_
_
_
_
Reportaje:

Los narcos no quieren Carnaval

La delincuencia, dirigida por capos encarcelados, siembra el terror en Río

Juan Arias

Los vecinos de Río se despertaron ayer como de una pesadilla tras el lunes de terror al que tuvieron que asistir impotentes e incrédulos después de que los narcotraficantes de las favelas encarcelados en el penal de Bangú, a las afueras de la ciudad, hubiesen ordenado paralizar y aterrorizar la ciudad. En dicho penal reina el ominipotente narco Fernandinho Beira-Mar, al que se le atribuyen connivencias con el poder político y policial.

La acción de los comandos movidos desde la cárcel a través de llamadas de teléfonos móviles había comenzado ya en la madrugada. La policía dio ayer sólo el primer balance provisional: 24 barrios de la ciudad paralizados y atemorizados; 31 autobuses incendiados, algunos de ellos cuando iban abarrotados de gente; decenas de heridos, algunos graves; seis bombas lanzadas contra edificios de una de las zonas más ricas de la ciudad, el barrio de Ipanema; robos de docenas de coches por grupos de hasta 30 asaltantes; varias bombas lanzadas contra tiendas y supermercados. A esto hay que añadir el tiroteo de dependencias policiales y el cierre forzoso de la mayoría de los comercios, supermercados y escuelas.

"No nos va a gustar que Río celebre en paz el Carnaval", afirmó desde la cárcel Fernandinho Beira-Mar

La gobernadora de Río, Rosinha Matheus Garotinho, confirmó que había sido alertada sobre las amenazas de los narcos, pero, a pesar de ello, la policía no pudo evitar la ofensiva vandálica. El Gobierno de Brasilia ha ofrecido la ayuda de la policía federal y, si fuera necesario, también la del Ejército, sobre todo porque Río está en vísperas de sus famosos Carnavales, para los que se esperan dos millones de turistas. Es la gran fiesta de la capital carioca y ya no hay una habitación libre en los hoteles. El narcotraficante Beira-Mar lanzó la noche misma del lunes una advertencia lúgubre a través de una entrevista concedida a la televisión: "No nos va a gustar que Río celebre en paz el Carnaval". Sus palabras han provocado pánico no sólo entre los ciudadano, sino también en el mundo del comercio y del turismo. Tienen miedo a que los narcotraficantes, creando el caos, puedan aguar la gran fiesta y que muchos turistas cancelen sus reservas en el último momento. El ministro de Turismo, Walfrido Mares Guia, tuvo ayer una reunión de urgencia en Río con la gobernadora y defendió la idea de duplicar la policía para garantizar la seguridad de los turistas.

Toda la prensa pide la acción severa e inmediata del Gobierno central para evitar que Río se convierta en una nueva Colombia. Sobre todo porque esta vez -algo inédito en Brasil- se repartió el lunes por las calles un comunicado del Comando Rojo, que domina las principales cárceles del país, con tonos claramente politizados, lo que se interpreta como un paso hacia las acciones terroristas. Y eso es lo que más asusta.

Ayer, la prensa señalaba que en 438 años sólo tres veces Río había sido secuestrada por la violencia. La primera fue en 1711, cuando el corsario René Duguay-Trouin la sitió y exigió un rescate en oro. La segunda fue hace sólo cinco meses, cuando, por primera vez en la era moderna, el narcotráfico, con una simple orden dada boca a boca consiguió cerrar todo el comercio y paralizar la ciudad. El lunes, el secuestro subió de tono porque dispararon las ametralladoras, se incendiaron autobuses de pasajeros y se lanzaron bombas contra edificios civiles y contra la policía.

El ministro de Justicia, Thomaz Bastos, anunció que está buscando la fórmula jurídica para poder trasladar de la cárcel de Río a Beira-Mar y a los otros famosos narcos allí presos y que son quienes controlan un poder paralelo al del Estado. El problema, sin embargo, es más de fondo. Justamente el pasado domingo el diario O Globo publicaba un reportaje escalofriante en el que descubría que una parte del Ejército está aliada con el narcotrafico en el desvío de armas de guerra. Afirmaba el periódico que en los últimos siete años, diez mil pistolas, granadas y fusiles habían sido robados de los cuarteles. Entre dichas armas, que pasan de manos de los militares a la de los jóvenes traficantes de droga de las favelas, figuran fusiles HK 33, considerados los mejores del mundo, y hasta granadas M-4, con una velocidad de cuatro kilómetros por segundo.

Miembros de la Policía Militar, el pasado lunes, durante una operación en un barrio de Río de Janeiro.
Miembros de la Policía Militar, el pasado lunes, durante una operación en un barrio de Río de Janeiro.AP

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_