Armonía de los fragmentos
Después de leer Plaza de Dante, de Dragan Velikic (Belgrado, 1953), dan ganas, arrastrado por el entusiasmo, de decir cuanto antes que se trata de una obra espléndida. Pocas experiencias hay más gratificantes que avanzar con admiración, página a página, por una novela -de cuyo autor, por lo demás, apenas sabemos nada- que se nos muestra con una poderosa, riquísima, delicada inteligencia narrativa. El sueño más querido de un escritor, se dice en algún lugar, "es convertir al lector en protagonista". Y en otra línea: "Todo arte que se fija a sí mismo un objetivo es sospechoso, porque el arte es siempre un proceso". Plaza de Dante podría, con toda justicia, estar entre esas dos frases como entre los arcos de un paréntesis. Pero es mucho más. Un paréntesis, ya se sabe, es una semilla incrustada en el discurso. Y esta novela está estructura por medio de frases, de enunciaciones que se afirman con su discrepancia y se desplazan por la novela igual que los personajes: "Las frases componen un mundo en el que pronto ya es tarde, en el que cerca es terriblemente lejos".
PLAZA DE DANTE
Dragan Velikic Traducción de Luisa Fernanda Garrido y Tihomir Pistelek Metáfora. Madrid, 2002 298 páginas. 19,50 euros
El mundo de Plaza de Dante
está impregnado de literatura, pero no es un mundo clausurado por las palabras, aunque sus personajes se mueven en historias oscuras que sólo la literatura puede rescatar. Hay un lector, Damjan Savic, que trabaja en la soledad del sótano de una biblioteca; un escritor, Labud Ivanovic, que morirá exiliado, y cuya obra póstuma, Cisma, ordenará Damjan; una librería, en cuyo piso superior vivía el escritor con Rosi, la mujer del propietario, Klaus Brockpechler, que recogerá el legado de Labud y se encargará de darle sepultura; un profesor de literatura en América, Adan Rosenberg, que recopila información para escribir una novela sobre un escritor centroeuropeo, refundición de tres escritores, uno de ellos Labud; una tienda de antigüedades que acogerá los objetos cuyo seguimiento sinuoso conecta las historias secretas, las genealogías de los personajes. Ésta es una enumeración sucinta. Hay muchos más personajes, hay poetas malogrados, hay un buen matemático convertido en cartero, ciudades que se transforman, calles y plazas que cambian de nombre, ascensores que no funcionan, y el tiempo de las vías que miden los trenes, "tiempo de recuerdos y tiempo de acontecimientos venideros".
Dragan Velikic compone su novela sin conceder a ningún hecho la prescripción de acción concluida. Nada está nunca quieto, todo está en movimiento. La muerte de Labud supone la reconstrucción de la vida y de la obra de Labud, y a la vez de quienes fueron sus amigos, sus años en el instituto, la generación del cincuenta y la peripecia de sus ancestros -la narración retrocede hasta el comienzo del siglo XX-, su amor a los filodendros que "le informaban de su próximo estado de salud", su pasión por la geografía y las guías de ciudades, su descubrimiento de las palabras, su máquina de escribir con caracteres cirílicos, "que conferían a los versos una apariencia de edificios góticos". La concepción del escritor como archivero de la realidad, enunciada por Danilo Kis, planea sobre la novela, donde también son perceptibles las sombras tutelares de Broch, Musil y Svevo. Velikic escribe con la respiración vigorosa de los grandes autores. Todo aquí es susceptible de ser inventariado, pero su prosa se ajusta, no a la linealidad de la historia, sino a los intervalos que orientan el discurso hacia otro rumbo: "A nosotros nos interesan las fisuras, las secciones, las encrucijadas, las bifurcaciones y los enredos, las superficies frágiles y los cimientos inestables, nos interesa el olvido de Labud".
Plaza de Dante es una lograda tentativa de restaurar la armonía dispersa de los fragmentos, un punto de intersección donde cada cosa y cada personaje recuperan, con su contacto, el sentido perdido. Una metáfora, claro, de la Yugoslavia desmembrada, un país vacío donde "cada suceso crea un nuevo orden, cada orden es la trama de muchos órdenes compuestos por desórdenes". Dragan Velikic es autor de cinco novelas y de dos libros de relatos. También éste es un lugar idóneo para reclamar a los editores españoles más atención a este escritor extraordinario.
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