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Columna
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Reencuentro

Estos días se vuelve a hablar de una posible pax valenciana que reconcilie distintas facciones del universo empresarial. En su historia hay diferentes fechas clave y una causa primordial de sus males. Entre las efemérides señaladas destacan las de la fundación de la CEV en 1977, la creación de la Asociación Empresarial Valenciana, la integración y la salida posterior de Unión Gremial de la CEV; la constitución de Cierval en 1981; la Cumbre de Orihuela y la creación de L'Empresarial, que es cuando se consolida el cisma entre concepciones empresariales de la Comunidad Valenciana.

El motivo que ha condicionado sus conflictos es la carencia de un modelo empresarial modernizador y representativo, con el rescoldo del sindicalismo vertical, que ha impedido el desarrollo del impulso liberal, tan vinculado a la naturaleza empresarial, para aproximarlo sistemáticamente a una especie de partido único en el que fuera de sus contornos resulta difícil sobrevivir. Una publicación próxima a la estructura empresarial, La Voz de la Empresa, lo explicaba así en 1989: "Aquí falla algo... La inercia de los viejos sindicatos verticales y del ámbito provincial, por un lado, y la corta vida de las instituciones y del sentimiento autonómico, por otro, explica la escasa fuerza de las patronales autonómicas".

No podemos olvidar que el largo distanciamiento que ha ido socavando a Unión Gremial, con Vicente Montaner a su frente, se sustenta en la defensa de la independencia y en el hecho de que, en su día, no se respetaron los acuerdos en los que se basó la integración de Unión Gremial a la CEV. En estos momentos Unión Gremial, acuciada por su propia crisis interna, necesita vincularse a una organización de mayores dimensiones. Pero falta saber, como se lo debe plantear el presidente de los comerciantes del mueble, Víctor Grafià, en qué condiciones sería interesante integrar Unión Gremial en una organización de mayor envergadura. Unión Gremial sin una cierta independencia perdería su personalidad y por tanto, su principal valor corporativo.

Hace poco comentaba un amigo de Montaner qué se podía hacer para ayudarle. Todos sabemos que no abandonará su Unión Gremial si no es capaz de enderezar la mala racha que atraviesa. La pregunta clave es si se le asfixia cuando carece de capacidad de reacción. Pero, sinceramente, ¿quién puede presumir de no cometer errores? ¿Cuántas veces, invocando la defensa de la libertad, se ha minusvalorado la independencia de criterio, sin prever las consecuencias que ha tenido esta actitud para la imagen y la evolución del mundo empresarial?

Nos encontramos en unas circunstancias muy particulares que hacen posible e incluso recomendable un proceso de aproximación de posturas. Las diferencias fundamentales se desenvuelven en el terreno de lo personal, eso sí, abonadas por considerables dosis de resentimiento e intransigencia. Es el momento adecuado para escenificar un gesto de generosidad, que es el único paso recomendable hacia la reconciliación definitiva. La solución pasa por una fórmula federal -territorial y sectorialmente-, antes que en un modelo centralizado donde no quepan los grandes, los medianos y los pequeños, con una sola representación pero con distintas voces. El reto es apasionante, pero en otras ocasiones no ha pasado de ser una ilusión mejor o peor hilvanada.

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