_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

A remolque

El desalojo de inmigrantes rumanos del puente del Patrocinio, por decisión de la Delegación del Gobierno de Andalucía, sigue trayendo cola. No sólo no ha dejado las cosas como estaban, pues el asentamiento sigue donde estaba y con inmigrantes, sino que han ido a peor. La denuncia de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía poniendo de manifiesto que, en el desalojo, se separaron a cinco madres de sus pequeños para expulsarlas, no es un comportamiento muy pensado. Las madres, por un lado, y dos de los pequeños, que cuentan con tres y once meses de edad, por otro, no dice mucho a favor del respeto en favor de la protección de los hijos y de la unidad familiar por parte de nuestras autoridades.

Menos mal, para el delegado de Gobierno, que Ana Botella no se habrá enterado, pues, de conocer esta actuación, dada su preocupación por los asuntos sociales, hubiera apostado porque los bebés estén cerca de sus mamás, y no por la Delegación de Gobierno. Y menos mal, para los pequeños, que la denuncia de la asociación y la actuación del Defensor del Pueblo Andaluz contactando con la fiscalía ha permitido que un juez de Sevilla frene estas expulsiones.

Menos mal para todos, pues, poco le importaría que, después del frenazo, el delegado de Gobierno se hubiera enganchado al carro de la unidad familiar, ya que eso se llama ir a remolque de unos hechos que su misma falta de previsión ha provocado. Una falta de previsión que sucede con demasiada frecuencia cuando son inmigrantes los afectados, cuando, precisamente, por su especial vulnerabilidad, debería extremarse su protección y su seguridad.

Así podría evitarse que madres y bebés fueran separados y, posiblemente también, muertes como las que han sucedido en los calabozos de la comisaría de Málaga. Unas muertes, de las que la Asociación de Jueces para la Democracia ha dicho que "es una de las páginas más negras de la historia de la inmigración en España".

Esperemos que, con un mayor esfuerzo de previsión y una mayor responsabilidad, se esté por delante y dejen de escribirse unas páginas en las que los muertos en dependencias del Estado, y los huérfanos con madre, son los protagonistas.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_