Experimento en Londres
Desde ayer el Ayuntamiento de Londres cobra cinco libras (7,5 euros) de peaje a los vehículos que circulen por el centro de la ciudad en días laborables entre las 7 y las 18,30 horas. Es un sistema ensayado en algunas ciudades pequeñas del Norte de Inglaterra y en grandes urbes asiáticas como Hong Kong o Singapur, pero es la primera vez que se aplica en una gran ciudad europea. Muchos alcaldes están ya pendientes de los resultados del experimento.
La idea de reducir el tráfico urbano mediante tasas que desincentiven el uso del coche particular viene rodando desde hace muchos años. En Londres se estudió seriamente en 1990, pero se decidió aplazar su eventual entrada en vigor a la vista de los problemas que planteaba su control. El modelo ahora adoptado es el de una tasa más bien elevada, pero cubre toda la jornada, aunque se salga y entre varias veces en la zona señalada. Afecta tanto a usuarios habituales como a visitantes ocasionales. Establece un descuento del 90% para residentes y excluye de pago a vehículos de dos ruedas, ecológicos, de discapacitados y, por supuesto, de servicios públicos. Y los ingresos -se espera que de unos 200 millones de euros al año- se destinarán obligatoriamente a mejorar los transportes públicos, bastante obsoletos y caros en Londres.
Se busca con ese modelo un equilibrio entre la libertad individual y la necesidad de racionalizar la utilización del espacio urbano, próximo al colapso y sin espacio para el peatón. Quien decida utilizar el coche particular tendrá que pagar por ello y su dinero servirá para hacer más atractivos los transportes alternativos. Se espera que un promedio de 20.000 automovilistas -de los 250.000 actuales- renunciarán a ir al centro en coche. Las nuevas tecnologías resuelven algunos de los problemas que en su día desaconsejaron adoptar el sistema de peaje. El pago puede hacerse por teléfono, Internet, máquinas automáticas o mensajes a través de teléfono móvil; por adelantado, o en el momento, con plazo hasta las 10 de la noche para hacerlo. El control se efectúa mediante cámaras que recogen la matrícula y la cotejan con el ordenador que registra el pago por cualquier procedimiento. La multa será de entre 60 y 180 euros, dependiendo de que se pague pronto o con demora.
El éxito del sistema dependerá en primer lugar de que la tecnología funcione eficazmente, pero sobre todo de que efectivamente tenga el efecto disuasorio previsto. Lo cual depende en buena medida del atractivo y capacidad de absorción del transporte público. De aquí a fin de mes aumentará la flota de autobuses urbanos en 300 unidades.
El alcalde, el laborista Ken Livingstone, se la juega con su iniciativa, muy criticada por los conservadores, que la consideran una "tasa para ricos", lo que en parte es. Otros sectores temen que un efecto de la medida sea despejar algo el tráfico en el centro y agravarlo mucho en el perímetro exterior. El tiempo dirá, pero de momento es digno de elogio que una gran ciudad se atreva a ensayar algo que invierta la tendencia a convertir al peatón en una especie en extinción.
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