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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Crítica de la pasión adquisitiva

Enrique Gil Calvo

Pese a cuanto pudiera parecer en estos tiempos de realismo bélico y confusión normativa, la ética atraviesa uno de sus mejores momentos, como prueba su floreciente pujanza intelectual, académica y editorial. Buena prueba es nuestra autora, neokantiana que milita en las filas del republicanismo deliberativo, habiendo publicado más de media docena de libros que no por estar rigurosamente especializados dejan de ser claros, brillantes y atractivos. Tras dedicar los anteriores a iluminar con su linterna ética otros campos más severos y celebrados -como la política y el civismo-, ahora opta por alumbrar la arena del consumo, que parece mucho más infame -por malfamada-, en tanto que sospechosa de vicio y degeneración.

POR UNA ÉTICA DEL CONSUMO

Adela Cortina Taurus. Madrid, 2002 350 páginas. 16,50 euros

Pero, ¿por qué el consumo?Ante todo, porque es el campo donde reina la injusticia más extrema, con abismales distancias en capacidad de compra entre unas regiones y otras del planeta, que amenazan con destruirlo si continúa su progresión geométrica. Y después, porque el consumo ha pasado a ser la fuente donde se forja la propia identidad: desaparecida la vocación o el oficio -la profesión o el trabajo- como arena de autorrealización personal, ya sólo quedaría el consumo como escenario donde ensayar la representación pública del yo social. De ahí que Adela Cortina, remedando al maestro de Königsberg, ensaye una crítica de la razón consumidora.

Pero esto no hace de nuestra autora una anticonsumista, al uso censor y aguafiestas. Por el contrario, tras desmontar (pues no me gusta la voz deconstruir) los estímulos sociales que inducen la propensión al consumo (entre los que destacan el afán de emulación, la terapia compensatoria y la necesidad de publicitar un estilo de vida singular), y tras plantear los cuatro principios del consumo ético (autónomo, justo, corresponsable y felicitante), Adela Cortina introduce un giro aristotélico a su rigorismo kantiano y defiende el consumo como una actividad expresiva capaz de generar como subproducto eudemonía o auténtica felicidad interpersonal. Para ello todo es cuestión de lucidez, cordura, (buen) carácter y (buena) suerte.

De este modo, a fin de cuentas, el consumo sí puede darle "sentido a la vida", contribuyendo a reencantar un mundo desencantado por el racionalismo y la secularización (Ritzer). Por eso no se entiende que nuestra autora desprecie el hedonismo expresivo de la ética consumista que plantea Campbell, ni que ignore la noción de gasto que propuso Bataille, fundada en la metáfora del sacrificio. Pues más que hablar de razón consumidora, habría quizá que hablar de pasión a la vez adquisitiva y desprendida, por ambigua que sea.

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