'Fer volar coloms'
Las distintas lenguas tienen diferentes frases para expresar la maniobra consistente en distraer la atención de los problemas . En castellano se dice "crear cortinas de humo", pero me resulta más contundente la expresión valenciana: "fer volar coloms", aunque, en definitiva, ambas expresiones vienen a significar lo mismo, es decir, realizar maniobras de distracción para que los ciudadanos se olviden de otros problemas que les preocupan.
En fechas no muy lejanas, se comentó la coincidencia de una película -bastante mediocre, por cierto- cuya historia era que un Presidente norteamericano se inventaba una guerra, para distraer la atención sobre un escándalo sexual, ejemplo de la creación de cortinas de humo, o si se quiere, de "fer volar coloms", en un argumento que, sin duda, estaba inspirado en ciertos hechos reales.
El PP es maestro en este tipo de maniobras de distracción. Cuando le arrecian los problemas, siempre recurre al tema del terrorismo, para que los ciudadanos se centren en el problema que constituye la mayor preocupación nacional, y en el que, tanto la oposición como la mayoría de opinión pública, han de terminar apoyando al Gobierno. No es una casualidad que cuando más grave era la repercusión en la opinión pública del problema derivado del desastre del Prestige -y cuando hablo de desastre incluyo no sólo el accidente, sino también la catástrofe de la gestión del Gobierno-, o la desafección de la opinión pública sobre la política belicista de Aznar y su alienamiento con Bush, hayan sacado a la palestra cuestiones como las relativas al incremento en la duración de las penas.
Vaya por delante el reconocimiento a la postura que ha adoptado el PSOE sobre el tema. Con independencia de considerar que la reforma no sirve para arreglar los problemas, sino sólo para aparentar que se solucionan, como acaba de señalar un selecto grupo de catedráticos de Derecho Penal, creo que la postura socialista ha sido muy inteligente, en primer lugar por no entrar al trapo de un debate viciado, y, en segundo término, por haber conseguido limar ciertas aristas, que hacían incompatible la reforma con un principio progresista irrenunciable, como es el de la reinserción de los penados.
Pero, aquí, cuando comienzan las horas bajas del PP, no sólo por las mismas causas nacionales, sino por otras propias tales como la actuación de Zaplana en el turbio -y conste que utilizo un término muy suave- asunto de Aguas de Valencia, se monta una obra teatral en tres actos.
El primero de ellos, comienza con disparos al mensajero. Si los documentos, que demuestran las irregularidades de Zaplana se han hecho públicos, es porque ha habido unos empleados desleales que los han filtrado. Y si hay un medio de comunicación que los publica, es porque no se ha accedido a sus pretensiones empresariales. En definitiva, se acogen a la doctrina de los frutos del árbol envenenado. No se puede demostrar un delito si las pruebas han sido obtenidas sin las garantías procesales. Pero esa doctrina que le ha reportado importantes réditos al PP -caso Naseiro, caso Blasco...- tiene un defecto: sólo se aplica en los procesos penales, pero no sirve para los debates políticos. Y el Zaplanagate -al menos por ahora- todavía no se ha convertido en un proceso penal.
Este acto tiene una escena final cómica, que consiste en que Zaplana sale gritando: "¡No me lo podrán demostrar!". Es decir, ni tan siquiera se molesta en negar la veracidad de los hechos, como haría cualquier inocente, y aún buena parte de los culpables, sino que se aferra a que no existen pruebas, sin percatarse de que sus propias palabras se convierten en la confirmación de los hechos.
Si la primera maniobra no surte efecto, comienza el acto segundo. En él se lleva a la Consellera Portavoz Alicia de Miguel a las Cortes Valencianas para que le eche la culpa a la oposición.
La imágen de la Consellera, a medio camino entre Cruela de Vil y la niña de El Exorcista, lanzando sapos y culebras y comparando la impoluta gestión -violentas carcajadas, que diría Ángel González- del PP, con la irregular de los malvados socialistas, aún me produce miedo cuando la recuerdo. Pero si, ni aún así, la cosa da resultado, se da paso al tercer acto de esta obra, que no sé si es tragedia o comedia, pero que, en cualquier caso, suena a farsa.
Y el tercer acto consiste en soltar a los palomos, o crear cortinas de humo. Y aquí siempre se acude al fácil recurso del Plan Hidrológico. Y a eso se dedican ahora, incluso con la insólita convocatoria de una manifestación -no se sabe contra quién, presumiblemente contra el PSOE- que no es más que una nueva fórmula para ocultar los problemas que están acorralando al PP. Verdaderamente el recurso al PHN se está convirtiendo en el último recurso de los populares, que lo mismo sirve para un roto que para un descosido, para intentar orientar la opinión pública contra los socialistas. Si mi compañera Maruja Sornosa toma iniciativas encaminadas a que no se produzcan agresiones al Medio Ambiente, se le acusa de boicotear la avenida del agua; si una jefe de unidad dependiente del Comisario de Asuntos Económicos y Monetarios emite un documento expresando su oposición a la financiación del PHN, se acusa a Pedro Solbes de antipatriota.
La guinda de este acto, por ahora, la ha puesto el candidato teledirigido por Zaplana, que acaba de manifestar que, sin la oposición del PSOE, el PHN ya estaría aprobado en Bruselas. En fin, en definitiva, se quiere dar la impresión de que el trasvase no va adelante por culpa del PSOE, y de ahí la insólita decisión de convocar manifestaciones contra la oposición y desde un Gobierno, que muestra tanta eficacia en anunciar las cosas, como ineficacia en llevarlas a cabo. Y los ciudadanos ya están percatándose de ello.
eurodiputado socialista.
Luis Berenguer es
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