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El nuevo líder socialista revoluciona el mapa político en Holanda

El auge de la izquierda y el desplome del partido de Fortuyn, claves de las elecciones

Isabel Ferrer

Joven, asequible, claro en sus explicaciones y sobre todo telegénico, Wouter Bos, el nuevo líder de la socialdemocracia holandesa (PvdA), de apenas 40 años, ha recuperado la confianza del mismo votante que echó a su partido del Gobierno en mayo pasado, tras ocho años en el poder.

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En dos meses escasos, el tiempo que lleva a la cabeza de su grupo, Bos ha sido capaz de robarle tanto terreno a la democracia cristiana (CDA), ahora grupo mayoritario, que las elecciones legislativas del próximo miércoles se presentan como las más reñidas y sorprendentes de los últimos tiempos. Sobre todo porque Bos no quiere ser aún primer ministro y ayer propuso para dicho cargo a Job Cohen, alcalde de Amsterdam, en caso de ganar los comicios.

Antes de aparecer en 1998 en el puesto 39º de las listas del PvdA, Wouter Bos trabajaba en la multinacional petrolera Shell. En 2002 seguía en un oscuro noveno puesto, pero su carrera hacia el estrellato político daría pronto un vuelco por culpa de un suceso inaudito en la memoria nacional: el asesinato de un candidato a primer ministro. La muerte a tiros en mayo pasado de Pim Fortuyn, el líder ultraderechista que conmocionó a todos hablando de integración, seguridad ciudadana e inmigración, tres asuntos intocables durante décadas en la sociedad holandesa, forzó al PvdA a buscar una cara nueva para expresar su repulsa. Ad Melkert, rival socialdemócrata de Fortuyn, había sido acusado de "demonizarle" por criticar al islam y querer frenar la inmigración. Bos era poco conocido y pudo calmar los ánimos sin dar la sensación de haberse manchado con los insultos cruzados por sus mayores.

Si bien no consiguió evitar la derrota en los subsiguientes comicios, su actitud pacificadora, asumiendo los errores cometidos, le perfiló como un hombre más preocupado por el trabajo en equipo que por su ambición personal. Un talante que ha dejado perplejos a muchos votantes -un 40% sigue sin saber a quién elegir, ya que él no se presenta- y que explica con cierto candor.

Nuevo Kennedy

"No es el momento de ser primer ministro. Antes hay que reformar el partido y demostrar que hemos aprendido las duras lecciones del pasado reciente", ha dicho, para luego salir victorioso en todos los debates electorales celebrados en las tres últimas semanas en la televisión holandesa. Porque esta campaña se ha librado, más que nunca, frente a las cámaras y en tertulias y debates que han enfrentado a los líderes con alguna posibilidad de formar Gobierno.

Sereno, agudo en sus respuestas y siempre sin corbata: ahí se ha ganado Bos el apelativo de "nuevo Kennedy". Un apodo algo superficial si se tiene en cuenta que el mito con el que se le compara sí quería ser presidente de Estados Unidos cuando se presentó a las elecciones en 1960. Y sin olvidar tampoco que el principal rival de Bos es Jan Peter Balkenende, un primer ministro democristiano dimisionario que le lleva tres años escasos y ha sido comparado con alguien todavía más joven, el niño mago Harry Potter.

En cualquier caso, la táctica de Bos de hacerle la campaña a otro correligionario parece estar saliéndole bien. Según los últimos sondeos electorales, publicados este fin de semana, el PvdA puede obtener hasta 40 escaños en el futuro Parlamento de 150 diputados. Ahora tiene 23. El CDA, por su parte, estaría resistiendo a duras penas la presión ejercida por el nuevo líder socialdemócrata y ganaría 44 asientos, uno más de los que tiene ahora. Tan escasa ventaja podría costarle el Gobierno a Balkenende, que tal vez no alcance una coalición con mayoría suficiente con los liberales. Si el CDA no lo consigue, no es impensable que el PvdA acabe pactando con éxito con los partidos de izquierda, e incluso que democristianos y socialdemócratas acerquen al final sus posturas en una larga y durísima negociación.

El socialista holandés Wouter Bos habla en una escuela de Utrecht.
El socialista holandés Wouter Bos habla en una escuela de Utrecht.REUTERS

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