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Columna
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El golfo en las listas

George Bush va a enturbiar las diferencias de criterios que se barajan en lo que hace a la elaboración de las listas municipales y autonómicas del País Valenciano, y mucho más allá. El repaso de Jordi Sevilla a los supuestos propósitos de Joan Ignasi Pla de conciliar unas candidaturas, entre la renovación y la experiencia, como alternativa posible, no debe despertar inquietud en cuantos confían en ocupar un puesto, en esos repertorios. Tal y como corren los acontecimientos, el perfil idóneo de los candidatos, las fórmulas ilusionantes, auspiciadas por del secretario de Economía del PSOE, las tentaciones del secretario general del PSPV, y el perverso maniqueísmo del gótico Camps, aspirante del PP, en cuanto se refiere a lo de "la profunda división interna de los socialistas", no pasan de ser meros juegos de artificio. Lo que sucede, en opinión del cronista, es que populares y socialistas valencianos, no son ni figurantes de la historia, sino de la parodia. Ahora, tampoco las tan zarandeadas elecciones de mayo, se dirimen en Madrid. Ahora, Washington tiene muchas probabilidades de colocar, de carambola, los regidores de nuestros municipios y los parlamentarios de las Cortes. En manos de Bush está, no sólo aniquilar unos centenares de miles de iraquíes, sino decidir quién puede sentarse en la alcaldía de cualquiera de nuestros pueblos. Será una faena, pero a los misiles, por muy inteligentes que sean, no le vas a ir con gaitas lermistas o ciscaristas.

Mientras George Bush goce del capricho de ordenar un ataque a Irak, el día que se le antoje, confundirá el paisaje electoral. Aunque también es cierto -lo que aportaría otra versión de los llamados pérfidamente efectos colaterales- que una guerra, dispensaría inopinados destinos y curiosos empleos, a cuantos, por una u otra razón, se quedaran descabalgados de las listas: siempre podrían sentar plaza en el cuerpo de marines o de paracas. Y como la duración formal de una guerra así, la estiman los expertos, en dos o tres meses, para últimos de mayo, en tanto el candidato de tal o cual sensibilidad se inviste de concejal de residuos sólidos, quien fue desahuciado de la candidatura de su pueblo, puede pasearse por sus calles, condecorado con el Corazón Púrpura y con toda la apostura del héroe. Si faltan plazas de aspirantes al sillón, sobran plazas para la gloria. Son opciones que también deben dispensar quienes confeccionan los inventarios de ediles y diputados: éste para el municipio, éste para las Cortes, y éste para el Golfo.

No se explica bien que en tanto Aznar le da a la epístola y a la pelota, seguido disciplinadamente, por sus ministros y aspirantes a presidentes autonómicos, y reverencian a Bush y le componen elegías, el principal partido de la oposición no acepte el reto: hablar sin circunloquios, dejarse de ambigüedades, e interpelar a ese 80% de ciudadanos, que están contra la atrocidad de arrasar de nuevo Irak. El cronista no sabe de cierto si constitucionalmente Aznar puede conducirnos a una matanza tal. Moralmente, desde luego, no. Y esa baza no la está empuñando un PSOE, opaco en sus reticencias. Que se ponga a hacer las listas, mientras encabeza una amplia protesta, y la lleva al Congreso y a la calle. Puede que así, incluso le falten escaños.

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