Resentidos que ladran en las esquinas
Tengo la sensación de que igual que Bunbury se ha visto todos los vídeos de Jim Morrison y los Doors, José María Aznar ha examinado con detalle el material videográfico disponible de un célebre tocayo suyo no hace mucho santificado por la Iglesia de Roma.
Su reciente visita a Santiago de Compostela ha servido para dejar claro que todos los que discrepamos con su partido, con su Gobierno y su forma de hacer y de no hacer las cosas, los que pedimos responsabilidades y mostramos nuestra repulsa a esa cosa tan poco demócrata y cristiana que es la falsedad, la manipulación y la mentira, somos fauna ladradora y resentida. Esta última alusión es al menos un avance.
De algo debe sentirse culpable el presidente cuando nos llama resentidos incluso a aquellos que no tenemos afiliación. El guía de la derecha nacionalista española, con su pose de telepredicador trasnochado, dejó bien claro cuál es su respeto por la libre expresión de opiniones y por la propia Constitución, manejada a su antojo a mayor gloria de sus intereses. Quizás el presidente piense que su mercadeo con Galicia, tanto si es finalmente tangible como si no, servirá para cerrar la boca de quienes pedimos que se depuren todas las responsabilidades que se derivan de la tragedia
del Prestige y de la posterior inacción de su gabinete. Se equivoca, y ni sus insultos, su intolerancia, su rancia actitud, sus amenazas y su prepotencia van a silenciar el clamor de una ciudadanía que pide justicia y responsabilidad. Quizá la palabra dimisión le suene turbadora a algunos de sus ministros, especialmente a Álvarez-Cascos, máximo responsable del ministerio más implicado en el desastre. Para mí lo es más constatar que al presidente le sobra la piel de cordero. Quizá sea a eso a lo que se refiere cuando habla de ser centrista.
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