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Crónica:La jornada de Liga | FÚTBOL
Crónica
Texto informativo con interpretación

El Madrid exhibe su poderío

El Celta, lánguido y sin imaginación, fue incapaz de sobreponerse al tanto inicial de Ronaldo

Xosé Hermida

Como un ejército con aura de imbatible, el Madrid va por el mundo exhibiendo una confianza en sí mismo que aterroriza a cualquier rival. Le basta con lucir su brillante armadura en los minutos iniciales para intimidar al contrario y luego tumbarse cómodamente al calor del área propia esperando a que en cualquier contragolpe aparecerá una de las muchas varitas mágicas del equipo para resolver cualquier contratiempo. En Balaídos, el Madrid no hizo un gran partido y hasta pudo acabar estropeando el resultado por el conservadurismo que lo atacó en la última media hora. Pero el golito de Ronaldo en el minuto 6 fue más que suficiente para tumbar a un Celta muy plano y para que el Madrid diese la impresión de un gigante capaz de aplastar a cualquiera sin apenas mover un músculo.

CELTA 0 - REAL MADRID 1

Celta: Cavallero; Velasco, Cáceres, Sergio, Silvinho; Luccin, José Ignacio (Jesuli, m. 76); Gustavo López, Edu, Juanfran (Vagner, m. 72); y Catanha (McCarthy, m. 56). Real Madrid: Casillas; Míchel Salgado, Pavón, Helguera, Roberto Carlos; Flavio, Makelele (Cambiasso, m. 76); Figo, Raúl, Zidane; y Ronaldo (Guti, m. 82). Gol: 0-1. M. 8. Ronaldo aparece en el segundo palo y empuja el balón a la red tras rechazar Cavallero un disparo de Raúl. Árbitro: Carmona Méndez. Amonestó a Juanfran, Pavón, Salgado y Cáceres. Lleno en Balaídos.

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No esperó ni un minuto el Madrid para exhibir su autoridad en Balaídos. Sobrado de confianza y de resultados, desde la primera jugada del partido mostró el poderío de un equipo repleto de futbolistas espectaculares cuyas curvas de rendimiento, además, parecen haberse acoplado en una coincidencia mágica. Sacó del centro el Madrid, el balón pasó de una joya a otra, de Figo a Zidane, de Raúl a Ronaldo, y el Celta quedó empequeñecido allí mismo. El cuadro de Vicente del Bosque está viviendo el típico momento en que la gracia toca a cualquiera que entre en el equipo. Para atestiguarlo ahí está Flavio, que ya parecía un caso perdido y que anoche volvió a mostrar una solvencia y un desenfado sorprendentes a la luz de su triste trayectoria desde que llegó al Madrid.

El porte arrollador del Madrid desniveló el choque sin que el Celta tuviese tiempo a digerir la gigantesca tarea que se le venía encima. Raúl y Ronaldo habían avisado una vez, pero a la siguiente se dejaron de advertencias. Fue Raúl quien metió el pase dentro del área, Sergio pifió el despeje y a Ronaldo le quedó la misión rutinaria de empujar a gol. La acción, en todo caso, habla de algunas de las cualidades más intangibles o menos aparentes del brasileño: su habilidad para desmarcarse, hacerse invisible a los defensas y eludir el fuera de juego.

A partir del gol, el equipo de Del Bosque jugó siempre con la vista puesta en el marcador. Desde hace tiempo, el Madrid da muestras de sentirse muy a gusto cediendo metros al rival para perseguir el contragolpe. Los dos medios centro se arriman al área, levantan allí una barricada y, cuando el equipo recupera la pelota, se echan hacia arriba a toda pastilla. Con tanta calidad como tiene, es capaz de llegar a las narices del portero contrario en tres pases sin tirar un solo pelotazo mal dirigido. A partir del centro del campo, entra en escena la jauría de fieras, con el depredador Ronaldo siempre dispuesto a asestar el último mordisco, y el adversario, rodeado por sorpresa, se queda completamente desvalido. Metido cómodamente en su campo y sin abandonar nunca un aire de superioridad casi displicente, el Madrid pudo resolver el trámite antes del descanso. Pero Ronaldo falló lo que no yerra casi nunca, un mano a mano con el portero, y Raúl se lio de mala manera cuando le sobraban referencias para buscar el último pase.

Hasta el tramo final de la primera parte, el Madrid no sufrió ciertos problemas por su tendencia a esconderse lejos de la portería rival. Quizá lo habría pasado peor ante un adversario con más recursos que este Celta tan lánguido, tan falto de liderazgo y de imaginación. La ofensiva local fue como un trámite obligado que el cuadro de Miguel Ángel Lotina cumplió con sentido del deber, pero sin auténtica convicción. Las únicas amenazas para el Madrid era los centros milimétricos de Gustavo López y los detalles del tenaz Edu, que lo intentó por todo el centro del ataque. Pero, en el corazón del área, Catanha fue una nulidad para cualquier cosa menos para repartir cera entre los defensas rivales. Si el Celta soñó en algún momento con el empate fue por alguna jugada confusa producto de balones aéreos, un suplicio inevitable para la defensa del Madrid.

El segundo tiempo imitó al primero con tanta exactitud que pareció que se hubiesen repartido guiones en el descanso. El Madrid volvió a salir devastador y tuvo muy cerca la sentencia del partido. Pero al rato se acomodó de nuevo y volvió a conceder opciones al Celta, que rozó el gol en el tramo final con dos remates de Edu. Fue un aviso de que el conformismo puede ser el peor enemigo de este equipo. Pero la seguridad que le infunde su talento es tan grande que hasta se puede permitir esa clase de vicios.

Figo, Zidane y Raúl abrazan a Ronaldo tras su gol.
Figo, Zidane y Raúl abrazan a Ronaldo tras su gol.LALO R. VILLAR

A falta de goles, Catanha da pisotones

Sabido es que, pese a su condición de delantero, Catanha es uno de los futbolistas que más faltas hace al cabo del curso. A la poco edificante estadística añadió ayer un salto de calidad con dos pisotones casi consecutivos que pusieron en serio peligro las piernas de Zidane y Raúl.Primero, al gemelo del francés, a pocos centímetros del talón de Aquiles; después, a frenar al madrileño cuando enfilaba el campo del Celta. Esta última fue una acción aparentemente premeditada que las cámaras de televisión captaron: Catanha, siguiendo con la mirada los talones de Raúl, a un metro, y descargando el golpe. La secuencia recordó un documental de halcones y palomas. Valoran los técnicos en Catanha -a falta de goles: sólo cuatro esta temporada- su actitud cuando el equipo pierde la pelota, aunque en tantas ocasiones se emplee sin el menor sentido de la medida. En un momento del partido, su compatriota Flavio incluso se dirigió a él para pedirle "calma" tras experimentar en sus carnes una de sus clásicas patadas.La de ayer fue, de alguna manera, la noche de los pisotones, aunque en descargo del Celta haya que decir que fue un tipo de sangre fría como Zidane quien rompió las hostilidades. Ocurrió al cuarto de hora, en un violento pique con Velasco que el madridista resolvió a la primera oportunidad. Fue el primer pisotón.El árbitro, Carmona Méndez, se guardó la tarjeta, una decisión que le pesó el resto de la noche. Cuando se decidió a echar mano de las cartulinas, Balaídos ya había presenciado otras tres entradas de las que dan para largas lesiones.La última de la primera parte tuvo a Cáceres como protagonista y a Figo como víctima. El portugués arrancó hacia el área con tan mala suerte que se dejó el balón atrás y, sobre todo, recibió desde su costado el plantillazo del central celeste. A Cáceres le salvó el beneficio de la duda de sus auténticas intenciones y la permisividad de Carmona. Al madridista únicamente le rescató la suerte porque la bota del jugador céltico fue a parar muy cerca de su tobillo derecho. Y, como se recordará, por culpa de ese maldito tobillo vivió el luso un calvario insoportable durante los últimos cuatro meses de la pasada temporada, Copa del Mundo incluida.

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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