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Las cajas duplican su mercado en 25 años

Las entidades de ahorro, volcadas en abrir oficinas y en las hipotecas, igualan la cuota de los bancos

Íñigo de Barrón

En 1977, en plena transición de la dictadura a la democracia, los problemas políticos que vivía España eran de primera magnitud. Sin embargo, todo ese ruido no impidió que cuatro economistas de prestigio (Luis Ángel Rojo, José Luis Leal, Blas Calzada y Manuel Lagares), que participaban en la elaboración de los Pactos de la Moncloa, vislumbraran las dificultades que podrían tener las cajas de ahorros en el futuro. Para remediarlo, establecieron en aquel acuerdo, con total consenso político, un nuevo marco jurídico que permitiera a las cajas competir con los bancos, ya que su diseño era más parecido a los bancos públicos "y existía serio riesgo de que desaparecieran en pocos años", según cuentan fuentes cercanas a los firmantes.

Sólo en 1999, las cajas abrieron 1.000 oficinas y los bancos cerraron 650 sucursales

Este nuevo marco permitió a las cajas competir con más oxígeno contra la banca y se centraron en la captación de depósitos. Así continuó la situación hasta 1985. Ese año, el Banco de España rompió el cascarón al que tenía sometido al sector y autorizó abrir oficinas fuera de sus provincias de origen. Algunas entidades, como La Caixa, ya habían bordeado esta norma creando filiales bancarias, como Caixabank.

Las cajas recibieron la autorización en un momento en que atesoraban un exceso de capital en sus balances, es decir, tenían el músculo suficiente para que la expansión fuera rápida. Ahora están casi empatadas con los bancos en créditos, cuando hace 25 años la diferencia era de cuatro a uno, y los superan claramente en depósitos (véase cuadro).

Peligro de expulsión

En dos décadas, aquellas entidades de ahorro, relacionadas en sus orígenes con las casas de misericordia y los montes de piedad, han dado la vuelta al mapa financiero y se han convertido en peligrosos rivales de la banca. Tanto es así que, incluso, algunos banqueros dicen ahora en privado que las cajas deben moderar su expansión por el bien del sistema. A su juicio, si continúan expulsando a los bancos de sus negocios típicos, sobre todo el del pequeño cliente, les empujarán hacia la banca mayorista y corporativa, negocios volátiles donde las entidades extranjeras son muy fuertes. "Más de alguna entidad mediana puede verse en problemas porque será difícil crecer sin asumir demasiados riesgos", explica un ejecutivo bancario.

Pero la clave para el crecimiento de las cajas fue el acierto estratégico de centrarse en el crédito hipotecario como sistema para seguir al pequeño cliente. "Las cajas", sostiene un directivo, "han demostrado que son eficientes en la concesión de los créditos para la vivienda, un nicho de mercado que hace 20 años estaba abandonado por los bancos. Éstos se centraron en el crédito al consumo y a la empresa, tanto pequeña como grande, donde tampoco estaban las cajas".

Un ejecutivo bancario coincide en el análisis y recuerda que "a excepción del Banco Hipotecario y, en menor medida, el Santander, apenas los bancos se preocupaban de los hipotecarios". La gran ventaja de este negocio es que vincula al cliente con la entidad, de manera que ahora es difícil robarlo a las cajas. Los dos grandes, el SCH y el BBVA, tan ocupados antes en las participaciones industriales y en América Latina, han avisado, con gran aparato propagandístico, de que pondrán todo su interés en el negocio español. Por el momento, el SCH lamenta haber prescindido de 1.800 oficinas desde 1999.

Aciertos estratégicos al margen, las cajas recibieron un regalo de sus rivales. Otro ejecutivo apunta que "nunca las cajas habrían llegado donde están si los bancos no hubieran cerrado casi 4.000 oficinas desde 1990, dentro de un proceso de concentración sin precedentes". Se replegaron, quizá, porque no valoraron bien a sus rivales, y el equipo contrario pasó la línea media para atacar. A finales de 2002, las cajas superaban las 20.300 oficinas mientras los bancos se quedaban en algo más de 14.000.

La banca estaba centrada en mejorar sus ratios de rentabilidad y eficiencia (mide lo que gasta en proporción a los ingresos recibidos), apremiada por mantener una alta cotización bursátil. Las cajas, sin accionistas a los que dar cuentas anualmente, mantuvieron su nivel de gasto y de inversión. Con la crisis de 1992, las cajas ganaron otro partido. Los bancos, más violentos en sus movimientos, redujeron su riesgo recortando los créditos. Las cajas no forzaron a sus clientes.

Pero la crisis fue fuerte y muchas cajas se refugiaron en la Confederación Española de Cajas de Ahorros (CECA) para pasar el temporal. Esta institución, convertida en puerto refugio, facilitó sistemas informáticos, controles de riesgos y una red para los sistemas de pagos, sobre todo las tarjetas. Todo esto permitió grandes ahorros por los que no zozobraron las entidades más débiles.

A la vez, la CECA se ha convertido en un lobby muy útil para las grandes cajas y ha mantenido unido al sector. La fuerte competencia interna entre cajas no ha terminado con esta institución, aunque sí ha provocado, en ocasiones, grandes tensiones en el consejo.

La fuerte expansión pasó factura. No hay que olvidar que sólo en 1999 las cajas abrieron 1.000 oficinas y los bancos cerraron 650. Al terminar la década de los noventa los recursos propios de las cajas estaban agotados. Algunas de ellas, como Caixa Carlet, que fue absorbida por Bancaja, quedaron en manos de otras entidades, si bien ninguna acabó en el Fondo de Garantía de Depósitos. También se abordaron concentraciones entre cajas de una misma región y el número de entidades se ha reducido de 83 a 46 en 25 años.

Además, la caída de la Bolsa, donde muchas de ellas llegaron tarde y compraron caro, así como la bajada de los márgenes del negocio, hicieron difícil poder soportar una red con miles de oficinas. La solución puede llegar de la mano de la Ley Financiera, recurrida por el PSOE ante el Constitucional por el excesivo control. El nuevo texto, aprobado en noviembre, permite emitir cuotas participativas, similares a las acciones sin voto, que reforzarán los recursos propios de las cajas.

Fusiones y lastre político

Dentro y fuera del sector coinciden, en privado, en que las cajas tienen dos grandes asignaturas pendientes: las fusiones entre las entidades de la misma comunidad y soltar lastre político.

La Ley Financiera ha limitado al 50% el peso de los políticos en los consejos de administración de las cajas. Eso ha supuesto que las cajas de 10 comunidades (Andalucía, Valencia, Canarias, Cantabria, Castilla-La Mancha, Cataluña, País Vasco, Murcia, Navarra y La Rioja) deben modificar sus normativas y estatutos para adelgazar el peso político. Durante todo el año habrá un proceso de adaptación abierto que, probablemente, no termine hasta noviembre o diciembre.

Esta situación puede afectar a la otra asignatura pendiente, las fusiones entre cajas de la misma autonomía. Según un ejecutivo de una caja, "tiene todo el sentido económico y financiero en un mercado tan competitivo como el español. Aun así, el freno está en los intereses políticos, el talón de Aquiles del sector".

Sin embargo, el Ministerio de Economía y el Banco de España quieren potenciar la colaboración entre cajas, y la prueba es que se dan facilidades en la Ley Financiera. También se dice que deben intensificarse las alianzas "para reducir costes de estructura".

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Sobre la firma

Íñigo de Barrón
Es corresponsal financiero de EL PAÍS y lleva casi dos décadas cubriendo la evolución del sistema bancario y las crisis que lo han transformado. Es autor de El hundimiento de la banca y en su cuenta de Twitter afirma que "saber de economía hace más fuertes a los ciudadanos". Antes trabajó en Expansión, Actualidad Económica, Europa Press y Deia.

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