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Columna
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El mar da luz

El mar puede dar luz. Un profesor de la Universidad Politécnica de Cataluña, Antoni Creus, y una empresa tecnológica, CEFLOT S.L., trabajan ahora conjuntamente en un proyecto que permitiría obtener energía eléctrica del movimiento de los mares. Espontáneamente, naturalmente, la ciudad costera llegará a alumbrarse al compás del oleaje. ¿Cómo no ver en ello la característica obviedad de Dios?

El investigador -y pensador de la ciencia- Jorge Wagensberg acaba de publicar un libro de aforismos, Si la naturaleza es la respuesta, ¿cuál era la pregunta? (Tusquets) donde, al cabo, su limpia enseñanza coincide con la aceptación de que la verdad subyace acaso a la realidad. La realidad, dice Wagensberg, "es la gran hipótesis de la mente pensante" y el truco para acertar radica en poseer una hipótesis buena, siendo el momento más glorioso aquél en que la hipótesis atina sobre la verdad oculta; el instante en que estalla la hipóstasis de la hipótesis.

Una vez lograda esta explosión, la imagen de lo verdadero emerge nítida, tal como si, efectivamente, se hubieran barrido las limaduras de la visión desenfocada y, desde ese momento, la lente obtuviera el objeto perfecto. Cuando este encaje tiene lugar, su consecuencia es semejante a la obviedad. La evidencia de la verdad coincide con lo obvio y así relucen después todos los grandes descubrimientos de la ciencia. ¿La velocidad de la gravedad es igual a la velocidad de la luz? Einstein lo había asegurado sin comprobarlo pero cuando hace un par de semanas llega la verificación no parece que, de verdad -de lo que es verdad-, añada nada.

El agua da luz. He aquí una perogrullada. Los residuos sólidos han constituido la base principal de la energía en una vieja etapa de la civilización pero ¿cómo no pensar que en los tiempos de la electrónica y la comunicación sin cables, la energía coherente debe buscarse en algo sutil como un gas y no en la combustión de materiales fósiles? A medida que el tiempo pasa, parece más elocuente que en el interior de la naturaleza se hallan encerrados los diferentes y sucesivos tipos de culturas y todo ello para alcanzar un nivel en que la definitiva cultura del futuro se fundirá sólidamente con la naturaleza. ¿Progreso o regresión? Ahora, cuando las ideologías se han disipado y la cultura se ha rebajado, la Naturaleza (lo ecológico, lo orgánico, lo genético, lo animal) ha venido a tomar el mando.

El actual prestigio de la Naturaleza llega al punto de demandar "derechos humanos" para los animales y las plantas, orienta el nuevo interés de la medicina hacia las especies vegetales y los millones de insectos, ha ilustrado incluso a los más audaces empresarios sobre la manera de gestionar sus inversiones.

What We Learned in the Rainforest: Business Lesson from Nature es un libro de Tachi Kiuchi (director de Mitsubishi Electric) y Bill Shireman (ecologista, presidente de Future 500) donde se establece que la economía del siglo XXI deberá inspirarse en las mismas estrategias empresariales que el planeta Tierra: diversificando sus productos, reabasteciéndose de energía. La obsesión del reciclaje (de basuras, de personas, de culturas, de sexos, de estilos) extrae su legitimación del comportamiento del medio ambiente y los bios, la moda de los raw materials, la bandera a favor de la diversidad, la inmigración y el mestizaje, se acreditan con el mismo paradigma.

Agotada la construcción de utopías sociales, exhausto el pensamiento político, olvidada la revolución, la recurrencia a lo natural, se hace la reina madre del pensamiento. El dominio del mercado se apoya en el fatal darwinismo del planeta, el déficit cero en el equilibrio cósmico y Bush ampara su instinto depredador en el quehacer de las fieras. La cultura, toda la cultura, sufre una etapa de descrédito mientras la naturaleza (el mar, los perros, los bosques) se alza como la gran fuente de referencia inteligente. Y, también, como la coartada perfecta. ¿Progresión? ¿Regresión? ¿Natación en las aguas primigenias?

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