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Tribuna:ARTE Y PARTE
Tribuna
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Barraca Barcelona

En los Construmat de la Fira de Barcelona se solía exhibir una sección llamada Casa Barcelona que intentaba investigar y modelar elementos innovadores en la vivienda supuestamente económica. En la última edición, unas cuantas estrellas del firmamento internacional de la arquitectura presentaron por encargo de la dirección de Construmat unas propuestas cuyo solo enunciado ya demostraba la desorientación del propósito: una ventana carísima que a lo largo de los años se podía completar con enriquecimientos funcionales y mecánicos bastante superfluos, unas instalaciones sanitarias que permitían desplazar las piezas según los inauditos caprichos de un supuesto usuario sofisticado, una cocina que aprovechaba el calor desprendido por la nevera para mantener un minicultivo de hierba, etcétera. En la clausura de la exposición de estos inventos del TBO algunos nos atrevimos a acusar a los constructores y diseñadores de estar muy lejos de las realidades sociales, con lo que se evidenciaba la decadencia moral colectiva desde aquellos arquitectos de las décadas de 1920 y 1930 que se comprometieron en la mejora de la vivienda económica con la oferta de estructuras moduladas, tipologías alternativas, cocinas mínimas, instalaciones modestas y eficientes, funcionalidades flexibles, etcétera, al servicio de las urgentes necesidades de la residencia urbana masiva, apoyados en las políticas socialdemócratas de la República de Weimar o la Viena roja. Alguien tuvo que recordar el creciente número de los sin techo en Barcelona, la falta de vivienda para jóvenes y ancianos desahuciados, la incapacidad de acoger la persistente inmigración. Y el despropósito que representaba ocuparse de los detalles de la vivienda pija para hacerla comercialmente más apetecible, mientras las administraciones no hacían ningún esfuerzo para resolver básicamente el problema con una firme política de vivienda pública de alquiler. Se dijo que ante esta situación, hubiera sido más eficaz ofrecer soluciones para la autoconstrucción de chabolas, no sólo porque, tal como van las cosas, este hábitat va a aparecer de nuevo en nuestras ciudades con una intensidad parecida a la de la década de 1950 sin ningún apoyo técnico y social, sino también porque hubiera sido, al mismo tiempo, una acusación a las desidias gubernamentales, en un proceso de reducción al absurdo o a una realidad que tendría que parecer absurda en un país civilizado. Ante estas conclusiones, la dirección de Construmat prometió para el próximo salón sustituir la propuesta Casa Barcelona por la Barraca Barcelona. Como era de esperar, la promesa no se va a cumplir. En sustitución, la ha puesto en marcha el FAD dentro del Año del Diseño. Se inicia mañana con una serie de conferencias, actuaciones públicas, proyectos de institucionalización y propuestas alternativas y provocadoras. Una apertura ideológica y proyectual, social y política, del problema de la vivienda económica.

Entre las décadas de 1950 y 1960 se escribieron en Cataluña muchos textos críticos sobre la vivienda social. Por un lado, la crítica a los barrios de chabolas, que habían alcanzado unas dimensiones escalofriantes, y por otro lado, la crítica a los nuevos barrios -los polígonos- que intentaban resolver el problema con implantaciones urbanísticas y tipologías arquitectónicas de bajísima calidad, gérmenes de futuros guetos y puntos de partida para una caótica desurbanización hacia periferias deshumanizadas. La alarma ante el desastre de esos polígonos -una palabra que en sí misma ya explica el error urbanístico y social- y de la hipocresía de lo que Antoni de Moragas llamaba "barraquismo ilustrado", nos hizo incluso abrir la mirada hacia los barrios de chabolas, horrorosos pero quizá más perfeccionables como modelo rudimentario. El artículo Elogi de la barraca, publicado en 1957 -exagerando la crítica y la reprobación con ganas de provocar, por fin, reacciones sensatas- terminaba así: "Tenemos un respeto instintivo hacia las barracas. Porque pensamos que con ellas es todavía posible desarrollar una serie de valores, ya inalcanzables en las masificaciones inorgánicas. Y porque pensamos que estas cualidades reales de los barrios de barracas pueden ser aún una lección a nuestros urbanistas para que comprendan cuáles han de ser las bases auténticas y las premisas sociológicas de un nuevo barrio".

La falta de vivienda para la población de absoluta insuficiencia económica vuelve a ser hoy un grave problema con consecuencias que van desde el malestar personal y colectivo hasta la despoblación de la Barcelona central. Pero estamos en otras circunstancias políticas y podemos exigir soluciones radicales sin contentarnos con las sugestivas y provisionales aproximaciones ilustradas al barraquismo. Pero si la Administración sigue inoperante como ahora, habrá que acudir a ellas y convertirlas en una arma acusatoria. Porque hoy la única solución es adoptar lo que han hecho todos los países civilizados: aumentar el parque público de viviendas, construir casas en alquiler tasado sobre terreno expropiado que se mantengan como propiedad pública sin dejarse influir -como ha ocurrido hasta ahora- por el ejemplo catastrófico de la ex primera ministra británica, Margaret Thatcher, que se vendió casi todo el patrimonio de su país. La vivienda pública en Francia alcanza hoy el 20%. En Cataluña apenas llega al 3%. ¿Qué hace o qué piensa hacer la Generalitat? ¿No hay dinero para una inversión tan fuerte? Recordemos que sólo el reequilibrio del déficit fiscal de Cataluña daría fondos para resolver el problema en dos o tres años. Quizá hay que empezar eligiendo un nuevo Gobierno central y un nuevo Ejecutivo autónomo que sepan resolver este desequilibrio injusto y abusivo.

Oriol Bohigas es arquitecto.

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