"En arte yo busco la subversión y en Occidente, después de Beuys, es algo que se ha perdido"
En el pabellón de Suiza de la Expo 92, en Sevilla, comisariado por Harald Szeemann (Berna, 1933), se leía el lema de Ben: "Suiza no existe". No es algo que el gestor de otra exposición el mismo año en Madrid, Suiza visionaria, en el Museo Reina Sofía, sostenga sin condiciones aunque pocas personas como él pueden simbolizar tanto el desarraigo. Viaja constantemente, toma cerca de 250 vuelos al año, buscando artistas inusuales, y no para de concebir lemas con cierto sentido poético, que ordenan el arte de nuestro tiempo.
PREGUNTA. Suiza es el país invitado a Arco y, a pesar de las pistas que nos dejaron sus dos muestras sobre Suiza en España, no se suele tener idea clara de su identidad. Nos ha dejado una visión de lo excéntrico de algunos artistas y otros creadores, más que de grandes nombres de la historia del arte.
RESPUESTA. En Sevilla expusimos obras de artistas como Mario Merz, Fischli y Weiss, Meret Oppenheim, Alberto Giacometti, no me parecen pocos...
P. No quise decir eso, sólo que no se les identifica inmediatamente como suizos.
R. Veamos, hay una línea oficial en el arte suizo que va de Füssli y Hodler a Klee, Meret Oppenheim, Alberto Giacometti, Tinguely, Fischli y Weiss y Pipilotti Rist. Pero también hay otros extraños fenómenos. Tenemos uno de los mejores grupos de artistas psicóticos, que también incluí en la muestra de Madrid. A mí no me interesa tanto la historia del arte lineal, excepto lo que me llame la atención dentro de eso.
P. Si proponía usted una Suiza visionaria es quizá porque es esa capacidad de videncia la que lo caracteriza. Sus artistas preferidos son gente como Beuys o Artaud.
R. Desde luego. Me interesa más la intensidad que el formalismo.
P. ¿Cree que actualmente hay demasiada preocupación por el formalismo en la búsqueda de un lenguaje artístico articulado con las nuevas tecnologías?
R. No es por nada que yo insistiera en incluir una importante participación de artistas chinos en la Bienal de Venecia, en 1999. Y tampoco que titulara Platea de la humanidad la muestra de la segunda, en 2001. Hay muchos artistas de los Balcanes, de Rusia, donde encuentras que el tema es mucho más importante que la fórmula. Y ésa es la nueva tendencia que empieza a asomar en el arte de hoy. Es un problema internacional, no es sólo la globalización, es también un problema de los fragmentos que quieren ser globales. Y ése es para mí el fenómeno más interesante hoy: la pérdida de importancia del arte norteamericano y de Occidente vendrá de esta subversión que viene de otras regiones. Suiza fue siempre un país privilegiado, con muy buenos artistas, pero además con una infraestructura que ha ayudado mucho. Es un lugar donde son posibles las confrontaciones. Incluso Sadam ha aceptado que Suiza sea un lugar posible para discutir.
P. En los años ochenta hubo una exposición titulada Les magiciens de la terre en la que Occidente parecía descubrir en artistas de otros países obras con cierto espíritu de vanguardia. ¿La visión del comisario europeo o norteamericano respecto a este arte no corre el peligro de buscar lo exótico, al buen salvaje?
R. Esa exposición fue una experiencia extraña porque finalmente los artistas de Occidente eran más mágicos que los africanos (bromea). Pero no creo que se trate de buscar el buen salvaje porque si vas a Shanghai, Taiwan, La Habana, tienen sus bienales de arte contemporáneo. He hecho exposiciones de artistas occidentales en Japón a principios de los años noventa. Yo busco la subversión y en el arte occidental, con Beuys y esa gente, la hubo, pero luego se perdió. Si buscas subversión tienes que ir a China donde los artistas quieren cambiar cosas en su propio país, pero tienen que encontrar la forma de que nosotros lo aceptemos dentro de nuestros esquemas culturales. No soy colonialista.
P. Quizá la globalización haya ayudado a cambiar esa relación entre las culturas. Beuys solía hablar de un arte universalista y quizá nos estemos aproximando a ello, pero siendo a la vez conscientes de nuestras raíces culturales.
R. Yo siempre hago una división, si el artista no está enraizado en estos tiempos de globalización, no tiene ninguna significación, está sólo zapeando de un lado para otro. Como la gente que tiene 40 o 50 canales de televisión y no ve nunca un programa completo. Beuys creía que al caer el muro de Berlín se iba a desencadenar un arte universal. Estaba equivocado, por supuesto, porque lo que vino fue el nacionalismo, las guerras nacionales, como las divisiones en la ex Unión Soviética, la islamización del sur de Rusia. Y en Afganistán, los americanos ayudaron a Bin Laden a deshacerse de los rusos y ahora quieren cargarse a Sadam. Este tipo de imperialismo es lo que no me interesa en arte, sino la parte subversiva que tiene un significado distinto al de imponer un poder a otros países.
P. De todas formas, los artistas más jóvenes están recobrando un sentido político para sus obras.
R. Es que se preocupan de los problemas sociales de su entorno. Durante años no hubo un arte político, quitando que el arte es siempre político porque la fragilidad es un instrumento político contra las estructuras del poder. Un ejemplo: incluí en Venecia ese barco que anclaba en aguas no territoriales para poder practicar abortos a los mujeres que lo desearan. Creo que eso no hubiera sido posible hace veinte años cuando en el arte se llevaba cierto cinismo. Se decía: yo hago arte para volverme rico.
P. Usted cree en la utopía en el arte, pero ¿cree en la utopía para la política?
R. Para mí, la utopía es una fuente de energía. Mientras sueñas con la utopía es algo hermoso, pero cuando tratas de realizarla se convierte en dictadura.
P. ¿Qué está haciendo ahora?
R. Preparo una exposición que se titulará Blood and honey (Sangre y miel), que es el significado de la palabra Balcán, que se presentará en Viena.
P. ¿Tiene algunas exposiciones pendientes en España?
R. Me han propuesto hacer la primera muestra contemporánea después de la inauguración del edificio de Jean Nouvel para el Reina Sofía. Sevilla también me pidió que organizara una bienal de escultura, pero en La Cartuja no puede ir sólo escultura. Les he propuesto que la referencia general sea la de la bienal de flamenco y la exposición como algo secundario. El flamenco tiene mucha más fuerza allí que las artes visuales. También haré una exposición el próximo año en Barcelona que se titulará La belleza del fracaso y tratará sobre la anarquía, el arte total y los nuevos artistas.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.