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El pintor Carmelo Camacho presenta en Bilbao la energía de sus obras más recientes

'Poderosas razones para irme de Cádiz' reúne más de 50 cuadros y algunas esculturas

Una explosión de color, de pasión, de alegría. Así podría resumirse la poderosa energía que emana de los cuadros que el pintor Carmelo Camacho (Valdepeñas, 1959) ha creado en los últimos años y que ahora presenta en la galería Bilkin (Heros, 22) de Bilbao. Una muestra que esconde también numerosos homenajes que el artista no esconde: "Bonifacio, Picasso, Manuel Bouzo, y el escritor Josep Pla". La exposición se completa con varias composiciones escultóricas.

Carmelo Camacho ha elegido un curioso título para su exposición: Poderosas razones para irme de Cádiz, y se explica: "Surge de la necesidad de decir de alguna manera que estoy muy a gusto en Bilbao. Ahora está muy de moda Nueva York y hacer las américas, pero yo viajo desde aquí. Aunque no he nacido en Bilbao, me siento bilbaíno. Me he hecho como artista en Bilbao, donde vivo desde los 16 años".

Ése título es también el de un tríptico que se incluye en la muestra, compuesta por más de 50 cuadros de distintos tamaños, con la fuerza personalísima de la pintura de Camacho, un derroche de color y de caracter. Hay dos títulos que son series: las Secuencias y El discursito del malogrado, con 22 cuadritos (de 21 x 20), "que deberían ir colocados todos seguidos, pero necesitaría una galería el doble de grande". "Las series son ideas que plasmo para no perderlas, como bocetos", explica Camacho.

Este pintor autodidacta ha trabajado de todo para poder continuar con su pasión: recadista, camarero, soldador, peón..., y, actualmente, encargado de la limpieza del Metro los fines de semana y fiestas. "Para poder dedicarme a mi pintura, necesariamente tengo que ejercer un oficio común", indica. El resto del tiempo, Camacho lo dedica "todo" a pintar. Como les ha sucedido a otros artistas, su mujer, Maite, ha sido fundamental para que pudiera seguir pintando. "Es mi mecenas. He tenido mucha suerte", confiesa.

Esculturas y conejos

La muestra que presenta en Bilbao incluye, además, varias esculturas de mediano tamaño realziadas con objetos cotidianos. "Son esculturas de recuperación, un homenaje a la atmósfera del estudio", dice. Están compuestas de botes de pintura ya vacíos, trozos de madera, sacacorchos. "Me gusta mucho el reciclaje".

Llaman la atención dos óleos alargados en los que presenta a sendos conejos. "Me gustan mucho los conejos. Nosotros somos 6 hermanos y nos criamos a conejos. Cuando mi madre se quedó viuda, a los 41 años, recibió como única herencia 280 conejos", narra Camacho.

Él pintor se define como un artista "intuitivo e impulsivo". Y es ahí donde reside su potencia creativa, en la pasión por la pintura que se le adivina en cada esquina del lienzo. "Las ganas de pintar me pueden", afirma, para disculparse por no haber estudiado Bellas Artes, por no haber estudiado pintura y por no tener ya "edad" para hacerlo.

Esta obra reciente que se puede ver hasta el 19 de febrero refleja una progresión en lo que el artista ha venido haciendo hasta ahora. Juega con el color y las formas. "Peco de manchego con el color. No sigo la corriente nacionalista del rojo, blanco y verde de aquí". También procura que no se refleje "la tensión" con que se vive en el País Vasco. De ahí que su pintura explote como un canto de alegría y de colorido, de búsqueda y de encuentro.

Se confiesa hombre con múltiples admirados. En su honestidad como artista no le duelen prendas en resaltar todos los "homenajes" que hay en su pintura. "Voy por ahí rebuscando, veo mucha pintura e intento hacerme un hueco. Mi artista de cabecera en este momento es Bonifacio Alfonso, un creador fabuloso".

Camacho vive un momento de plenitud con la pintura. "Yo cuando estoy a las once de la mañana en el estudio, alucino. Pienso qué he hecho yo para merecer esto, para poder dedicarme a esto".

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