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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La OPEP colabora

Treinta años después de la primera gran crisis económica determinada por bruscas elevaciones en el precio del petróleo, el bienestar del mundo sigue pendiente de las oscilaciones en el precio de esa materia prima. Ante la huelga en Venezuela (habitual productor de 2,7 millones de barriles diarios) y las perspectivas de guerra en Irak, la OPEP decidó ayer inyectar en el mercado a partir del 1º de febrero 1,5 millones de barriles adicionales, elevando sus cuotas a 24,5 millones de barriles diarios, frente a los 23 millones anteriores.

No es un gesto dirigido sólo a garantizar el abastecimiento global -menos dependiente ahora del petróleo de los países de la OPEP-, sino también a situar el precio de referencia del crudo entre 22 y 28 dólares el barril. La extensión del clima de incertidumbre había hecho subir el precio en un 25% en los últimos dos meses, y en un 45% en un año. En la adopción del acuerdo de los ministros ayer en Viena, el papel jugado por Arabia Saudí, el país con la mayor capacidad de producción y reservas, ha sido esencial.

Sin menoscabar su importancia, este acuerdo, que sería revisado si Venezuela reanuda su producción normal, no puede por sí solo conseguir una definitiva normalización de ese mercado, y con ella, el alejamiento de las más adversas consecuencias económicas derivadas del encarecimiento de esa materia prima. En la medida en que persistan la huelga en Venezuela y las amenazas de guerra en Oriente Próximo, los precios seguirán relativamente elevados, lastrando seriamente las posibilidades de recuperación económica, ya dañadas por otras señales no menos inquietantes de intensificación de la aversión al riesgo.

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La paradoja es evidente: la Administración estadounidense presiona a los principales productores de la OPEP para aumentar su producción con el fin de abaratar el precio del barril, pero en modo alguno reduce los focos principales de riesgo que lo han impulsado a esos niveles. Por el contrario, abre nuevos escenarios de inestabilidad internacional. Sobre esas bases, de poco sirve que el precio ceda en algunos dólares. La mejor terapia para garantizar el crecimiento de las economías y del empleo no es otra que un horizonte de paz y de reglas amparadas en el juego multilateral.

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