueba de ello es la exposición París y los grabadores españoles, que presenta el campus alavés de la UPV en su Pabellón Universitario (Los Apraiz, 1) desde ayer y hasta el próximo 28 de marzo.
La muestra reúne 65 estampas propiedad de la Universidad de Cantabria y pertenecientes al legado del grabador Doroteo Arnaiz (Madrid, 1936) a esta institución. A partir de ellas, se puede recorrer siglo y medio de grabado, desde las obras humorísticas de Honoré Daumier a las consideraciones del Equipo Crónica, en un itinerario en el que no faltan Toulouse-Lautrec, Regoyos, Picasso, Tàpies o Saura.
El planteamiento de la exposición es cronológico. Comienza con algunas aportaciones del siglo XIX, cuando el grabado tenía un sesgo marcadamente crítico. Ilustradores como Paul Gavarni, Daumier o Theophile Steinlen realizaron obras en las que esas preocupaciones quedaron patentes. Eran escenas en las que había apuntes de caricatura, acompañados de un pie jocoso.
Pero aparte de esa tendencia, hay otras vías de expresión gráfica, como el orientalismo, ese gusto por lo exótico que caracterizó a Toulouse-Lautrec, quien se inspiró en estampas de artistas japoneses del siglo XVIII como Hokusai, también presente en la muestra. Otra de las vías de expresión de aquel XIX fue el paisaje. Camile Pisarro y Berthe Morisot son ejemplos de lo que el Impresionismo aportó a esta práctica: el gusto por lo evanescente.
Vanguardia
Los artistas españoles se adhirieron a estos postulados en buena parte. Ahí están las aportaciones de Mariano Fortuny, Tomás Campuzano o Darío de Regoyos, quien se suma a la tendencia orientalista con su panorama de un viaje a Tánger en 1887.
Pronto llegaron las vanguardias. A principios del siglo XX, París ya es un referente imprescindible, tanto que llega a formarse la Escuela de París a partir de los creadores españoles que van llegando a la capital francesa. Comparten preocupaciones con Matisse o Chagall, presentes en la muestra junto con Picasso o Julio González. Éste último se dedicó plenamente al dibujo y a la pintura en sus comienzos en París, aunque la fama se la han dado sus esculturas. Su grabado expuesto, de fecha tardía dentro de su etapa como dibujante, demuestra que las vanguardias no estuvieron tan lejos del legado clásico.
Buen ejemplo de ello es también la aportación grabadora de Picasso, aunque en este caso la obra exhibida, Botella y uvas, es ya de su época cubista. Picasso ejerció además un reconocido magisterio en otros artistas españoles de su generación como Celso Lagar o Francisco Bores, de quien se ofrecen seis xilografías creadas entre 1923 y 1925.
La exposición termina con una referencia a los creadores que han trabajado desde 1945. Tàpies, Clavé, Guinovart o Saura son algunos de los que investigaron en el grabado y abrieron nuevos campos de trabajo.
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