_
_
_
_
Crítica:COMER
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Mediterráneo sin clichés

EL GRAN BARRIL, marisco fresco en un macrolocal madrileño

José Carlos Capel

Uana gran barra con mariscos al peso para degustar o llevar, recetas mediterráneas en su comedor y una bodega bien gestionada, que se desdobla en una tienda de vinos para gourmets, configuran las coordenadas de este relativamente nuevo macrolocal madrileño propiedad del conocido hostelero Gerardo Oter. Todo ello en un ambiente de diseño, jalonado de paneles de acero y espacios de cristal al más puro estilo high-tech.

Después de un año de rodaje, Moisés Avezuela, jefe de sala, y Nacho García, sumiller, parecen haber engrasado una maquinaria que ahora funciona mejor. En el espacio de entrada próximo a la barra, o en los recovecos de la planta inferior, el ruido y el bullicio circundantes incomodan al comensal. Es incomprensible que en la mayoría de los restaurantes de nueva planta los interioristas no sepan neutralizar las cataratas de decibelios que arrasan cualquier conversación.

EL GRAN BARRIL

Goya, 107. Madrid. Teléfono: 914 31 22 10. No cierra. Precio: entre 30 y 50 euros. Ostras gigantes (1/2 docena), 15 euros. Parrillada de setas al aroma de aceite de oliva, 16,85 euros. Arroz marinero (ración), 21,50 euros. 'Biscuit' de pistachos, 5 euros. Pan ... 6 Café ... 7,5 Bodega ... 7 Ambiente ... 6 Servicio ... 6,5 Aseos ... 9

Mejor crudo

Se puede abrir boca con los mariscos, con las gambas blancas de Huelva o rojas de Alicante, con las ostras gallegas, con cigalas, camarones o nécoras y aquello que proporcione el mercado. Si lo que procede es pedir mariscos cocidos, es probable que moleste el exceso de cocción, como sucede a las gambas y los langostinos. En cambio, los bivalvos crudos (ostras, almejas) proclaman una envergadura inusual.

Como alternativa, algunas raciones para compartir. Tiene talla el jamón ibérico con pan con tomate; no está mal el pulpo a feira; son pésimas las croquetas (un engrudo impresentable); está bien la parrillada de setas al aceite de oliva, y es decepcionante la ensalada de mariscos, vulgar superposición de trozos resecos y desaboridos. A pesar de que -defecto grave- a casi todos los platos les sobra aceite, es innegable que la brigada tiene oficio. Lo ratifica el arroz marinero, bastante conseguido, aunque adolezca de exceso de grasa. Merece la pena el bacalao a los ajos tiernos, bien desalado, así como el entrecó a la parrilla, correcto dentro de su sencillez.

Aunque se aprecia el esfuerzo de la casa por conseguir postres dignos, los resultados apenas superan el aprobado. Carece de interés la manzana tibia crujiente, y se deja comer el biscuit de pistachos, bloque cremoso con varias texturas. El café es bueno, y el servicio, cambiante, en ocasiones profesional y a veces entre voluntarioso y despistado.

BARRA DE TAPAS, BODEGA Y CAVA DE PUROS

LA BARRA, situada a la entrada, configura un espacio bullicioso que desde un punto de vista gastronómico es, incluso, más sugerente que el propio comedor. Merecen la pena las raciones de jamón ibérico, que se corta a cuchillo a la vista, y se acompañan de un pan con tomate de nivel. No defraudan la parrillada de verduras, la ensalada de ventresca con tomate, los chipirones (congelados) a la parrilla, el entrecó fileteado a los ajos y las patatas fritas de la casa, una golosina. Como ventaja añadida, cerveza bien tirada, medias raciones de casi todo y vinos por copas. La bodega, que gestiona Nacho García, sumiller de mucha talla, contiene vinos de relumbre. Las mejores botellas, las últimas marcas emergentes, las añadas más notables y todos aquellos caldos singulares que destacan en la producción vinícola española pasan por los registros de García, que las acopia concienzudamente y las ofrece a clientes adictos. A la relación de botellas españolas se suman determinados vinos franceses, que en la mayoría de los casos tienen carácter testimonial. Y como guinda de tantas inquietudes, la tienda-expositor. En un cubo acristalado, perfectamente climatizado en un lateral del comedor, se levanta a la vista una vinoteca de diseño donde se venden todos los vinos de la carta a un precio inferior en seis euros al que figura reseñado en la lista de la casa. Con las botellas de mayor coste, el descuento es incluso mayor. En otro rincón contiguo, una cava donde se almacenan y expenden cigarros habanos.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

José Carlos Capel
Economista. Crítico de EL PAÍS desde hace 34 años. Miembro de la Real Academia de Gastronomía y de varias cofradías gastronómicas españolas y europeas, incluida la de Gastrónomos Pobres. Fundador en 2003 del congreso de alta cocina Madrid Fusión. Tiene publicados 45 libros de literatura gastronómica. Cocina por afición, sobre todo los desayunos.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_