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AGRICULTURA | Tecnología

Caparazones de crustáceos para encapsular semillas más productivas

La piel de las gambas o cualquier otro caparazón de crustáceo que en la actualidad se desperdicia se puede utilizar para lograr unas semillas más vigorosas, resistentes al ataque de patógenos vegetales y con una mayor capacidad y rapidez en su germinación.

En este proyecto, que ha recibido una financiación de casi medio millón de euros de la Unión Europea, está trabajando un equipo de investigadores del Instituto BILB de Bremerhaven (Alemania), de la Universidad de Tampere (Finlandia) y del grupo de Fitopatología de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Alicante. "Sólo con un 5% de incremento de la producción, la técnica ya es rentable para la agricultura intensiva", explican los profesores de la Universidad de Alicante Luis Vicente López Llorca y Jesús Salinas Calvete.

El proyecto de investigación Quitosano, un producto natural para encapsular semillas pretende desarrollar un sistema que permita encapsular semillas de distintas variedades de arroz, cebada, tomate, judía, pepino, calabaza, zanahoria y plantas aromáticas con el objetivo de conseguir unas semillas con fases de germinación más cortas, que sean más vigorosas, que produzcan más frutos con plantas más grandes y que al mismo tiempo se protejan del ataque de patógenos vegetales, en especial de hongos fitopatógenos.

Germinación

Para conseguir este objetivo, los investigadores encapsularán las semillas con quitosano, un polímero obtenido a partir del reciclaje de los caparazones de crustáceos que produce como residuo la industria alimentaria. "Con este proyecto reutilizamos un producto que se tira, que no sirve y que se tiene que eliminar, y además obtenemos beneficios en las semillas", explica Salinas, que asegura que el tratamiento con quitosano incrementa el porcentaje de germinación de las semillas y hace que las plantas crezcan más vigorosas.

Los investigadores de la Universidad de Alicante destacan que "el proyecto se ajusta a las líneas marcadas en la política agrícola de la Unión Europea", ya que, por una parte, reciclan subproductos procedentes de la industria alimentaria (caparazones de crustáceos) -con lo que se evitan los procesos contaminantes de su eliminación-, y, por otra, también se consigue limitar el uso de productos tóxicos (fungicidas) para el control de enfermedades vegetales. Las investigaciones que acaban de comenzar se desarrollarán a lo largo de los dos próximos años.

El compuesto básico para encapsular se producirá en Finlandia: el grupo del profesor Pertti Nousiainen, de la Universidad de Tampere, se encargará del desarrollo, y la pyme Biomeeri, de la producción. En Alemania el experimento se realizará en el Instituto BILB de Bremerhaven, que cuenta con expertos en encapsulación como el profesor Gerd Klöck. Los ingenieros Irene Mingués, Michael Langenhorst y Holmer Wöhlk encapsularán las semillas, y en España será en la Universidad de Alicante donde realizarán el control de germinación de las semillas, el desarrollo de las plantas y la capacidad de protección contra el ataque de patógenos.

Tres empresas

Tres empresas españolas proporcionarán las semillas. Se trata de Intersem, de Valencia, que se encargará de proporcionar las semillas de hortalizas; de Semsil, de Córdoba, que proporcionará semillas de plantas aromáticas, y de Castells, de Tarragona, que suministrará las semillas de arroz y de otros cereales. "En la zona del Delta del Ebro están muy interesados en conocer el resultado de este producto, por los beneficios que podría suponer en la producción arrocera", explica Salinas.

El quitosano es el segundo polímero más extendido en la naturaleza, después de la celulosa. Según los investigadores del proyecto, ya se está utilizando en el campo de la tecnología de los alimentos, el papel o la agricultura. Explican sus propiedades más destacadas: "Por una parte, tiene un peliculado muy fácil para poder encapsular las semillas, y por otra, tiene un efecto protector frente a los patógenos".

El grupo de fitopatología de la Universidad de Alicante, en el que trabajan expertos en biología y control de enfermedades de las plantas, se encargará de comprobar en sus laboratorios el éxito de la investigación y supervisar los resultados.

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