'Making movies', de Dire Straits
A partir de mañana, EL PAÍS inicia la publicación de 25 álbumes de referencia en la historia del rock internacional con la edición de Making movies, de Dire Straits. El disco, que se podrá adquirir durante una semana al precio de 5,95 euros, es decisivo en la historia de la banda liderada por Mark Knopfler. Producido por el estadounidense Jimmy Iovine, supone el gran salto del grupo hacia audiencias más amplias. La próxima semana, en la colección Los discos de tu vida, aparecerá Face value, de Phil Collins.
Publicado el 17 de diciembre de 1980, Making movies anunció el despertar de la ambición de Mark Knopfler. Ambición artística, que le empujaba a narraciones más complejas, pero también ambición profesional: en vez del sonido tradicional de los dos discos anteriores, Dire Straits (1978) y Comuniqué (1979), se buscó el brillo de una producción "moderna", a cargo del estadounidense Jimmy Iovine, que amplió el publico potencial del grupo.
Se puede aventurar que Making movies señala el momento en que Dire Straits se desprende de su imagen de grupito de pub rock para iniciar la transformación en megabanda de estadios y plazas de toros. La visión de Mark Knopfler es muy clara y no acepta lastres, ni siquiera los de su misma sangre: pocos meses antes, su propio hermano, David Knopfler, abandona -o es invitado a abandonar- el quinteto y no es reemplazado. Es el compositor único del grupo y, en los años ochenta, ira cambiando de músicos y contratando a profesionales de acuerdo con sus necesidades instrumentales.
Mark y David eran hijos de Erwin Knopfler, un judío húngaro, arquitecto de profesión, que escapó por los pelos de la máquina de destrucción nazi y se instaló en Escocia. Mark, nacido el 12 de agosto de 1949, era tres años mayor que David y siempre tuvo claros sus objetivos mientras crecía en Newcastle. Fue periodista musical -y bastante brillante- en el Yorkshire Evening Post, a la vez que tocaba con grupos de pub como Brewer's Drop y Café Racers. Su fascinación por la música de Estados Unidos ya era evidente: en 1976, aprovechó unas vacaciones para cruzar el Atlántico y visitar ¿Disneylandia? No, se fue al estudio donde J. J. Cale, su gran influencia por aquellos días, había grabado Naturally, Really y Okie. Cuando empezó con Dire Straits, supo a quién dirigirse: mandó las maquetas del grupo a Charlie Gillett, un admirador de Cale que tenía un programa en BBC Radio London. Gillett entendió la jugada de Knopfler: aunque sus historias transcurrieran en calles británicas, su marco de referencia era la América mítica, el salvaje Oeste y el Sur profundo.
Así que no debe sorprender que Mark Knopfler apostara por entrar a lo grande en el mercado estadounidense. Su confianza se había reforzado: al año siguiente de sacar su primer elepé ya estaba tocando en un estudio con Bob Dylan (en 1983 ascendería a productor de Dylan con Infidels) y fue invitado a meter su guitarra en Gaucho, de Steely Dan. Más adelante contribuiría al relanzamiento de Tina Turner con Private dancer. También colaboró con gigantes irlandeses como Phil Lynott y Van Morrison, aparte de producir a Aztec Camera y confeccionar música cinematográfica para Local hero y Comfort and joy.
Fue astuta su decisión de fichar a Jimmy Iovine para Making movies. Es un disco donde las canciones son las que mandan sobre el desarrollo instrumental. Y Romeo and Juliet es la pieza esencial, basada en la breve relación entre Mark Knopfler y Holly Beth Vincent, la seductora cantante del grupo Holly & the Italians. No todas las canciones le tocaban tan de cerca: Les boys contenía sus (ambiguas) impresiones de una visita a un club gay de Múnich.
En 1989, Making movies aparecía en la lista de Los 100 discos de los años ochenta de Rolling Stone. Con ese motivo, Jimmy Iovine recordaba que el disco se hizo en mes y medio, pero que "básicamente tomó forma en los primeros seis días de grabación. Éramos las personas adecuadas trabajando en una habitación. Todo resultó tan coherente que parecía que estábamos grabando una sola canción".
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