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Crítica:ESTRENO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Las sigilosas huellas del gato

Sin proponérselo, por deducción no calculada, por olfato, el gran vividor argentino llamado Javier Patricio Pérez, conocido por Gato, cantante de rock filtrado a través de ritmos de salsa arrabalera, que se fue de Buenos Aires cuando tenía 15 años y echó raíces en Barcelona desde que llegó en abril de 1966, acabó convirtiéndose, en los años que precedieron a su súbita muerte en 1990, cuando tenía 40 años, en el tercer vértice -en los otros se leen las leyendas del Pescaílla y de Peret y colegas- del triángulo fundacional del gozoso aire urbano barcelonés que acabó llamándose, no sé si con exactitud, rumba catalana.

Con ese aire como alimento primordial, sazonado con resonancias arrancadas de su herencia americana, ideó Gato Pérez un cóctel musical tan rico y explosivo que permite decir a Jaume Sisa, que aprendió algunas cosas de su ingenio, que "Gato fue un gran creador de lenguaje". Y es de las fuentes y entresijos de ese lenguaje de donde Ventura Pons arranca la materia que formaliza en El gran Gato, un documento delicioso y vivificador, porque la resurrección del Gato se percibe en la pantalla como real, como suceso verídico, pues fueron muchos los sordos que, muerto él, dieron temerariamente por muerta a su música. Pero esta muerte es desmentida de manera irrefutable por la cautivadora gracia y el desgarro irónico de las 15 canciones del Gato que, interpretadas por 15 colegas suyos, jalonan y vertebran las 15 secuencias por donde discurre el filme. Y éste se despliega con admirable sagacidad y un muy delicado equilibrio sobre un tempo en el que los vaivenes no son altibajos, sino suaves y elegantes escaladas hacia el desvelamiento del secreto encuentro entre unas músicas y una poesía en un paisaje urbano, el de la Barcelona en estado de mutación que envolvía el templo amable y canalla de la sala Zeleste, en el que Gato fue sacerdote.

EL GRAN GATO

Dirección y guión: Ventura Pons. Intérpretes: Maria del Mar Bonet, Sisa, Martirio, Lucrecia, Luis Eduardo Aute, Kiko Veneno, Tonino Carotone, Clara Montes, Moncho, Joseph Manel, Benjamín Escobar. Género: documental.España, 2002. Duración: 102 m.

Y evocan ese tiempo, esa poesía y esa encrucijada urbana barcelonesa, además de Sisa, Kiko Veneno, Clara Montes, Manel Joseph, Moncho, Benjamín Escobar, Los Chichos, Los Manolos, Tonino Carotone, Sabor de Gracia, Martirio y Lucrecia, que cierra la galería con ecos de pura rumba cubana, y Maria del Mar Bonet, que hace prodigios de voz agitanada, y Luis Eduardo Aute, que derrocha sorna y viejos aires de amistad con el gato muerto.

Los libérrimos y contagiosos, trepidantes y a veces canallas, escépticos e incluso pesimistas, pero siempre gozosos versos sonoros arrancados por Ventura Pons y los amigos y músicos que convoca de la filosofía de taberna del Gato Pérez se visten aquí con el esplendor de 15 lecturas muy variadas, cada una inimitable a su manera, lo que da a la música rescatada inesperadas sonoridades y angulaciones rítmicas, de manera que la sombra del Gato deja ver dentro de ella otros Gatos, una preciosa sucesión de las ondulaciones de la identidad de un no bien conocido, pero indispensable, creador de músicas urbanas en el torbellino de la España de finales del siglo pasado, que sigue aquí, presente.

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