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Columna
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Amén

En las pantallas de nuestros cines se proyecta una película, que conviene ver más de una vez. El filme se llama Amén, dirigido por el cineasta griego Costa Gavras. El argumento no tiene desperdicio y viene precedido de un considerable escándalo, que arranca desde los carteles anunciadores hasta su contenido.

Las jerarquías de la Iglesia siguen influyendo notablemente en la sociedad española y valenciana. No se sabe si influyen ciertamente o más bien pretenden influir. En cualquier caso lideran o hacen todo lo que saben para liderar. La película de Costa Gavras relata con respeto actitudes y posiciones del Vaticano durante la II Guerra Mundial en torno al genocidio nazi de más de seis millones de judíos.

El papel de los jesuitas, la defensa del mensaje evangélico, la consternación de los católicos alemanes, la indiferencia de las naciones europeas y la difícil misión de los líderes ante la injusticia, son los temas que centran este relato cinematográfico que por ser crítico es, a su vez, esclarecedor. Napoleón decía que un líder es un traficante de esperanzas y no ha existido ningún conductor de la sociedad que haya ejercido su misión desde la conformidad y la ortodoxia. No obstante tanto Cicerón como Aristóteles creían que no se podía llegar a ser un buen líder sin aprender a obedecer. Disciplina, moral de situación y la defensa en última instancia de la razón de Estado, resumen los principios que rigen en las estructuras de poder, tanto económico como político y religioso.

Últimamente se ha hecho referencia a la necesidad que tiene la sociedad valenciana de líderes, que como un maestro de ceremonias nos indiquen el camino a seguir, en palabras de Berger Evans. Un líder no se improvisa ni surge desde la soledad. Es la sociedad quien debe demandarlo, hacerlo posible y cuidar su evolución. Por su parte el líder ha de explicitar la voluntad de ejercer como tal, al tiempo que habrá de protegerse de las andanadas que tratarán de malograr su ascensión. La inteligencia es, de este modo, necesaria para ejercer cualquier liderazgo.

El panorama económico y empresarial valenciano comienza a parecerse a un recipiente en ebullición. No sería la primera vez que se disputan liderazgos ni tampoco la última en que cambia algo para que nada cambie. Hasta las estrategias y las operaciones más inexplicables tienen su propia lógica. No es solución ocultar e ignorar porque el mundo sigue rodando y acaba desvelándose el entuerto. La trayectoria vaticana tiene una larga tradición en actitudes y decisiones no suficientemente aclaradas, cuando la comunidad cristiana tiene, en muchas ocasiones, que sentirse motivada y liderada por lo que da razón de ser a su testimonio. No valen medias tintas ni las visiones sesgadas del sufrimiento humano. La injusticia, la arbitrariedad y el desdén hacia los derechos más elementales del individuo no admiten justificación alguna. Menos cuando en historias como la que relata Costa Gavras en su película y otras que hemos vivido, los protagonistas de los crímenes más deleznables acaban sobreviviendo a los justos al embarcar de la mano de las jerarquías hacia algún destino iberoamericano donde aún resulta fácil expiar las culpas.

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