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Reportaje:

El hogar de la palabra

El Ayuntamiento de Almería compra la vivienda en la que el poeta José Ángel Valente vivió sus últimos años

No todos los días un poeta premio Príncipe de Asturias de las Letras (1988) y Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (1999) decide permanecer, ganada ya la gloria, en una urbe castigada y mal comunicada. José Ángel Valente (Orense, 1929, Ginebra, 2000) quiso vivir en Almería. El autor vivió en Almería desde 1985 y gestó la parte final de su obra desde la ciudad más oriental de Andalucía. Compró una casa junto a la catedral y al convento mudéjar de Las Puras. "Yo no he elegido la casa. La casa me eligió a mí", repetía con frecuencia el poeta.

El mejor tributo que la ciudad podía rendir al autor de Las palabras de la tribu (1971), amén del homenaje dedicado en vida y de otorgar su mismo nombre a la calle donde vivió, era adquirir el inmueble que Valente utilizó de refugio y le brindó inspiración. El Ayuntamiento de Almería ha cerrado un acuerdo con la familia para adquirir, por valor de 360.000 euros, la casa del poeta.

Las pretensiones del concejal de Cultura, Rafael Esteban, pasan por "convertir" la vivienda en sede de una futura fundación o patronato auspiciado por el Ayuntamiento y hacer del inmueble "el centro cultural por excelencia" para tertulias, talleres y otras actividades literarias.

La adquisición incluye todos los objetos existentes en ella, a excepción de la biblioteca personal, que el poeta cedió a la Universidad de Santiago de Compostela.

El amigo del poeta y arquitecto que rehabilitó la vivienda a mediados de los ochenta, Ramón de Torres, subraya la importancia que para el autor adquirió su morada. "Él siempre quería que las entrevistas se hicieran en su casa. Era su manera de dar a conocer la arquitectura de Almería y también de reivindicarla. No se cansaba de decir que Almería se destruía a sí misma y a su historia", apunta De Torres.

Incluso en los Seminarios de la Modernidad que el poeta se brindó a organizar en la ciudad de Almería y por los cuales invitó a personalidades mundiales de la música, la arquitectura y el arte, la influencia de la casa no pasó inadvertida. Valente preguntaba a todos por aquel lugar. Sus reuniones en el sótano y en la azotea eran frecuentes, favorecía los encuentros en la casa. Y fue en una de esas reuniones en la que el músico Gonzalo de Olavide dijo que "lo de dentro" estaba "fuera". Dijo que el patio de luces equivalía a las plazas y que la ciudad "estaba en el interior". Quizá por eso, ahora, pertenezca ya a Almería para siempre.

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El texto en el que Valente sintetizó mejor el embrujo y las energías derivadas del hogar que escogió para vivir buena parte de su vida se recoge en Azotea en el sur (1990). Este relato, escrito años antes, se publicó con motivo de la exposición El espacio privado. Cinco siglos en 20 palabras. En esta ocasión, diferentes escritores hablaban de un espacio de la casa sugerido por un artista. A Valente, que le tocó un cuadro de Pérez Villalta en el que un grupo de amigos bebían y conversaban en una azotea (como solía ocurrir en su propia residencia almeriense), le pareció propicio publicar Azotea en el sur.

En ese texto plasmó la idea de ver la casa como un proceso alquímico que discurre desde la oscuridad (el sótano) a la claridad absoluta (la azotea). Transformó la morada en una palmera que se abre al cielo, desde la sombra hacia la luz, y el autor se soñó en la Almería del siglo XI, del sofismo y del pensamiento místico de Al-Ándalus.

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