Clarinete
En este país de bandas de música se dan paradojas extrañas. El clarinete, instrumento muy numeroso en esas formaciones, no consigue, sin embargo, una respuesta masiva del público cuando se introduce en la programación. Incluso si está a cargo de un intérprete de renombre que, además, es valenciano.
Ni siquiera el chauvinismo parece movilizar a todos esos adalides de la valencianía que hablan siempre de las glorias locales (del pasado, preferentemente). El último concierto de Joan Enric Lluna transcurrió con demasiados huecos en la sala Rodrigo del Palau (cuyo aforo es de 420 localidades). El penúltimo -el día 5 de este mismo mes- coincidió con otro, también muy apetecible, en la Sala Iturbi. Podía reprocharse entonces a la dirección del auditorio la coincidencia de ambos eventos. Pero el día 11 ninguna otra cita reclamaba a los aficionados.
Serie de cámara
Joan Enric Lluna, clarinete. Lluís Claret, violonchelo. Josep Colom, piano. Obras de Beethoven, Bruch y Brahms. Palau de la Música. Valencia, 11 de febrero de 2003
Sólo cuando nuestro clarinetista tocó con el Tokio String Quartet -y el hecho de que uno de los cuartetos más prestigiosos del mundo actúe con él supone la mejor confirmación de su valía- hubo cierta expectación en el mundillo musical. El martes, sin embargo, y a pesar de que iba acompañado por Lluís Claret y Josep Colom (no son, precisamente, unos desconocidos), la sesión no pareció interesar. Al menos según los resultados de taquilla.
Pero los resultados musicales están fuera de toda discusión. El trío se movió con un enfoque profundo y serio, buscando y cultivando la belleza sonora, con una huida del efecto fácil y con un manifiesto interés hacia la expresión sin concesiones. En definitiva, el trío se movió en el ámbito más puro de lo que es y debe ser la música de cámara.
Con el opus 11 de Beethoven que inició la sesión ya se advirtieron los preciosos reguladores del músico valenciano, el sonido perlado del piano y la "marca Claret" -timbre terso y, a la vez, vibrante- en el violonchelo-. Fueron beethovenianos sin excesos y sin complejos, y el fraseo del clarinete estuvo, como acostumbra a hacer Lluna, cuidadosamente planeado. Se hicieron luego dos piezas de las ocho que Bruch escribió, en realidad, para un trío con viola. También como siempre, Joan Enric Lluna apostó por demostrar que su instrumento no tiene el color chillón con que demasiadas veces se le escucha. Y, como colofón, Brahms, en una maravillosa sonata donde el clarinete parecía apoderarse de ese protagonismo sombrío que tienen las trompas en otros pentagramas del compositor de Hamburgo.
Molestó únicamente el volumen del piano, que ocultaba a veces las filigranas de Claret y de Lluna, aunque no parecía que Colom lo tocara fuerte, sino que la tapa estaba muy abierta en relación a las dimensiones de la sala.
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