La Comunidad en la que nadie creía
Leguina y Ruiz-Gallardón rememoran el nacimiento, hace 20 años, de una autonomía en la que pocos creían
"Cada cual quiere ser cada una: / No voy a ser menos: / ¡Madrid, uno libre, redondo, / autónomo, entero!". Un poco chulo, sí es. El himno de Madrid, dicen -hay quien dice- que recoge esa chulería de Madrid. A lo mejor. Pero la verdad es que casi nadie se lo sabe. Incluso si se acude a la página web de la Comunidad cuesta trabajo encontrarlo. Es como si se sintiera vergüenza de un himno que -coinciden poetas y políticos- es hermoso y refleja lo que es la Comunidad, aunque nadie se lo sepa.
Bueno. No es verdad. Se lo sabe, y hasta lo canta, el socialista Joaquín Leguina, primer presidente regional y responsable de que el latinista Agustín García Calvo escribiera los versos a los que puso música el maestro Sorozábal. Recuerda que se reunía, allá, a principios de los ochenta, con Agustín García Calvo y su consejero Agapito Ramos -"de él fue la idea"- en un VIPS de la calle Princesa.
El profesor García Calvo cobró una peseta por los versos del himno de Madrid
Hubo polémica por el número de puntas que habían de tener las estrellas de la bandera
Y cuenta Leguina que hubo de pedirle al profesor Enrique Tierno Galván que se dirigiera al autor, con la autoridad que le daba haber sido su maestro, para limar algunos excesos literarios. Por ejemplo, "capital de la nada". Tierno tuvo que explicarle que, hombre, que lo de la nada, al ser la nada, tenía difícil capitalidad. O algo así, que la memoria, con el tiempo, se vuelve frágil o generosa.
Otra de las cosas que se limaron fue aquello de: "Mire, Anacleto, / las vueltas que da el mundo / para estarse quieto". Que, al final, quedó en : "Mire el sujeto", que lo de Anacleto quedaba como de tebeo. Pero el himno, sostiene Leguina, tiene aciertos bellísimos. Sin ir más lejos, cuando dice: "Yo tengo mi cuerpo: / un triángulo roto en el mapa", que es una imagen exacta de la Comunidad. O: "Viva mi dueño / que, sólo por ser algo, / soy madrileño", que cualquiera, natural o vecino de Madrid, suscribiría a ojos cerrados.
Lo suscribiría, sin duda, el actual presidente de la Comunidad, Alberto Ruiz-Gallardón, natural y vecino de Madrid, hijo y nieto de madrileños. A él la letra le parece un acierto, aunque lo que le gusta es la música. "Me parece muy buena. La letra, al principio, me pareció una tontería. Ahora creo que es un absurdo. Y eso es un acierto porque habla de una realidad que no existía", dice.
El 25 de febrero de 1983, hace justamente 20 años, las Cortes Generales aprobaban la Ley 3/1983, esto es, el estatuto de autonomía madrileño. Y 10 meses después, el Boletín Oficial de la Comunidad de Madrid publicaba otra ley en la que se establecía la bandera, el escudo y el himno de la Comunidad.Himno que, por cierto, no costó un duro. Para ser exactos, García Calvo cobró una peseta por su trabajo. La socialista Elena Vázquez recuerda aún el discurso que hubo de leer en aquel verano de 1983, en representación de la nueva autonomía.
El nacimiento de la Comunidad tuvo dificultades. Es que nadie o muy pocos se lo creían. Pero dice Leguina que, ahora, muchos tienen que tragarse todas las "bromitas y los desprecios". "Porque ahora nuestra Comunidad está ahí: sólida y firme", agrega. Que es, más o menos, lo que dice el actual presidente, Alberto Ruiz-Gallardón. Y eso que él reconoce que, al principio, allá por el nacimiento de la Comunidad, no se la tomaba en serio. Luego, sí: "A partir de 1985 o 1986, empecé a ver la Comunidad de otra manera".
Todo empezó el 14 de junio de 1982. Ese día se reunieron en el castillo de Manzanares el Real los diputados de la Diputación Provincial con senadores y diputados en Cortes Generales. Y allí, presididos por el senador socialista don José Prat, se acordó elaborar un proyecto de Estatuto de Autonomía. Había de todo. Junto a los socialistas Juan Barranco o Joaquín Almunia y el comunista Simón Sánchez Montero, estaban Manuel Fraga, entonces en AP, y Blas Piñar, por Fuerza Nueva.
La ponencia -bueno es que se recuerden los nombres- la formaron: por el PSOE, José María Rodríguez Colorado, Juan Barranco y José Acosta. Por UCD, José Luis Ruiz-Navarro, Armando de Benito y Juan Manuel Santos. Por el PCE, Simón Sánchez Montero y Emilio Ramón Rodríguez. Y por Coalición Democrática, Alfonso Osorio.
Nada fue fácil, recuerda Leguina. Incluso se llegó a debatir la posibilidad de hacer de Madrid un distrito federal mientras que el resto de la actual región sería repartido entre las autonomías limítrofes. Ahora quizá parecen tonterías. Pero allá por 1983 hubo un auténtico debate con cosas tan elementales como las estrellas de la bandera. No hubo demasiadas dificultades en elegir las siete de la Osa Mayor que ya estaban en el símbolo del Ayuntamiento. La discrepancia estuvo en el número de puntas. La derecha veía en la de cinco un guiño a la izquierda -el Che lucía una en su boina- y defendía la de seis. La polémica se hizo tan pública que el embajador de Estados Unidos se puso en contacto con Leguina para recordarle que la bandera que más estrellas lucía -naturalmente, la de Estados Unidos- las tenía de cinco puntas. Argumento que Leguina no utilizó. Pero la bandera -diseñada por Cruz Novillo- se quedó con siete estrellas de cinco puntas y con el color rojo-carmesí del pendón comunero. "Porque", matiza el ex presidente, "el pendón que todos creen morado, lo es por el tiempo, por su decoloración. Pero el original es rojo".
Las elecciones se celebraron el 8 de mayo de 1983. Ganaron los socialistas con 51 escaños, frente a 34 del PP y nueve del PCE. El 8 de junio se constituyó la Asamblea de Madrid. El primer presidente del Gobierno regional fue el socialista Joaquín Leguina y el primero que dirigió la Cámara, ya con una autonomía reconocida, fue el socialista Ramón Espinar. Después de él, Rosa Posada (UCD), con el apoyo socialista; Pedro Díez, de IU, y, ya en la etapa Ruiz-Gallardón, Juan van Halen (PP) y el actual, Jesús Pedroche (PP). Y como dato para la historia y para la resistencia, vaya que de aquellos diputados quedan dos: Francisco Cabaco (PSOE) y José María de Federico Corral (PP).
Ha habido, desde entonces, cuatro convocatorias electorales. Y en la cuarta, Ruiz-Gallardón, del PP, obtuvo 54 diputados, de los 103 que entonces tenía el Parlamento. "Pero, fíjese", apunta Ruiz-Gallardón, "siempre he dicho que las elecciones de 1995 no las gané yo. Las perdió el PSOE. Yo gané las de 1999. Las únicas que se ganan son aquellas en las que el elector sabe lo que has hecho y lo que eres capaz de hacer".
Recuerda Leguina que la primera sede del Gobierno regional estuvo en lo que es hoy el edificio de la Delegación del Gobierno, en la calle de Miguel Ángel. Allí estuvo la Embajada de Japón. Si para Ruiz-Gallardón el himno es absurdo, hay que imaginarse lo que era que el presidente de una Comunidad tan castiza recibiera en los primeros actos oficiales a las autoridades que iban a cumplimentarle entre jarrones, flores de loto y símbolos de Japón. "Luego, gracias a José Barrionuevo, nos trasladamos a la Puerta del Sol", dice Leguina.
El Parlamento regional estuvo primero en el ruinoso caserón de San Bernardo, antigua Universidad Central. Allí, los parlamentarios, aun a riesgo de su integridad física, aguantaron hasta 1998 en que se trasladaron a Vallecas.
La sede de Vallecas se inauguró el 28 de septiembre de 1998. Es obra de los arquitectos Ramón Vals Navascués y Juan Blasco Martínez. Un bellísimo mural de Lucio Muñoz, La Ciudad Inacabada, preside el salón de plenos. El mobiliario, de color oscuro, es, a tenor de sus palabras, una gran preocupación para el actual presidente de la Asamblea, el popular Jesús Pedroche. Cada vez que los diputados de la oposición golpean los pupitres o patean para expresar su descontento, les reconviene: "Se lo digo en serio: ruego a sus señorías que respeten el mobiliario, que vale mucho dinero".
¿Queda nostalgia? A Leguina le queda el recuerdo. Un recuerdo cargado de cariño. Está orgulloso de haber construido, "entre todos", advierte, una Comunidad desde la nada. O desde muy poco. Él se siente orgulloso de que la Comunidad se construyera desde la preocupación por los madrileños.. Y si tuviera que destacar algo de su mandato, destacaría esas 40.000 viviendas sociales que se levantaron con su Gobierno. "Y por los mejores arquitectos", puntualiza. "Ahí están los proyectos de Sáez de Oiza en la M-30, por ejemplo".
"¿Sabe de qué me siento más orgulloso?", pregunta Ruiz-Gallardón. " No de los 114 kilómetros de metro, o de la Universidad Rey Juan Carlos, o... Me siento orgulloso de que se hayan creado 642.000 puestos de trabajo. Eso es lo importante. Eso es lo que ha hecho grande a nuestra Comunidad". Ruiz-Gallardón agrega: "Yo empecé a apreciar a Joaquín en el último año de su mandato. Fue de una generosidad apabullante. Yo creo que la riqueza parlamentaria que había cuando él estaba al frente de la Comunidad y yo en la oposición, no se ha vuelto a dar. Las cosas son así".
El presidente y la legionela de Alcalá
Dicen Joaquín Leguina y Alberto Ruiz-Gallardón que presidir la Comunidad ha sido magnífico. Que ha sido una alegría. Pero dicen, también, que han tenido momentos amargos. De soledad. Dice Leguina que él lo pasó mal cuando intentó poner el recargo del 3% del impuesto sobre la renta de las personas físicas (IRPF). Se trataba de que los ayuntamientos renunciaran a su cobro y que la Comunidad lo asumiera, repartiéndolo posteriormente entre los municipios. Aquello se resolvió como se pudo, y con los medios de comunicación, especialmente EL PAÍS, en contra. Hasta el Defensor del Pueblo, que le había dicho en privado que compartía la tesis de Leguina, presentó un recurso de inconstitucionalidad presionado por el Gobierno.Lo demás es historia. Leguina, en lo que califica de una "encerrona", se entrevistó con Felipe González en el palacio de la Moncloa para decirle que congelaba el dichoso recargo. Las televisiones tomaron buena nota de la reunión. Lo que se transmitió, dice Leguina, fue que él obedecía la "reprimenda" del presidente.Para Ruiz-Gallardón su peor momento tuvo que ver con los casos de legionela que hubo en Alcalá de Henares, allá por 1996, causando la muerte a 16 personas. Y no fue porque el PSOE le atacara -cree que con exceso y sin razón-, sino porque no sabía qué era aquello."Me pasé noches sin dormir. Literalmente sin dormir", cuenta Ruiz-Gallardón. "Me echaba un poco y me despertaba temblando. Días de auténtica pesadilla. Me decían que yo guardaba información. Y la verdad es que sólo me guardaba el miedo y la angustia".
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