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LA COLUMNA
Columna
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Fortalecer el Estado

Josep Ramoneda

SEGÚN JAIME MAYOR Oreja, la democracia española se ha desarrollado a partir de la conjugación de tres verbos: transitar (UCD), cambiar (PSOE) y fortalecer (PP). Al PP, según su ideólogo especializado en doctrina nacional, le ha correspondido la tarea del fortalecimiento del Estado. Lo cual plantea un problema ideológico: ¿cómo poner este objetivo estratégico en relación con el principio liberal, santo y seña del Gobierno del PP, de menos Estado y más sociedad? Dicho de otro modo, nos sitúa ante la contradicción principal de la gestión del PP. Por un lado, se ha hecho una tarea sistemática de descrédito del Estado, como lugar de la burocracia y de la ineficiencia; por otro, ha sido el Gobierno más intervencionista de nuestra corta democracia. En este esfuerzo de robustecimiento institucional, Mayor Oreja constata un fracaso: "No hemos sabido desarrollar las autonomías con fortalecimiento democrático".

¿Debemos entender que corregir esta disfunción es el principal objetivo de Aznar para lo que queda de legislatura? Si es así, adquiere todavía mayor relevancia el ejercicio de puesta a punto de la musculosidad gubernamental con que Aznar ha empezado el año. Primero, la pornográfica exhibición de los atributos del Estado, en forma de más cárcel y más cárceles. Después, el aviso a quien tenga tentaciones de disentir, con cuerpo de querella contra Nunca Máis. Y finalmente, la advertencia contra los guetos culturales y las tribus identitarias, que nos retrotrae a los años preconstitucionales de la España una. ¿El fortalecimiento del Estado quiere decir volver a empezar? Sorprendentemente, el partido del patriotismo constitucional, que jura a todas horas por la Constitución y su intocabilidad, pone en cuestión ahora, con el apoyo de la incontinencia verbal de Jiménez de Parga, las propias bases constitucionales que reconocen la pluralidad nacional de España. Es decir, para fortalecer el Estado, el PP parece dispuesto a rebobinar lo andado y situarse antes del mismísimo pacto constitucional.

¿Realmente, como pretende Mayor, el PP ha fortalecido el Estado? El Estado español no puede decirse que sea un Estado amenazado. En realidad, el único desafío de entidad que tiene es el terrorista. En este sentido, el PP ha conducido a ETA a uno de sus peores momentos, tanto en lo político como en lo militar. Es una aportación positiva al reforzamiento del Estado. Sin embargo, los modales políticos que han acompañado a este éxito han producido efectos colaterales: especialmente el deterioro de las relaciones políticas. Con el PNV, en primer lugar. Pero últimamente también con el PSOE, al que la manipulación partidista del pacto antiterrorista por parte del PP sitúa en una complicada posición, especialmente frente a pactos de futuro en el País Vasco. Por lo demás, la confusión entre público y privado que preside el área de cercanías del Gobierno -privatizaciones mediante; el empeño sistemático en controlar al Poder Judicial- con éxitos indudables, la pérdida de casi cuatro puntos del PIB en el gasto social y los esfuerzos para minimizar el papel del Parlamento hacen al Estado democrático mucho más débil de lo que era. De modo que uno tiene la impresión de que -salvo en el caso de ETA- los que quieren debilitar al Estado están más dentro que fuera del PP.

El ideólogo Mayor Oreja ha tenido que inventarse un enemigo: los que están trabajando en una segunda transición (expresión, por otra parte, que Aznar utilizó tiempo atrás para encuadrar las reformas que prometía la derecha). Mayor Oreja construye una extraña amalgama de enemigos de España en la que caben casi todos, incluso aliados fieles del PP, como Convergència i Unió, que no le ha abandonado un solo momento en una legislatura y media -y lo van a pagar electoralmente- y, sin embargo, reciben como agradecimiento su expulsión al saco de los malos. Habría, según Oreja, una vasta conspiración entre socialistas y nacionalistas periféricos para hacer saltar el Estado por los aires. Tal sospecha no tiene otro fundamento que el plan Ibarretxe -que los socialistas han rechazado de modo palmario-, algunas coaliciones en Gobiernos regionales, que han actuado en la más absoluta legalidad, y las propuestas de reforma estatutaria procedentes de Cataluña. La suma daría un peligroso enemigo que el PP ha construido para justificar la cara de perro que desde principio de año se le ha puesto a Aznar en defensa del Estado. Tengo la sensación de que el único que está poniendo en peligro la fortaleza de las instituciones es el propio Aznar, metido en una agresiva estrategia de la tensión con tal de salvar los muebles en el trance sucesorio. Lo que fortalece al Estado es la política, no el exabrupto.

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