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Pagaza

Uno de los rasgos de la estrategia de "socialización del sufrimiento" de ETA ha sido concentrar, de forma creciente, la presión y el terror en las bases sociales del PSE-EE. En un contexto político cada vez más polarizado, en el que los actores principales de este juego macabro son otros, la militancia socialista se enfrenta ante todo al reto de sobrevivir con la mayor dignidad posible en un entorno hostil. Y lo hace sin apoyos reales, abandonada por unos, vigilada por aquellos que no parecen ver en ella sino a pusilánimes y filonacionalistas, olvidada por la mayoría de una sociedad que carece de la sensibilidad y valentía necesarias para indignarse y rebelarse. ¿Cómo sorprenderse de que alguna de estas personas caiga en la desesperación, convencida de que puede ser la siguiente en la lista de los asesinos?

Me pregunto qué esperanza podemos ofrecerles en este momento. La única esperanza, me temo, es que algún día prevalezca en todos nosotros ese mínimo de dignidad que nos impulse a enfrentarnos a los que abusan de su poder, haciéndoles ver que lo único importante, cuando la defensa de la propia ideología carece ya de todo sentido, es el pleno respeto a los derechos de las personas, a su existencia, a su libertad, a su posibilidad de ser o no ser lo que cada una de ellas decida, al margen de lo que pretenda la nación, la religión, el partido, el gobierno de turno.

En el pleno tras el asesinato de Joseba Pagazaurtundua, el alcalde de Andoain apeló al "diálogo y al entendimiento mutuo para superar esta situación de conflicto y llegar a un escenario de auténtica democracia y paz", mostrando su "firme voluntad de constituir, junto con la sociedad, agentes políticos y sociales un nuevo marco en el que se respete la palabra de Euskal Herria y el derecho de autodeterminación". Según él, "sólo esto permitirá superar el conflicto y sus terribles consecuencias".

Se equivoca: lo que permitirá superar el actual conflicto no tiene nada que ver con lo que pueda o no decidir la mayoría del pueblo vasco, sino con algo mucho más sencillo, con la firme decisión de luchar por nuestros objetivos políticos desde el respeto incondicional a los derechos de cada ciudadano. La izquierda abertzale, como el resto del nacionalismo, debe admitir que no hay alternativa democrática que no se sustente en la soberanía de las personas y el reconocimiento de todos los derechos individuales, respetando la nacionalidad o identidad que cada uno quiera reivindicar. Ni la fuerza bruta ni ninguna mayoría democrática podrán nunca alterar la validez de esta certeza moral.

El tiempo de la obediencia incondicional a los que dicen ser representantes de la nación ha pasado y nunca más volverá. No hay patriotismo alguno que pueda legitimar la muerte de un ser humano o el apartheid político de los discrepantes. No es una cuestión de ideología o de valores políticos, nacionalistas o no. Simplemente se trata de anteponer el pacto a la imposición, la integración de las minorías políticas a su marginación, la libertad individual al cuadro de poder que reivindica la nación. Un poder basado en la persecución o en la marginación de una parte del pueblo será siempre ilegítimo y jamás conseguirá convencer. La opresión dura lo que dura la obediencia y siempre surgirán nuevos Pagaza que se negarán a obedecer.

Luis Sanzo es ex militante de Euskadiko Ezkerra y Euskal Ezkerra.

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