"A la vejez, Alhambra"
El monumento granadino galardona a los 17 jubilados voluntarios que dedican su tiempo de ocio a ser guías del recinto
No sólo de petanca y dominó puede vivir un jubilado. La jubilación puede ser una puerta a la cultura, la diversión y el descubrimiento. Ése es el caso, por ejemplo, de Miguel Caballero, un agricultor de 72 años que, en lugar de pasear la melancolía o la soledad por los parques, decidió participar en un programa para convertirse en guía del Museo de la Alhambra. Ahora se conoce al dedillo el arte nazarí, la cultura andalusí y el legado hispano-musulmán. Como él hay otros 17 jubilados que, una vez a la semana, suben a la Alhambra para explicarla a los turistas. El patronato del recinto monumental ha decidido entregarles hoy un diploma como reconocimiento al mérito y al tesón que han puesto. Ya lo dicen ellos: a la vejez, Alhambra.
"Yo he trabajado de todo", dice Miguel Caballero, "fui repartidor de pan, de lecho, trabajador de la construcción, vigilante jurado y, al final, 20 años como agricultor, por desgracia". Lo de "por desgracia", explica él, debe a la situación de explotación que vive el campo desde hace años y a las miserias de sueldo que deja.
Después de jubilarse, Caballero se negó a encerrarse en casa y se apuntó a la Universidad de Mayores, un proyecto por el que los jubilados pueden aprender cosas curiosas en las facultades. Allí oyó hablar de un plan para formar guías voluntarios en el Museo de la Alhambra. Ballesteros se apuntó. Y no se arrepiente.
Una vez a la semana, cada martes, Miguel coge su coche desde Peñuelas, en Láchar, a 35 kilómetros de la ciudad, y se planta en Granada. "Cada martes me meto 78 kilómetros en el cuerpo, llueva, nieve o truene", dice. Luego, durante dos horas, de 11.00 a 13.00, acompaña a los visitantes del Museo de la Alhambra, en donde se encuentran algunas de las joyas arqueológicas del recinto nazarí y les va explicando, a lo largo de 45 minutos por sesión, algunas de las sutilezas.
Miguel Ballesteros no tardó en convertirse en guía. Cada lunes, la jefa del departamento del museo, Pura Marinetto, se reúne con los jubilados y le explica todos los detalles de cada objeto, les habla de historia, de cómo deben dirigirse al público, de las curiosidades que hay en cada uno de los objetos. "No empiezan a hacer visitas guiadas hasta que lo tienen todo absolutamente aprendido", dice Marineto.
Entre la historia y las curiosidades, Ballesteros cuenta con humor a unos turistas que la razón por la que algunos dirhams (la moneda granadina de entonces) de la Alhambra son cuadrados es "para que no rodaran al caer y se perdieran por ahí". Va recorriendo capiteles, ejemplares del Corán, piletas y adornos interiores con la misma soltura con que se movería por un centro de la tercera edad. Pero aquí conoce gente nueva cada día, mantiene charlas y aprende montones de cosas. "Un día estuvo aquí Mendiluce", recuerda, "ése que es candidato a la alcaldía de Madrid".
Miguel Ballesteros reconoce haber aprendido a descubrir la enorme calidad de la cultura hispano-musulmana y la cantidad de detalles que ha apreciado explicando a la gente los objetos del museo. "No son guías para expertos", dice Marinetto, "pero sí para gente de un nivel cultural muy alto".
"A mí, sobre todo", dice Ballesteros, "lo que me gusta es conocer gente de todo el mundo. Yo no sé hablar inglés, así que me encargo de los chilenos, los argentinos, los mexicanos, los ecuatorianos, todos gente maravillosa". "Eso sí", agrega. "Yo sé callarme en todos los idiomas". A sus casi 73 años, como él dice, Miguel Ballesteros tiene un trabajo por el que no cobra, pero que le ha abierto las puertas al mundo.
"Querer saber siempre más y de más cosas"
"Son amas de casa, gentes de la Universidad, labradores, albañiles, personas de todo tipo", explica Pura Marinetto, la jefa del departamento del Museo de la Alhambra refiriéndose a la condición social de los jubilados que invierten su ocio en mostrar el museo. "Es gente que siente mucha curiosidad por las cosas y que lo aprende todo rápidamente, porque le interesa muchísimo".
Los 17 jubilados que van alternándose todos los días para ir explicando los pormenores del museo, ubicado en el interior del Palacio de Carlos V, a los visitantes, no sólo han enriquecido su cultura, sino que han experimentado muchos cambios.
"Muchos de ellos", comenta Marinetto, "a raíz de descubrir aquí muchas cosas de la cultura hispano-musulmana, han sentido más curiosidad y han decidido viajar a países como Marruecos o apuntarse a alguna clase de Historia del Arte en la Universidad de Granada". "Lo bueno que tienen es que nunca se conforman con lo que saben, siempre quieren saber más, y quieren aprovechar el tiempo".
En los cinco años, por ejemplo, que el jubilado Miguel Ballesteros lleva enseñando el museo de la Alhambra a los turistas, ha descubierto muchas de las riquezas ocultas de Granada. "A mí es que siempre me ha gustado hacer cosas. Antes de esto, yo estaba apuntado a la Universidad de Mayores del doctor Guirao [el jefe del proyecto y el hombre al que se le ocurrió la idea de abrir las puertas de las facultades a los jubilados]. Nunca me ha gustado estar quieto".
Cada uno de los jubilados tiene un día a la semana y un horario, de modo que los 17 pueden ir turnándose sin que el oficio de guía se convierta en un trabajo tedioso o en una obligación. También se van reciclando periódicamente en sus conocimientos, aprendiendo nuevos detalles e informándose cada vez más de todo el entorno del recinto nazarí. "No se trata sólo de que hablen de una vasija del siglo XV", explica Marinetto, "sino que la coloquen en su contexto, cuenten curiosidades, cosas que hagan más ameno el recorrido por el muso". En eso, Ballesteros, muestra una enorme maestría a juzgar por el interés con que lo escuchan los visitantes.
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