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Crítica:POESÍA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Tareas de supervivencia

Mucho antes de La intimidad de la serpiente, Luis García Montero (Granada, 1958) había situado su obra en el espacio de la teatralidad: "Sólo cuando uno descubre que la poesía es mentira", afirmaba, "puede empezar a escribirla de verdad". Rechazaba así la poesía concebida sub specie æternitatis, rompiendo con la identificación entre el yo poético y el del autor, cuya sacralización era su respuesta a la marginalidad sufrida tras la industrialización burguesa. Ese sujeto creado mostraba la falacia de la sinceridad del arte, según predicaban los autores de "la otra sentimentalidad", que defendían la versatilidad de la conciencia moral apoyados en Antonio Machado (Juan de Mairena, XII). Pronto esas aguas alimentaron una corriente estética más ancha, donde a las motivaciones éticas se unía la omnipresencia de las experiencias personales: éstas, como dijera Montaigne a propósito de sí mismo, constituyen la física y hasta la metafísica del ser, y su hipertrofia llenaba el hueco dejado por las antiguas certidumbres ontológicas. Pero el relativismo que revela la "poesía de la experiencia" -¡ya salió la bicha del chiquero!-, aun si se lo considerara condenable, no significa banalidad de la poética que lo canaliza, como los desperdicios del cubo de la basura al que dedica Morales un soneto no convierten el poema en un desecho.

LA INTIMIDAD DE LA SERPIENTE Luis García Montero Tusquets. Barcelona, 2003 140 páginas. 12 euros

En el término de ese proceso de mutaciones está La intimidad de la serpiente. Desde El jardín extranjero (1983), el poeta aparecía como referente poético de su tiempo, lo que se confirmaría con Diario cómplice (1987) y Las flores del frío (1991). Aunque se ha dicho que otros libros posteriores -Habitaciones separadas, 1994; Completamente viernes, 1998- se alejan de los iniciales apriorismos, nótese que aquellas teorizaciones defendían lo movedizo de la sentimentalidad, que en el caso de García Montero -que recientemente ha reeditado su ensayo Poesía, cuartel de invierno (Seix Barral)- aportaba y sigue aportando una emoción lúcida y una elocuencia en sordina capaz de armonizar "el plástico en la voz de la gran superficie, / las inseguridades, la silenciosa mueca / en los labios cerrados de la hamburguesería / o en la duda del beso".

La moral cambiante de ese mundo es la propia de un nuevo hombre sin atributos que sólo puede resistir, paradójicamente fiel a sí mismo, mudando de piel como la serpiente del título y protegiéndose contra los dogmas. A veces la acusación categórica contra "la pureza metálica del justo / que agita su sermón" llega a extremos artísticamente peligrosos, pues un sermón suele generar otros sermones que lo impugnen ("la verdad abstracta / es legitimación de la mentira"). El poema que ocupa Cuarentena, la sección inicial, expresa muy bien la oposición entre integrismo utópico y posibilismo lleno de mataduras. En esa composición, que remite a otra memorable de De Biedma, el sujeto maduro contempla su rostro en una fotografía de juventud, y censura la intransigencia histriónica al veinteañero que fue, quien a su vez le reconviene por la traición a los propósitos juveniles.

En el volumen se combinan lo concreto y lo abstracto, el lirismo tradicional y los prosaísmos de arrabal urbano. A veces se superponen realidad y ficción (Realismo), o dos momentos temporales muy distantes, como sucede en Las estrellas, un ambicioso poema que alegoriza la existencia desde la infancia en los años sesenta, y que por su figuración temática actualiza los grandes poemas siderales tan frecuentes en el osianismo romántico: "Vieja luna, / tú eres la sintaxis de mi melancolía". En suma, García Montero ha escrito un libro poderoso y bien armado, que reúne reflexiones sobre la historia social y personal, confesiones morales de sus sucesivos "cambios de piel", estampas feístas de la cotidianidad, evocaciones del pasado y algunas muestras relevantes de la precariedad humana. A muchos lectores todo ello les merecerá un aplauso; y a todos debería merecernos un respeto.

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