"Trato de entender las cosas con la imaginación"
Lo que resulta extraordinario de V. S. Naipaul es la variedad que demuestra en sus 26 libros. Nadie que no lo supiera reconocería al autor de Media vida, su novela más reciente, en las divertidas y cariñosas descripciones de su Trinidad natal contenidas en El sanador místico y Una casa para el señor Biswas, escritas hace más de cuarenta años. Considerado por muchos como el principal escritor vivo en lengua inglesa, posee otra característica poco frecuente: ha escrito tantos libros de ficción como de no ficción, y ha sido igualmente elogiado por los dos géneros.
Media vida, su último libro traducido al español, reúne muchos de los temas que han fascinado a Naipaul durante sus 70 años de vida, una vida dedicada -casi hasta excluir todo lo demás- a escribir. La novela es corta pero, en un triunfo de concisión y dominio, abarca 100 años y lleva al lector desde la India hasta Londres y luego a una colonia africana sin nombre, al borde de la independencia.
"Hay que recordar que al principio no tuve ningún éxito, así que tenía libertad para trabajar como quisiera"
"La no ficción puede ser irracional, pero en la ficción hay que esforzarse para que haya un sentido"
La entrevista con EL PAÍS, en su hogar de la campiña inglesa, a orillas del río Avon, dura dos horas. Siempre cortés, apasionado y serio con su arte y los países sobre los que ha escrito, habla con el acento de la clase alta inglesa. Habla español bien y lo lee a la perfección, puesto que lo estudió, hasta alcanzar un alto nivel, en el colegio.
PREGUNTA. ¿Qué siente cuando se lee en español?
RESPUESTA. Creo que Flora Casas es una buena traductora, muy buena. Su español tiene una gran fuerza. Recuerda un poco al español de los siglos XVI y XVII. Profundo, enérgico y conciso. La razón de que me guste ver las traducciones es que me resulta muy difícil leer mis obras en inglés. Si me presentan un texto en otra lengua, me imagino que estoy leyendo un libro de otra persona.
P. Cuando acaba de escribir un libro, ¿no quiere volver a verlo?
R. Lo que quiero decir es que a un escritor le resulta muy difícil leer su propia obra. No puede, porque está demasiado cerca para poder juzgarla. Sólo es más fácil una vez que ha pasado un gran periodo de tiempo, digamos 30 o 40 años. Entonces la puede leer con cierta distancia, pero yo leo mis libros con el corazón en un puño, dispuesto a ver si tropiezo en ciertos lugares. Y, si no tropiezo, siento un alivio inmenso.
P. Media vida reúne asuntos de los que se ha ocupado siempre: hay ecos de sus ensayos sobre Costa de Marfil, sobre Mobutu y el Congo, y de las novelas situadas en África como A Bend in the River o En un estado libre. ¿Cómo decide cuándo emplear la ficción y cuándo la no ficción?
R. Son dos herramientas totalmente distintas. A Bend in the River la escribí después de visitar el Congo, después de aquel ensayo sobre Mobutu, y utilicé prácticamente las mismas notas. Pero las notas para la obra de no ficción se podían usar tal como estaban. No había que explicar nada. Sólo había que establecer una pauta a partir de lo que había visto. Sin embargo, al escribir ficción, tiene que existir una lógica interna. Uno debe tener personajes y una narración con un lógica que tal vez no exista en la vida real. No puede ser irracional. Se puede ser irracional en la no ficción, pero en la ficción hay que esforzarse para que tenga sentido. Debe haber lógica, orden, desarrollo: en eso consiste la narrativa. Porque la narrativa tiene una cualidad moral. Cuenta con una escala de valores, según la cual, si ocurre eso, éste es el resultado, y luego éste, y luego éste. Si uno escribe sobre Mobutu como dirigente político para un ensayo no necesita hacer eso. Sólo tiene que describir lo que ve. Es más, la locura puede formar parte de la historia. Yo escribí dos libros: Guerrillas trataba de un asesinato que luego tuve que reconstruir y rehacer de una forma totalmente distinta al asesinato real.
P. Sé que tuvo dificultades...
R. Sí. Estaba preocupado. Y un día se me ocurrió. En otoño. Estaba quemando unas hojas. Llevaba un par de meses con la novela, intentando convertir la historia en ficción, y de pronto vi cómo había que hacerlo.
P. ¿Se le ocurrió?
R. Se me ocurrió. Bueno, llevaba semanas pensando en ello.
P. En el prefacio a El Negro del Narcissus, Conrad dice que un escritor -"un escritor que aspira a la condición de arte"- tiene que ser "merecedor y afortunado".
R. Sí, fui merecedor y tuve ese momento de buena suerte.
P. ¿Siempre sucede así? ¿Incluso cuando está inmerso en escribir un libro?
R. Todos los días, al escribir, debe haber alguna sorpresa. La escritura no debe estar muerta jamás. Nunca debe limitarse a seguir lo que uno cree que tiene que hacer según su esquema. Uno siempre tiene que soprenderse al ver hacia dónde le lleva.
P. ¿Y si no?
R. Si no, la escritura se vuelve un asunto mecánico y resulta seca y rígida, no tan verdadera como podría ser. Porque esa ficción de la que habla Conrad no es una cuestión estrictamente de lógica filosófica. Tiene que ver con la conducta humana. Tiene que ver con aquello que nos hace detenernos y reflexionar. Todo lo que he escrito ha tenido ese elemento de sorpresa para mí. Por eso, al acabar, siempre tengo la sensación de que he aprendido un poco más, de que soy un hombre cambiado, alterado por lo que he escrito. Y el cambio se produce porque he asimilado la experiencia de una forma inesperada. Hay una forma de procesar las cosas cuando las veo y pienso que voy a escribir sobre ellas. Luego empiezo a escribir y durante el proceso cambia, y eso me transforma a mí.
P. Hablemos de Media vida. Empieza en primera persona, a través del padre del protagonista; después, cambia de lugar y sitúa la narración en tercera persona; y, en el último tercio del libro, vuelve la primera persona, desde la perspectiva del protagonista. ¿Por qué?
R. Me salió así. Y yo me fío del instinto. De mi intuición. No había ningún plan elaborado.
P. Pero luego tuvo que pensar en algún plano racional, más allá de la intuición, que era lo correcto.
R. No, no lo pensé. Lo vi como pura narración. Que en realidad es una forma infrecuente de narración, aparte de la persona. Los grandes acontecimientos se tocan muy deprisa y están, como si dijéramos, fijados en un cuadro muy brillante, que es como escribo siempre. Pero yo me guío por la intuición. Porque lo que he logrado estudiar y desarrollar en todos estos años es esa capacidad narrativa. Un libro como Al límite de la fe tiene 30 relatos, 30 personajes. Y las historias son diferentes, la técnica es distinta para cada una. Me gusta rendirme a distintas formas de narrar. En vez de la narración habitual en tercera persona, ya sabe, en la que hay un poco de descripción, un poco de diálogo. Yo no puedo hacerlo. Me gusta que la narración se adapte al material.
P. Ha hablado de Guerrillas y de que narró la misma historia en no ficción y ficción. El ensayo sobre Mobutu y A Bend in the River, lo mismo. ¿Por qué hacer los dos?
R. En aquellos días, en 1975, fui a África, The New York Review lo pagaba, creo que The Sunday Times lo pagaba, así que necesitaba tener el dinero para viajar y entregar un producto a cambio. Cuatro años después, ya había digerido el material de otra forma y decidí revisarlo. Normalmente hay un lapso de tiempo. Guerrillas lo escribí en 1973 o 1974. Lo tenía más próximo porque la investigación, probablemente, era del año anterior. Es cuestión de revisar el material, dejar que juegue con uno y sentir que necesitaba ampliar el artículo.
P. Una idea a la que vuelve usted mucho es la que queda muy bien expresada en una frase de Conrad que cita en su ensayo sobre Mobutu y el Congo...
R. Es un hombre muy sabio, ¿verdad?: ésa es la gran virtud de Conrad. Es un maestro de la narración, un maestro de la imaginación y, al mismo tiempo, tiene esa inmensa sabiduría sobre la conducta humana y sabe expresarla.
P. A propósito de los europeos en el Congo, a finales del siglo XIX, Conrad habla, en la cita a la que me refería, de "la conquista de la tierra sin que la redima una idea...".
R. ¡Ah, sí, Dios mío!
P. "...y la fe desinteresada en la idea".
R. ¡Ah, sí, Dios mío!
P. Son palabras mayores.
R. Palabras mayores. Y, si va a Latinoamérica... Yo asocio los dos países, el Congo y Argentina, en el ensayo que escribí sobre Argentina. Déjeme ver si encuentro el fragmento. . "Aquí la tierra es algo que hay que trabajar. No es un objeto de belleza; no se ha visto consagrada por el cine, la literatura o el arte, ni por la vida de unas comunidades arraigadas. La tierra, en Argentina -como oí decir a un banquero suramericano de otro país-, sigue siendo sólo una mercancía. Es una inversión, un parapeto contra la inflación". Y continúa hablando del imperio español y el famoso "obedezco pero no cumplo". .
P. Esos europeos en África que describe Conrad recuerdan a Media vida y los amigos del protagonista, Willie, durante su estancia en África. Gente desarraigada.
R. Es un tema que me fascina. Lo toco en Al límite de la fe cuando hablo de la tierra, y me refiero a la gente del nuevo mundo que dice que quiere encontrar historia y viene al viejo mundo a encontrarla; lo que en realidad busca son lugares sagrados, porque la tierra del nuevo mundo no ha sido consagrada. Creo que cuando uno nace en un lugar remoto como yo, en una pequeña plantación, estas ideas le acompañan toda su vida. La idea de la tierra no consagrada. Sólo es sagrada para la gente del lugar, es decir, los indígenas, que no existen en un sitio como Trinidad.
P. Se ve en libros suyos como The crocodiles of Yamoussoukro, en el que unos camareros africanos hacen de parisienses en el restaurante francés cuando está el dueño y, cuando se va, cambian de actitud. Se ve que viven sus vidas mitad y mitad.
R. Sí. Pueden cambiar de identidad, cambiar el contexto de su vida.
P. También escribe sobre esa parte de las vidas africanas que pertenece a la noche, que es imposible de entender para quienes no formamos parte de ellas...
R. No podemos entenderlo. Ya escribí un libro sobre la esclavitud en Trinidad titulado La pérdida de El Dorado. Las revueltas de esclavos producidas en Trinidad en 1805 estaban directamente relacionadas con esta idea africana, el mundo de la noche, el momento en el que los valores diurnos y la autoridad diurna se revocaban o se invertían. Pero es un concepto difícil de abarcar, el hecho de que de noche cambien el mundo y la autoridad: el hombre que gobierna de día se vuelva esclavo de noche y el esclavo se vuelva amo. Es una especie de religión intensa, ¿no? Es como el cielo cada noche.
P. ¿Quizá esta idea nos ayude a entender por qué en África, por un lado, se ve ese frenesí capaz de generar matanzas terribles pero, por otro, una extraordinaria capacidad de reconciliación?
R. Exacto. Lo que ocurre es que, cuando voy a esos lugares sólo intento entender esas cosas con la imaginación. No puedo hacerlo de forma más profunda. No puedo hacer más. Sólo puedo observar e intentar entender. Y me parece que el motivo por el que lo que yo hago es distinto a lo que hacen otros es que otros prefieren no verlo, porque tendrían su propia concepción de África, y estarían escribiendo una especie de tesis. Algo en lo que apoyar esa tesis, que les supondría un problema intelectual. Sólo puedo intentar entender. Intentar intuir.
P. Lo que más impresiona de sus libros de viajes es precisamente eso. Esa honradez que se transmite en el hecho de no querer acomodar las cosa a nociones preconcebidas. ¿Cómo lo hace? Porque es evidente que tiene sus nociones preconcebidas...
R. No las tengo. Compréndalo, es mi historia. ¿Qué voy a decir? Cuando era niño, me era muy difícil leer libros ingleses porque no tenía los puntos de referencia. Crecí de una forma inocente y, como en una colonia no se podía ejercer el poder político, crecí sin estar politizado. Voté por primera vez aquí, en 1983. No me interesaba la política inglesa. Así que me lo perdí. Me perdí todas las opiniones, me perdí toda la angustia de 1968. Me perdí la guerra de Vietnam. Nunca leía sobre Vietnam en el periódico. Como Willie, cerraba mi mente a los grandes asuntos.
P. ¿Así que veía el mundo con cierto candor?
R. Así que no tenía prejuicios. Eso es. No tengo prejuicios. Nadie me los transmitió. Nunca fui comunista, nunca fui ninguna de esas cosas. Cuando era joven, estaba demasiado ocupado aprendiendo a escribir. Lo más importante para mí era la escritura. Perfeccionar el oficio. Conseguir narrar bien. Hacerlo lo mejor que pudiera. Dedicaba mi energía a escribir, y hasta bastante tarde no empecé este otro tipo de viajes, para observar fríamente. Porque eso es otra cosa que siempre he hecho: nunca he leído sobre un lugar sin haber viajado antes a él. Así que todos mis descubrimientos en el Congo, la ciudad de Stanleyville, todo aquello, me resultó nuevo y emocionante.
P. Con un sentimiento de asombro.
R. Eso es. Sí. Después leía. Pero, en su momento, todo me causa una impresión muy nueva... Es mejor empezar fríamente y escribir lo que se ha visto. Si el conocimiento aumenta de forma gradual, entonces los textos también tienen esa misma validez.
P. Dice que dedicó aquellos primeros años a aprender a escribir. ¿Eso cómo se hace? Es una pregunta peliaguda, pero ¿cuáles son los elementos esenciales?
R. Tener que seguir avanzando. Hay que seguir avanzando. Ser escritor es no escribir sólo un libro. O dos, o tres. Es seguir una y otra vez. Y entonces, el material al que uno había recurrido para los primeros libros se agota, y hace falta echar otra ojeada al mundo. Y eso necesita una escritura fresca. Es decir, la carrera de escritor está llena de brechas. Siempre hay que aprender cosas nuevas. Igual que Media vida está escrito con un estilo nuevo. La narración es distinta a todo lo demás que he hecho. Y lo que estoy intentando hacer ahora es otra cosa distinta. Sigo avanzando. No he dado con una forma y la he explotado. No he encontrado, como si dijéramos, un estilo, o una forma de escribir una novela, y luego he hecho variaciones sobre ella. Todo ha sido distinto. Y hay que recordar que, al principio, no tuve ningún éxito, así que tenía mucha libertad para trabajar como quisiera. Si hubiera tenido éxito, supongo que habría querido repetir lo que había hecho. Pero pude hacer mi trabajo. E iba aprendiendo.
P. Hay una evolución notable desde aquellos primeros libros sobre la vida en Trinidad, muchas veces llenos de humor, como El curandero místico y Una casa para el señor Biswas, y los que ha escrito más recientemente, Al límite de la fe o Media vida. Distintos planetas literarios.
R. Sí. Porque tenía que seguir avanzando. Estaba alejado de mi niñez, en el tiempo y en el espacio, y agoté aquel material y mi escritura tuvo que reconocer dónde vivía y en qué mundo me movía. No podía tener la pretensión de volver a aquel mundo estático todo el tiempo, porque aquel mundo también estaba cambiando. Algunas personas prefieren escribir sobre sus primeros años sin cesar, pero yo tuve que asimilar dónde estaba en Inglaterra, tuve que asimilar el mundo. Y todo eso necesitaba una nueva forma de escribir.
P. ¿Por qué lo llamó Media vida?
R. Me costó mucho el título. Y al final, lo decidieron mi mujer y mi agente.
P. ¿Le pareció inmediatamente que era el apropiado?
R. Sí, vi que estaba bien. Porque todas mis ideas iban en esa misma dirección, y ellas comprendieron la sencillez de Media vida. Se refería a la media gente, las medias comunidades.
P. Sí, todos los personajes del libro tienen medias vidas...
R. Es que, en mi opinión, la mayoría de la gente tiene media vida.
P. ¿Y quién tiene una vida entera?
R. Exacto. Eso es lo que quiere decir el libro, en realidad.
P. El protagonista es un escritor, y uno tiene la sensación de que es alguien que observa y no vive plenamente.
R. Eso es lo que prentende el libro. Es la condición universal de la vida. Todo el mundo cree que, encerrado dentro de él, hay otra persona que no está saciada ni totalmente satisfecha, que existe otra vida que podría haberse desarrollado si..., si esto o aquello. Desde luego, toda la gente casada acaba sintiéndose amargamente decepcionada. Piensa que podían haber sido posibles otras cosas. Todos los matrimonios son fracasos.
P. Explíquelo.
R. Porque terminan en desilusión. Todos los matrimonios terminan en desilusión.
P. Entonces, lo que hace uno es controlar los daños.
R. Controlar los daños.
P. Y encuentra cierto equilibrio y cierta conformidad.
R. Ésa es la media vida. Ésa es la media vida.
BIBLIOGRAFÍA
Al límite de la fe. Entre los pueblos conversos del islam (Debate).
Leer y escribir (Debate).
El sanador místico (Debate).
La pérdida de El Dorado (Debate).
Una casa para el señor Biswas (Debate/Debolsillo).
India (Debate/Debolsillo).
Los simuladores (Seix Barral).
Un camino en el mundo (Debate).
El enigma de la llegada (Debate).
El regreso de Eva Perón y otras crónicas (Seix Barral).
En un Estadolibre (Destino).
"Arabia Saudí es un centro del mal"
PREGUNTA. Dado que usted ha escrito mucho sobre el mundo musulmán, ¿le gustaría aventurar alguna idea sobre lo que está ocurriendo con Irak?
RESPUESTA. Tengo una opinión muy firme, no sobre Irak, sino sobre Arabia Saudí. En mi opinión, es un centro del mal. Está en contra de la civilización. Es la oscuridad, y está extendiendo esa oscuridad a todo el mundo islámico. Hay que reducir a Arabia Saudí, hay que empobrecer al país. Ha hecho mal uso de su dinero, ha causado problemas en Filipinas, Indonesia, Cachemira; en cualquier sitio que miremos, hay problemas creados por el dinero saudí, sin más propósito que el de ampliar el alcance de su dominio en el mundo. Aspira nada menos que al dominio mundial. Es una cosa terrible que va en contra de todas las artes de la civilización que yo defiendo. Representa la arena del desierto, la nada, y me gustaría verlo aplastado y reducido. Eso es lo que siento... Creo que, si Arabia Saudí fuera destruida o, reducida o empobrecida u ocupada, gran parte de los problemas de nuestro mundo desaparecerían a toda velocidad.
P. Entonces, lo que dice usted es que no se trata sólo de una influencia espiritual, religiosa y doctrinal, sino que verdaderamente dan dinero a...
R. ...grupos terroristas. Todos los terroristas paquistaníes están financiados por ellos. Todos los terroristas filipinos están financiados por ellos. Todo el caos y el dolor de lo ocurrido en Java y Bali estaba financiado por ellos.
P. ¿Y cree que es una política deliberada de los gobernantes del país?
R. Desde luego. Sin duda. Creen en la dominación mundial.
P. ¿Qué opina de lo que está pasando ahora con la gran cuestión de Irak?
R. Creo que, si hay una guerra en Irak, enseguida habrá que abordar la situación de Arabia Saudí, y que quizá sea más fácil hacerlo entonces. Me preocupó mucho la cuestión de Arabia Saudí cuando se desintegró el imperio ruso. Sabía que se iba a convertir en un asunto muy peligroso. Sabía que el país tenía terror a Rusia, porque los rusos habían sometido todos los territorios de Asia central, y también sabía que, cuando se acabara ese dominio, volvería a activarse, como ha ocurrido. Es hostil a las cosas en las que creemos. Pretende que se envuelva a las mujeres en negro, entregar cuatro mujeres a cada hombre, cortarle la cabeza a la gente. Es una barbarie que, francamente, no podemos tener en el mundo actual. Yo creo en la posibilidad de aprender, en la historia; cosas que a los saudíes no les interesan en absoluto. No tienen ningún deseo de aprender historia. No tienen ningún deseo de saber de pintura, de conocer las artes pacíficas...
P. Ha mencionado a las mujeres. En sus libros sobre el mundo islámico, las mujeres parecen tener unas vidas terriblemente tristes, siempre en la sombra...
R. Y están tan degradadas que se las puede obligar a que hablen a favor del terror... Es una fuerza de las tinieblas.
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