El nuncio negocia con EE UU el destino de Noriega
Viene de la primera página El nuncio apostólico en Panamá, Sebastián Laboa, y el propio Noriega desarrollan desde el interior de la sede de la representación vaticana intensas gestiones, en contacto con funcionarios norteamericanos, para decidir el destino del general. Ayer pudo verse al nuncio en el exterior de la sede diplomática conversar con el jefe del Comando Sur de EE UU, MaxweIl Thurman. Como resultado de los contactos se barajaba la hipótesis de que se le concediese autorización para su traslado a Cuba o a España, donde podría vivir como refugiado político. De acuerdo con la versión de fuentes diplomáticas, esos fueron, aunque no se sabe si por ese orden, los dos países a los que desde un principio el general panameño pidió viajar. La oferta de asilo político le fue presentada por España a Noriega en varias ocasiones desde el inicio de la crisis desatada hace más de dos años y medio, pero siempre fue rechazada por el general, que, probablemente, agotó hasta el límite sus planes iniciales de vivir en Panamá. La oferta española de darle asilo político, sin embargo, había quedado anulada en los últimos meses, y hoy parece muy difícil que el Gobierno español pueda darle acogida, a menos que sea como fruto de un acuerdo improbable entre el propio general, el Vaticano y el Gobierno de Estados Unidos. Medios diplomáticos dijeron ayer al respecto que ninguna opción había sido descartada. El embajador español, Tomás Lozano, declaró que antes de cualquier decisión del Gobierno español debían ponerse de acuerdo todas las partes implicadas. El general Manuel Antonio Noriega, que había anunciado meses atrás un regalo de Navidad para los panameños, les hizo ayer el que más podían haber deseado éstos: alrededor de las tres de la tarde penetró en la nunciatura a bordo de un coche con placa diplomática y acompañado, según fuentes de la representación vaticana, por 32 personas, entre ellas varios miembros destacados de su Estado Mayor. Según versiones no confirmadas Noriega llegó acompañado también de varios miembros del cuerpo diplomático, entre ellos el embajador de Japón, país con el que el régimen del general Noriega mantuvo siempre relaciones privilegiadas. A la incertidumbre sobre la nueva situación provocada por Noriega se unían ayer toda clase de rumores sobre la forma en que el general había conseguido escapar durante cinco días a la persecución de Estados Unidos y burlar en el último momento la vigilancia norteamericana para llegar hasta la nunciatura. El abanico de versiones iba desde la posibilidad de que Noriega hubiera permanecido todo este tiempo en el hotel Holliday Inn, situado a 50 metros de la nunciatura y del que eran propietarias las Fuerzas de Defensa, hasta el rumor de que el general llegó disfrazado de mujer. Para Estados Unidos, la rendición de Noriega en la misión diplomática vaticana es el cumplimiento a medias del objetivo de esta invasión, pero es también una mala solución: Noriega abandona el poder, pero no cae en manos norteamericanas. Para el propio general tampoco es la salida más heroica que sus seguidores podían haber esperado, pero, al menos, podrá salvar la vida y, probablemente, librarse de pasar el resto de su vida en una cárcel de Estados Unidos. Tal como está planteada la situación, el Gobierno norteamericano tendrá que aceptar que ha perdido a Noriega o que para atraparlo sólo le queda ya echar mano de una acción desesperada, contraria a los más elementales principios de las relaciones entre los Estados. El caso es el siguiente: por un lado, el Vaticano no puede echar por la fuerza a Noriega de su representación diplomática. Por otro, no parece probable que el general salga si no es con un compromiso para abandonar Panamá. Y, por último, no se antoja posible que EE UU ordene a sus tropas que penetren en el interior de la nunciatura. La rendición de Noriega coincidió con la llegada a Panamá del secretario de Defensa de EE UU, Richard Cheney, el cual declaró que la decisión del general derrocado de pedir asilo demuestra que no cuenta con el apoyo del pueblo panameño. Cheney viajó a este país, según fuentes militares norteamericanas, para pasar la Navidad con los soldados que habían intervenido en la acción militar iniciada el pasado día 20 y felicitar a los oficiales por la correcta ejecución de los planes previstos. Medios políticos panameños afirman que la visita de Cheney está también relacionada con las discrepancias surgidas sobre el carácter que deberá tener la nueva fuerza militar de este país. Mientras que el nuevo Gobierno de Endara quiere simplemente una fuerza pública que cumpla con funciones casi exclusivamente policiacas, EE UU quiere un Ejército, fiel pero que sirva de interlocutor con las fuerzas norteamericanas, que, con o sin invasión, permanecen en la zona del Canal. Cheney habrá podido observar que, pese a que Panamá está actualmente aislada del resto de la República y sometida a un toque de queda y un constante patrullaje por parte de las tropas de ocupación, la situación no está todavía totalmente controlada. En Nochebuena se entabló durante horas un fuerte tiroteo en los alrededores de la Embajada de España entre fuerzas norteamericanas y francotiradores.
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