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Columna
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Presos en la UPV

La Universidad del País Vasco, en connivencia con el nacionalismo gobernante, alimenta un perverso sistema basado a partes aproximadamente iguales en privilegios para los presos y amenazas a los profesores desafectos que permite que los etarras encarcelados cursen estudios universitarios en condiciones tales que obtienen, de manera injusta, resultados académicos sospechosamente sobresalientes; hasta el punto de que, una vez cumplida su pena -¿con la inestimable ayuda de unos jueces de vigilancia penitenciaria complacientes?- logran ocupar plazas de profesores en esa misma Universidad.

Ésta es, despojada de los calificativos ofensivos, las hipótesis descabelladas y las alusiones personales que la acompañan, la tesis que desde hace unas semanas chapapotea en tertulias y mentideros presuntamente informativos. Así, tal cual, con un par y sin el menor matiz o la más elemental cautela. Y tanto chapapotea que, según se anuncia, va a ser el detonante que impulse severas medidas destinadas a eliminar de raíz esa situación.

Me van a permitir compartir con ustedes mi propia experiencia como profesor de esa sufrida UPV, por tantos y tan distintos maltratada, que ha tenido en sus listas de alumnos a presos de ETA, la mayoría, y del GRAPO, alguno, y que en varias ocasiones ha viajado a diversos centros penitenciarios con el fin de realizar las tutorías pertinentes. Supongo que si otros compañeros cuentan otras cosas será porque también esas otras cosas ocurren. Antes de nada hay que decir que la UPV es, a diferencia de la UNED, una universidad presencial, lo cual supone sin duda una importante cuestión técnica sobre la que nadie, ni defensores ni detractores del actual sistema, dice nada. ¿Está la UPV preparada para responder eficazmente a las exigencias derivadas de cursar, en la práctica, estudios a distancia? Pero, a partir de ahí, estudiar desde la cárcel es cualquier cosa menos un camino de rosas.

Para empezar, los presos tienen vetado, por razones obvias, cursar licenciaturas experimentales, es decir, aquellas que exigen la realización de prácticas en laboratorios, ya sean estos científicos o tecnológicos. Los materiales (programas, apuntes, libros) generalmente llegan con gran retraso y su posesión se ve limitada. La utilización de material informático (ordenador e impresora) no está garantizada, y no son pocos los casos en los que, sin razón aparente, tal utilización se ve repentinamente suspendida. Los profesores que realizan las visitas de tutoría deben someterse al régimen de visitas vigente (en cuanto a horarios, criterios de acceso, controles de seguridad, etcétera) y, en la mayoría de las ocasiones, las condiciones en las que se realiza la entrevista con el alumno dejan mucho que desear: en un locutorio desangelado, separados por barrotes y mampara de cristal, advertidos de que la conversación está siendo grabada o en presencia de funcionarios. En contadas ocasiones las entrevistas tienen lugar en una sala de estudios o en la biblioteca del centro, pero en general no es así.

Ésa es mi experiencia. En cuanto a los expedientes exageradamente brillantes de estos estudiantes presos, de nuevo sólo puedo hablar desde mi experiencia: más de la mitad de los alumnos presos matriculados en mis asignaturas no se presentan a la evaluación; quienes sí lo hacen, en general realizan unos trabajos (similares a los que han de hacer los alumnos normales) superiores a la media. ¿La razón? No es ningún misterio. Hasta ahora (empieza a cambiar el perfil) son personas adultas, interesadas, con recorrido ideológico y dedicación casi exclusiva. Si han de realizar un trabajo, nunca preguntan "¿cuántas páginas?" y son capaces de redactar sus textos con enorme corrección.

Como he señalado más arriba, el carácter presencial de la UPV plantea serias dificultades para que en la misma cursen sus estudios personas presas. Por cierto, tampoco estaría de más revisar el sistema de la UNED para estos alumnos. Pero me da la impresión de que no es de estos asuntos de los que se está discutiendo.

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