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Reportaje:

El Prado se acerca al mar

Chillida, Saura y diez artistas más exhiben su visión de la pinacoteca madrileña en el nuevo Museo del Mar de Santa Pola

Nunca El Prado estuvo tan cerca de la mar. Y nunca la mar estuvo tan cerca de los lienzos de doce relevantes artistas plásticos contemporáneos. Ese acercamiento es posible en un nuevo escenario creado en el marco del Castillo-Fortaleza de Santa Pola (Baix Vinalopó), a orillas del Mediterráneo. El nuevo Museo del Mar, que se completa con la Sala de Exposiciones, recoge en un mismo escenario la vida tradicional del mundo de la pesca con la muestra El Museo del Prado visto por 12 artistas contemporáneos, que ofrece Bancaixa.

La intención del Ayuntamiento de Santa Pola es "recuperar nuestra identidad, nuestra historia, nuestro pasado; recuperar nuestras raíces", explicó ayer el alcalde, Francisco Conejero, "y crear un nuevo espacio a la cultura".

Muchos de los vecinos de este municipio han colaborado con la donación de objetos relacionados con el mundo tradicional de la pesca, relegada a segundo plano por el turismo. El nuevo Museo del Mar recoge en ocho salas otros tantos ambientes diferentes, relacionados con el mundo de la mar. Un taller de carpintero, que evoca la forma tradicional de trabajar la madera y recopila las herramientas que a principios del siglo pasado utilizaban para realizar las naves pesqueras; el camarote de un capitán de navío, que dispone de autorizaciones de navegación de 1909, libros de rutas marítimas e instrumentos básicos de orientación de un mundo ajeno a los modernos sistemas GPS.

"Mi favorita es ésta", señala uno de los funcionarios del consistorio destinado al nuevo museo de Santa Pola. "Es como volver a vivir en la casa donde nací", añade este santapolero. Habla del último de los escenarios que ahora parece olvidado en el tiempo: la recreación de una vivienda tradicional de Santa Pola. La sala número 8 del Museo recrea el salón de una vivienda cualquiera de principios del siglo XX: las paredes encaladas de blanco, con un zócalo en aguamarina; una bombilla cuyo hilo eléctrico se recubría de papel de colores; y una radio con su alternador y los "objetos de lujo que traían los marineros de allí", añade este santapolero. "Jabón francés, perfumes y queso de bola nos traía mi padre cada vez que regresaba de viaje", comenta. "¿Queda alguna casa de éstas en el pueblo?". "No, que va. Ya sabe, aquí en la costa nadie reconstruye ni recupera. El suelo está a un precio que ya se sabe...", explica con una mirada. "Antes todo sabía a mar", reflexiona.

Y a mar también huelen las aguatintas al azúcar de Eduardo Chillida en el piso de arriba. En su sala, frente a la serie de Las tres gracias de Andreu Alfaro, el artista vasco muestra los trazos en sus cuatro Zedatu. Se trata de demostrar la máxima de que el arte se retroalimenta de Arte, a través de la visión de doce plásticos que muestran desde su perspectiva obras recogidas en la pinacoteca de El Prado.

En la misma sala, el madrileño Eduardo Arroyo presenta una serie compuesta por obras como Cleopatra y Vanitas; mientras que frente a su obra se plantea la recreación de un mundo velazquiano compuesto por Ramón Gaya, con Agua para una Infanta o El Príncipe Baltasar Carlos, donde los personajes de Velázquez cobran vida.

Una vida que circula en tiempos predeterminados y cíclicos como Mañana, Mediodía, Tarde y Crespúsculo, las cuatro obras expuestas de Albert Ràfols-Casamada, una muestra sintética de este pedagogo catalán. Su visión se contrapone en la misma sala con la estampación de Luis Gordillo, que muestra su serie Frontal. Una visión más compleja que la enseñada por los Acrósticos de Burro y Acrósticos de Cabras de un Miguel Barceló que llena de contenido pictórico una de las salas.

Alejado de su tradicional monocromía de negros y blancos, en las litografías a cinco colores, Antonio Saura enseña su

, en un intento de agradar al infante, cosa que el mismo Tiziano no logró en su día; y su obra El Perro de Goya. La muestra se completa con Manuel Rivera y sus cuatro Homenaje a Goya;

Gerardo Rueda, Gustavo Torner y Guillermo Pérez Villalta, que recoge una visión personal de los velázquez La Venus del espejo, La fragua de Vulcano, Mercurio y Argos y la Túnica de José.

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