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LA ENSEÑANZA DE LA HISTORIA

Ni textos "españolistas" ni "nacionalistas periféricos"

Ni "españolismo" ni "nacionalismos periféricos". Los historiadores defienden que los alumnos de secundaria conozcan su historia local, pero siempre que ésta no se separe de la historia de España y entronque con una visión general de Europa y de la historia universal. Algunos historiadores señalan que la enseñanza de la historia se ha querido utilizar, a veces, como instrumento de persuasión nacionalista. "En ocasiones se ha insistido más en defender una identidad propia en vez de hacer una comprensión crítica para entender a los otros", señala el catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza Carlos Forcadell. Y el catedrático de Historia Contemporánea de la UNED Javier Tusell, señala: "Una de las características de España es su pluralidad, aunque también es cierto que España se ha sentido siempre una unidad dentro de esa pluralidad". Por eso, Tusell advierte del peligro de "un excesivo españolismo y no sólo de vasquismo". Las comunidades con lengua propia fijan el 45% de los contenidos de la asignatura, y las que que no, el 35%.

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La historia, una materia por definir

Hace tres años, la Real Academia de la Historia criticó duramente la "tergiversación" de la enseñanza de esta disciplina que se detecta sobre todo en las comunidades con lengua propia. En un informe, la Academia tachaba la visión que de la historia ofrecen los textos de ESO y bachillerato de "parcial, sesgada e inexacta".

Sin tergiversación

Un año más tarde, un análisis en profundidad del contenido de los libros de texto sobre historia de España en estos niveles educativos, realizado por la Fundación Jaume Bofill, desmentía rotundamente las tesis del polémico informe de la Academia. El trabajo de esta entidad independiente, que examinó 155 libros de texto (el 80% del total), demostró que el tronco común de la historia de España estaba debidamente documentado en todos los libros.

Durante los años cincuenta y sesenta, la historiografía fue muy nacionalista, imperaba el adoctrinamiento patriótico. Sin embargo, en 1970 este modelo quedó superado y comenzó una historiografía de corte marxista que ponía el acento en lo económico y en lo social. A partir de mediados de los ochenta y hasta la actualidad, las cosas han cambiado e impera una historiografía más interesada en lo político -donde el Estado juega un papel fundamental en la vida de los individuos- y en lo cultural.

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