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Reportaje:

Sarkozy promete "mucha más acción"

El ministro francés del Interior se convierte en el 'hombre fuerte' del Gobierno gracias a sus duras iniciativas legislativas

Tras convertirse el año pasado en la estrella rutilante de la política francesa, el ministro del Interior, Nicolas Sarkozy, promete para 2003 resultados "duraderos e incontestables" en la lucha contra la delincuencia. Las últimas iniciativas para una política preventiva incluyen el fichaje de huellas genéticas de unas 400.000 personas durante este año, gracias a que los diputados han ido más allá del proyecto ministerial y han ampliado los motivos de inscripción en el archivo nacional existente al efecto.

Sin escándalo alguno, los diputados de la mayoría aprobaron el jueves la extensión de un instrumento reservado hasta ahora a personas condenadas por violación, homicidio voluntario o actos de terrorismo, y que por ello estaba limitado a 2.100 nombres. Incluso en caso de sobreseimiento, el fiscal podrá decidir que no se borren los datos del afectado. Al que rechace someterse a la prueba genética se le castigará con un mínimo de seis meses de cárcel. La policía científica prepara a 300 personas para alimentar a este gran hermano.

El archivo nacional de huellas genéticas de delincuentes incluirá a 400.000 personas
"Actuar, avanzar, intentar: he aquí la estrategia", afirma el ministro del Interior
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Por el contrario, el paso de la ley por la Asamblea Nacional ha permitido suavizar el trato hacia las prostitutas: su mera presencia en la vía pública ya no merecerá seis meses de prisión, sino sólo dos. Sarkozy ha decidido también eliminar la expulsión de inmigrantes al término de la condena por otros delitos, todo un gesto hacia los que protestaban por la inhumanidad de la "doble pena".

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"Actuar, avanzar, intentar, probar: he aquí la estrategia", resumió el viernes pasado el responsable de Interior, en un frenesí de acción cuya razón de fondo dejó entrever: "Se puede ser ministro mucho menos tiempo de lo que uno se imagina. A los artículos buenos en la prensa suceden enseguida otros menos buenos. Hay que trabajar desde el primer minuto de la primera hora del primer mes del nuevo año".

El enorme salón de recepciones de su Ministerio rebosaba de gente. Famosos de la pequeña pantalla rodeaban a un tipo bajito que se dejaba achuchar: aquí, unas pequeñas confidencias; allá, la advertencia de que "¡como aparezca esto en alguna parte...!". La biznieta del compositor español Isaac Albéniz, esposa actual del ministro, Cecilia Sarzoky, se eclipsó desde los primeros minutos sin dar tres cuartos a los pregoneros de la "pareja del año".

¿Hasta dónde irá Sarkozy? El semanario Le Nouvel Observateur planteaba la pregunta a finales de 2002, buen resumen de la zozobra que asalta a los cuarteles generales de la política. Francia está tan controlada por la nueva mayoría que el presidente, Jacques Chirac, ha emprendido una etapa de liderazgo europeo, mientras todos escrutan las intenciones de Sarkozy, que el próximo día 28 cumple 48 años y al que se presiente como el delfín tras su resurrección triunfal.

Él esperaba ser primer ministro, pero el presidente recurrió a un político regional, Jean-Pierre Raffarin, al que nadie esperaba en el primer plano de la vida nacional. El 6 de mayo de 2002, a la vista de que la gran comedia nacional del miedo a la extrema derecha había terminado en una aplastante victoria sobre Jean-Marie Le Pen, Chirac ofreció a Sarkozy el superministerio del Interior y el rango -informal- de número dos del Ejecutivo. "Si no tienes confianza en mí para número uno, ¿por qué la tienes para número dos?", dicen que le preguntó.

Chirac entregó a Sarkozy nada menos que el cumplimiento de su máxima promesa electoral, que es la "tolerancia cero" con la delincuencia. Sin perder un segundo, Sarko puso el turbo: empezó autorizando a la policía a utilizar pistolas de balas de caucho, promovió una ley que convierte en sospechosos a colectivos enteros -desde prostitutas a okupas- y cerró el campo de refugiados del canal de la Mancha, allá donde el Gobierno de izquierdas había consentido humanamente una especie de estación de tránsito de inmigrantes en viaje clandestino hacia Gran Bretaña. "Chapeau", le felicitó por televisión el diputado socialista Jack Lang, ex ministro de François Mitterrand y de Lionel Jospin. Pero a Sarko todavía le quedó tiempo para demostrar su cintura política pactando con los musulmanes un órgano que discipline a los islamistas en Francia.Ocho meses después, sólo la bonhomía exhibida por Raffarin resiste los niveles de popularidad alcanzados por el número dos.

Alain Juppé, un fiel chiraquista que decidió excluir de la ejecutiva del partido mayoritario a un hombre de confianza de Sarkozy, ha tenido que tragarse su primera negativa. De paso, Juppé ha visto su futuro presidencial aún más oscurecido, al filtrarse el dato de que ha aceptado jubilarse como alto funcionario a los 57 años, cuando el Gobierno hace esfuerzos por convencer a la población de que retrase todo lo posible la edad de la jubilación.

Palabras de Sarkozy: no hay que pedir perdón por ser de derechas, ni asustarse de "llamar granuja a un granuja". Reflejos de Sarkozy: una visita sobre la marcha a un centro comercial asaltado por una banda juvenil en el conflictivo suburbio de Evry. Éxitos de Sarkozy: las mismas organizaciones de derechos humanos que le fustigaban hace tres meses como liberticida se vieron impotentes el sábado pasado para movilizar a más de 2.000 personas en lo que iba a ser una gran manifestación contra la ley de Sarkozy. Francia ha colocado a un duro como jefe de todas sus policías y, al menos de momento, la mayoría de los ciudadanos está encantada.

Nicolas Sarkozy, durante una visita a Estrasburgo en octubre.
Nicolas Sarkozy, durante una visita a Estrasburgo en octubre.ASSOCIATED PRESS

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