Una pasión triste
A continuación se reproduce el editorial publicado ayer por Le Monde.
La crítica a Le Monde no es sólo legítima, sino que es bienvenida. Este periódico, el primer diario francófono del planeta, que en diciembre de 2004 celebrará su 60 cumpleaños, tiene, claro está, influencia y poder. No podría disculparse ni lamentarse por ello: la ambición de todo periódico digno de este nombre es ser leído, comentado, escuchado y apreciado. Pero puede llegar a utilizar esta influencia de forma negativa, al igual que puede estar tentado a abusar de su poder. Puede equivocarse, cometer errores, hacer daño, herir, etcétera.
Los periodistas de Le Monde lo saben por propia experiencia, hasta el punto de que aquí, más que en otros sitios, han aceptado cumplir de forma colectiva unas reglas y usos profesionales ampliamente codificados que, entre otras disposiciones, incluyen las rectificaciones sistemáticas, los derechos de respuesta sin réplica, la mirada crítica del mediador, un correo de los lectores poco consensual, unas páginas de debates abiertas a opiniones discrepantes, etc. En otras palabras, Le Monde considera que el debate, por vivo que sea, y la contradicción, por fuerte que sea, van de la mano de la información y de la necesaria pluralidad de ideas y diversidad de interpretaciones que, finalmente, le darán sentido y pertinencia.
Así pues, hoy, al igual que ayer, Le Monde se siente halagado por ser objeto de tanta curiosidad, tantas preguntas, tantas polémicas que, en estos tiempos, toman la forma de libros que, debido al tema que abordan, parecen tener garantizada de entrada una amplia cobertura informativa y un rápido éxito de ventas. Como mucho, pide ser juzgado de acuerdo con su proyecto y sus convicciones: consolidar la independencia de un diario y, más allá, de otras publicaciones que puedan ser periódicos para periodistas, capaces de resistir a todas las presiones del poder que sea, económico, político o ideológico; reforzar el profesionalismo de unos equipos de redacción que le deben a sus lectores una búsqueda dinámica, responsable y leal de la verdad de los hechos en todos los ámbitos de la vida pública nacional e internacional.
Por tanto, en principio Le Monde debería felicitarse por la publicación de un libro que es ante todo un homenaje al éxito colectivo de todos aquellos que han mejorado este periódico y construido en torno a él el proyecto de un grupo de prensa independiente frente a los dos grandes dominadores de la prensa. El problema es que este libro, lejos de analizar nuestro proyecto y nuestras convicciones, afirma que no creemos en ninguno de ambos, ya que estamos manipulados por unos impostores, unos conspiradores y unos mentirosos.
La crítica es una cosa; la pasión, otra. Para Spinoza, la más calamitosa de las "pasiones tristes", esos "impedimentos para el conocimiento" de los que todo hombre libre debería guardarse, era el odio. El odio, primo de la envidia, que favorece la violencia en las relaciones humanas. El odio, la más triste de las pasiones. Un odio que, por desgracia, habita en el libro que nos está dedicado.
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