15-F, manifestación en Madrid
Cuatro y media de la tarde. Andén de cercanías de Leganés dirección Atocha. Hacía frío, corría un ligero aire que aun con la presencia del sol cortaba la cara. Junto a mí, igualmente de pie, dos hombres y dos mujeres, parejas o no, charlaban con sus pegatinas "no a la guerra" en el pecho, escoradas a su izquierda.
Compartían sus pensamientos y razones para el "no a la guerra" con cierta rabia y tensión en sus voces. El trayecto hacia Atocha fue un camino pensando en qué me iba a encontrar, o cómo la gente de la calle iba a reaccionar. Mi conclusión fue que sería una gran protesta y que haría pensar a los cómplices de Bush (no a éste, que lo tiene muy claro) que están en un error.
Pero, con sólo salir de la estación de Atocha y echar una primera mirada, mi primer pensamiento se quedó corto, muy corto. A mi derecha, a mi izquierda, detrás, delante de mí, me encontré con un bullicio y un gentío que a las 17.20, que era la hora de mi llegada, ya era extraordinario. Comencé mi camino dirección Cibeles. Varios grupos de jóvenes muy jóvenes (de ésos que para el señor Manzano sólo saben hacer botellón) gritaban consignas contra la guerra y sus dirigentes apoyantes.
Conforme avanzaba, los espacios se estrechaban y en la gente crecían las ganas y las voces para expresar su indignación. La cadena SER ya informaba del desastroso funcionamiento de los transportes (granito de arena del Gobierno y su delegado en Madrid a la huelga), que yo mismo pude comprobar a mi regreso. Finalmente, y después de dos intensas horas, Pedro Almodóvar, Leonor Waitling y un emotivo Fernando Fernán-Gómez leyeron el comunicado, que concluyó con un simulacro de bombardeo que me hizo estremecer, un atronador aplauso y un "no a la guerra" fuerte, alto y claro. Si tienen ojos y oídos, nos habrán visto y escuchado, aunque sus mentiras y demagogias hayan obstruido sus sentidos.
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