El Madrid se levanta de la lona
El equipo de Del Bosque logra la igualada tras conceder dos goles a un Espanyol más defensivo pero con más pegada
Tiritó el Real Madrid y, sin embargo, acabó pidiendo la hora el Espanyol; malgastó salvas por un tubo el Madrid en un acoso a lo séptimo de caballería y maldijo su mala suerte el Espanyol en un remate al palo y una doble parada de Casillas que evitaron el 3-0. Las discusiones se sucedieron en una grada repleta y en los principales foros de debate futbolístico. La resaca de un partido grande, apasionante, que dejó argumentos para reivindicar la victoria por parte de unos y de otros. El encuentro dejó un regusto agridulce en ambos, con tantos argumentos para reivindicar mayor recompensa que el empate como para darse con un canto en los dientes por no haber salido más malparados de Montjuïc.
ESPANYOL 2 - REAL MADRID 2
Espanyol: Toni; Torricelli (Amaya, m. 71), Lopo, Soldevilla, David García; Maxi, Morales (Martín Posse, m. 82), Domoraud, Roger (Àlex, m. 67); Tamudo y Milosevic. Real Madrid: Casillas; Míchel Salgado, Hierro, Helguera (Morientes, m. 89), Roberto Carlos; Flavio, Cambiasso (Solari, m. 60) (McManaman, m. 67); Figo, Raúl, Zidane; y Ronaldo. Goles: 1-0. M. 40. Roger recibe en la media luna, arrastra el balón de forma primorosa para recortar a Salgado y lo coloca raso junto al palo. 2-0. M. 45. Tamudo aprovecha el rechace de Hierro tras un tiro desde la izquierda de Roger. 2-1. M. 59. Zambombazo de Roberto Carlos desde 25 metros tras un rechace de Torricelli. 2-2. M. 74. Figo transforma un lanzamiento de falta desde 22 metros, con rosca y por encima de la barrera. Árbitro: Rodríguez Santiago. Expulsó a Àlex por doble amonestación (m. 87). Mostró la tarjeta amarilla a Soldevilla, Salgado, Domoraud, Torricelli y Cambiasso. Solari se retiró lesionado. Olímpico de Montjuïc: 51.100 espectadores.
El empate dejó un sabor agridulce en ambos equipos, que esgrimieron argumentos para ganar
Desde luego, el Real Madrid, que aspira a lo que aspira, realizará una lectura mucho más intransigente que el Espanyol, al que el punto le valió para salir de la zona de descenso en la que ha vivido desde que empezó el campeonato. Sin embargo, eliminación de Copa al margen, el de ayer fue el tercer empate consecutivo del Madrid en la Liga. No puede decirse que jugara mal. Pero tendrá que reprocharse por desplegar un dominio tan nítido pero tan inofensivo como el de la primera parte. Tejieron y tejieron Raúl y Zidane, que formaron una sociedad admirable en la medular, como no podía ser menos en dos jugadores excelsos. Y Ronaldo, cada vez que recibió, dio la sensación de ser capaz de sacarle dos metros en cada carrera a Soldevilla, Lopo o Torricelli, quien se le pusiera por delante. El lateral italiano, al que Clemente dio la alternativa en la Liga española, delató el entramado defensivo que dispuso el técnico vasco. Previsible, desde luego. Pero perfecto porque el Espanyol, con Morales y Domoraud fijos en la pivotación, se repartió con los centrales, Lopo y Soldevilla, el trabajo ímprobo para echar el lazo al triángulo formado por Ronaldo, Raúl y Zidane. Figo, más fijo en la banda, se estrelló con un tipo tan anónimo como eficiente, David García. Hasta que no cambió de banda, no dio lo mejor de sí el portugués. Fue ante Torricelli cuando más chispa le sacó a su juego.
El Madrid se dedicó probó con reiteración desde fuera del área. Más de media docena de veces le endiñaron. Pero no acertó. Y Toni, en todo ese tiempo, sólo tuvo que intervenir una vez. Cuando Ronaldo, tras aprovecharse de un nuevo tuya mía de Zidane y Raúl, recortó sobre Soldevilla y remató por bajo. Cada vez que pillaba el cuero el brasileño temblaban los centrales blanquiazules que, sin embargo, sacaron nota.
En cambio, los dos primeros remates del Espanyol, al filo del descanso, besaron la red. El primero llegó tras uno de esos detalles que suelen pasar desapercibidos. Pero que tal como estaba el partido resultó trascendente. Cambiasso, que entró en el equipo titular a causa de la baja a última hora de Makelele, perdió un balón en la medular. Y el Espanyol se inventó el gol con tres toques de lo más sutiles. Uno de Milosevic, que se la puso a Roger en la media luna. Otro de éste, que arrastró el cuero para acomodarse el disparo y recortar a Salgado. Y, para acabar, el tiro raso, colocado junto al palo. El Madrid quedó conmocionado. Tanto, que concedió el segundo gol de forma calamitosa. Un centro desde la derecha de Maxi, un rechace de Casillas y de nuevo Roger, certero cuando se requiere el gesto técnico, la enganchó perfectamente, mientras que el portero madridista quedaba retratado en un revolcón ineficaz. Hierro la sacó con apuros bajo palos. Pero allí estaba Tamudo para remachar.
El Madrid necesitaba aclarar sus ideas. Dominaba, era superior sin duda. Pero perdía por 2-0. No había rematado bien y había concedido dos goles impúnemente. Y tras el descanso, estuvo a punto de ser arrollado. Las dos primeras acometidas del Espanyol acabaron, una en el palo, y otra, en un doble remate de Maxi, en un alarde de reflejos de Casillas. El Madrid, sin embargo, sacó entonces el vigor necesario para poner cerco a la portería de Toni. Siguió echando de menos mayor verticalidad y más llegadas por las bandas donde la simetría del equipo quedó retratada. Figo por la derecha y Figo por la derecha. Nadie más llegaba a la línea de fondo. Alguna vez lo hizo Roberto Carlos pero sus centros fueron deficientes. Pero de tanta presión, el Madrid acabó encontrando dos remates sin tantas pamplinas. El de Roberto Carlos fue descomunal. Y el de Figo, precioso, aunque Toni, que llegó a tocar el cuero pagó su titubeo, al pensar que la falta del portugués iba a llegarle por la derecha. Le llegó por la izquierda. Fue el empate. Así se acabó. No porque no Figo, Ronaldo o Tamudo y Milosevic no cargaran una y otra vez para añadir más material al agridulce final.
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