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Tribuna:TRIBUNA SANITARIA
Tribuna
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Los retos de la OMS ante la elección de nuevo presidente

La Organización Mundial de la Salud (OMS) es una agencia especializada de las Naciones Unidas (ONU), fundada en 1948, que incluye 192 estados miembros, representados por sus ministros de salud en el órgano de toma de decisiones: la Asamblea Mundial de la Salud. Ésta se reúne una vez al año en Ginebra. La OMS tiene como objetivo básico que "la totalidad de los seres humanos alcance y disfrute del mayor nivel posible de salud" y ha definido la salud como "un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no la mera ausencia de enfermedad o discapacidad".

La OMS actúa a través de los estados miembros, asesorando a los gobiernos y tratando de influir en las decisiones sanitarias. También se encarga de definir los estándares globales para la promoción de la salud y para el control de las enfermedades. Su funcionamiento depende de un presupuesto de más de 2.220 millones de euros (ejercicio 2002-2003). El 40% del presupuesto proviene de las cuotas que aportan los estados miembros, que no han aumentado apenas en los últimos años, y el 60% de las aportaciones voluntarias, cuyo aumento ha sido notable. Estas aportaciones, aunque generosas, no están exentas del riesgo que los donantes intenten ejercer cierta influencia en la toma de decisiones de la OMS. Estados Unidos, Reino Unido, Holanda y los países escandinavos son, actualmente, los principales donantes voluntarios.

La OMS ha perdido peso en el concierto sanitario mundial y carece de independencia y de fondos suficientes
Muchos analistas opinan que Pascoal Mocumbi, primer ministro de Mozambique, es el candidato mejor situado

Este mes de enero, el Comité Ejecutivo de la OMS, formado por 32 países elegidos según un sistema rotatorio y que representan a las seis regiones de la OMS, debe elegir al nuevo director general de la organización. La actual directora general, Gro Hartlem Brundtland, ex primera ministra de Noruega, anunció el año pasado, de forma sorprendente, que no se presentaría a la reelección. Sin entrar en mayores detalles, Brundtland merece recibir crédito por haber colocado de nuevo la salud en la agenda de organizaciones y grupos poderosos en política mundial, como lo demuestran los denominados "objetivos del milenio" (iniciativa patrocinada por la ONU), varias declaraciones del denominado Grupo G-8 y otras de la propia Unión Europea.

Sin embargo, la dirección de Brundtland no ha sabido o no ha podido dotar a la OMS de una organización más ágil, más sensible a las críticas, más flexible y transparente. En los últimos dos años, la OMS ha iniciado una política de alianzas estratégicas con otras organizaciones públicas y privadas que, en algunos casos, no están exentas de conflictos de intereses y pueden ejercer una influencia indebida sobre la independencia de la propia OMS.

Finalmente, algunas iniciativas públicas de gran trascendencia, como el Fondo Global para la lucha contra el sida, la malaria y la tuberculosis (GFATM) han decidido que la gestión de sus fondos fuese totalmente ajena a la OMS, lo que también ha sucedido con otras iniciativas privadas, como la de la Fundación Gates.

El resumen es que la actual OMS ha perdido peso específico en el concierto sanitario mundial, no ha recuperado ni ha potenciado su papel de liderazgo técnico, carece de independencia y de fondos suficientes y, hasta cierto punto, está alejada de la realidad sobre el terreno de cada país. No olvidemos, además, que la situación sanitaria del mundo es una realidad global. Los viajes, la inmigración y el comercio sitúan a todos los países, en cualquier momento, en condiciones de riesgo de sufrir determinadas enfermedades, muchas de ellas transmisibles.

Es, pues, necesario que dispongamos de un organismo de referencia, técnicamente muy cualificado y potente, que tenga capacidad de gestionar y coordinar esfuerzos y políticas sanitarias y que, a la vez sea representativo y democrático. La OMS está en condiciones de recuperar o alcanzar esta posición, que probablemente le corresponde ejercer más que a cualquier otra institución sanitaria del mundo.

España, que actualmente es miembro del Comité Ejecutivo, y por tanto votará en la próxima elección, debe iniciar un proceso de reflexión sobre cuál debe ser nuestro papel y, por extensión, el de la Unión Europea, en la OMS. En un contexto más amplio, cabe recordar que España dona alrededor del 0,2% del PIB a cooperación internacional. Ocupamos el antepenúltimo lugar de la Unión Europea en este aspecto, pues sólo superamos a Grecia e Italia, y estamos a mucha distancia de Dinamarca, Suecia, Noruega y Holanda, líderes mundiales en donación internacional para cooperación y desarrollo y únicos países del mundo que superan la mítica cifra del 0,7%. Estados Unidos, que ejerce una cada vez más notable influencia también en el contexto sanitario internacional, dona el 0,1% de su PIB a cooperación y desarrollo internacional.

La ayuda internacional para la cooperación y desarrollo sanitario es totalmente imprescindible. La sociedad española siempre se ha mostrado muy solidaria, interna y externamente, como demuestran las tasas de donaciones de órganos para trasplante (entre las más altas del mundo) o los diversos y activos movimientos de voluntariado y ONG. Los esfuerzos oficiales, aunque en progresión y con ejemplos de proyectos de gran calidad y rendimiento, están todavía lejos de alcanzar los niveles exigibles a un país que aspira a tener peso específico en el contexto mundial. España debe alcanzar rápidamente un nivel de donación para ayuda y cooperación internacional superior al 0,5% y marcarse como objetivo llegar al 0,7% antes de 10 años. Esta cooperación debe dirigirse prioritariamente a aspectos sanitarios: lograr un mejor control de las enfermedades, contribuir al desarrollo sostenible de aquellos servicios sanitarios efectivos y eficaces y potenciar la investigación biomédica de calidad dirigida a los problemas de salud más comunes e importantes para los países en desarrollo.

Adicionalmente, España puede liderar una reflexión conjunta de los estados miembros de la UE sobre la necesidad y conveniencia de que sea la propia UE la que lidere los esfuerzos y proporcione el más amplio soporte posible al nuevo director general de la OMS. El mayor contribuyente mundial de la OMS es, y debe ser, sin duda alguna, la UE. La UE debe alinear y coordinar su política de cooperación y desarrollo en materia sanitaria y su política de investigación biomédica con las necesidades y directrices de la OMS, organización con la que debe colaborar estrecha y lealmente. Se avanzaría así en los objetivos generales de la UE, incluyendo los relacionados con la I+D, y dentro de lo posible, se evitaría o reduciría la fragmentación actual de políticas, a la vez que podrían limitarse algunos intentos de ejercer influencias particulares (¿interesadas?) por parte de ciertos estados miembros.

¿Qué retos tiene ante sí la OMS en su futuro inmediato? La salud, un derecho reconocido en la declaración universal de derechos humanos, es un objetivo prioritario por derecho propio, así como un valor central para el desarrollo económico y para la reducción de la pobreza. Existe un fuerte vínculo entre pobreza y enfermedad: la existencia de enfermedades impide el desarrollo económico de los países. Se estima que el 90% de todas las enfermedades, muertes y discapacidades ocurren en los países en desarrollo. En los últimos años se ha puesto de manifiesto el impacto que la carga de enfermedad tiene en el empobrecimiento de las sociedades. De igual forma, se ha reconocido el desequilibrio estratégico que supone la falta de investigación en los problemas prioritarios de salud de los países menos desarrollados y en las llamadas enfermedades relacionadas con la pobreza (ERP). El asalto efectivo de las ERP requiere una inversión sustancial en bienes públicos, incluyendo un aumento en la obtención y análisis de datos de calidad, la mejora de los sistemas de vigilancia de enfermedades transmisibles y, especialmente, una inversión en proyectos de investigación y desarrollo sobre estas enfermedades. Es necesario también asegurar que los países de renta baja tengan acceso real a los medicamentos esenciales, siguiendo las recomendaciones de la propia OMS.

A la vacante que deja Bruntdland aspiran, oficialmente, nueve candidatos. Los pronósticos indican que tres de ellos tienen más posibilidades de acceder a la Dirección General: Julio Frenk, ministro de Sanidad de México, Pascoal Mocumbi, primer ministro de Mozambique, y Peter Piot, actual secretario de UNAIDS. Todos ellos están en la recta final de sus campañas, como lo demuestra la visita reciente del doctor Mocumbi a España, donde se entrevistó en Madrid con la ministra de Sanidad y luego en Barcelona con el consejero de Sanidad, tras haber presentado su programa en el hospital Clínico de Barcelona.

Muchos analistas opinan que el doctor Mocumbi es el candidato mejor situado. Es médico, cuenta con una gran experiencia en gestión pública, tanto sanitaria como política, desarrollada en uno de los países más pobres del mundo y, muy especialmente, representa al continente más desfavorecido en materia sanitaria.

Nunca antes un africano ha ocupado el cargo de director general de la OMS. Éste es un momento trascendental para que los ciudadanos de África estén representados al más alto nivel en la OMS. África soporta la mayor carga de enfermedad del mundo: su salud depende de una interacción compleja entre factores culturales, ambientales y sociales, y el doctor Mocumbi conoce de primera mano estos determinantes sanitarios en la dura realidad diaria africana. Hace demasiado tiempo que el mundo occidental ha dejado a África muy atrás en materia de salud. La elección del próximo director general de la OMS es una oportunidad para el mundo desarrollado de demostrar que estamos genuinamente interesados y decididos a contribuir al progreso global de África, representado en este caso concreto por la que probablemente es su necesidad más importante: la mejora de la salud de sus habitantes.

Antoni Trilla es médico epidemiólogo, director de la Unidad de Evaluación, Soporte y Prevención del Hospital Clínic de Barcelona.

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