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MI AVENTURA | EL VIAJERO HABITUAL
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Descanso entre cocoteros

FINALMENTE estoy en el archipiélago de San Blas, en el Caribe panameño, ese remoto lugar llamado Kuna Yala donde viven diferentes comunidades de indios kunas desde tiempos precolombinos. Hay que llegar en avioneta con una docena de pasajeros, entre ellos varios aborígenes ajenos a modernidades, pero que poco a poco han comenzado a frecuentar la capital por asuntos de familia (éxodo en busca de trabajo o estudios). El destino se llama El Porvenir, un islote donde, además de la pista de aterrizaje, hay un hotel tipo cabaña y dos edificios que acogen la administración, escasa, de esta etnia que se esparce a lo largo de más de 300 islotes, muchos deshabitados.

Yo había reservado dos noches en el hotel Kuna Niskua, un moderno (entendamos) edificio de dos plantas construido en bambú y caña en el islote de la comunidad wichub wala, a cinco minutos del aeropuerto por vía marítima, esto es, a bordo de un cayuco, típica barca india construida con un tronco. Allí me esperaba Gómez, un indio kuna que a partir de ese momento se convirtió en mi guía personal. Es un hombre encantador que habla muy bien español y que me cuenta cosas interesantes sobre su pueblo.

Las actividades previstas son: hacer nada y más nada y nada más... ese objetivo que a menudo tenemos los seres inhumanos del llamado Primer Mundo. De forma contemplativa pasé mis días al borde del mar, bajo la sombra de un cocotero cargado de cocos, uno de los cuales decidí adquirir para beber su agua y comer su carne. Me dieron de almuerzo langosta y pedí de cena algo así como filetes de cherne a la parrilla.

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